La República
Jueves 11 de noviembre 2010
Juan De la Puente
http://www.larepublica.pe/11-11-2010/hipotesis-sobre-el-fujimorismo
Por lo menos uno de cada 5 peruanos piensa votar por el fujimorismo en las elecciones del 2011. Esta perspectiva alienta en algunos la convicción de que la obra política de Alberto Fujimori está saliendo airosa de la prueba del tiempo como un elemento de la tradición autoritaria que arropa a su hija en la competencia presidencial. Ciertamente, ningún otro candidato recibe una herencia tan cuantiosa y sonante como la que ha empezado a disfrutar Keiko Fujimori.
Desde esa perspectiva, la táctica electoral de Fuerza 2011 se funde con su estrategia desde una aritmética sencilla: a más fujimorismo, más rédito electoral. Es decir, les basta la nostalgia, el recuerdo del país que encontraron en 1990 y lo que hicieron para remediarlo, incluido el golpe de 1992. En ese discurso, el país está obligado a tener memoria, un cierto tipo de memoria, la que se activa con cierto éxito con claves como partidos tradicionales, el terrorismo, inflación y desorden.
Una campaña centrada en la épica fujimorista corre el riesgo de ser incompleta, suficiente para recuperar la identificación emocional con un sector social pero limitado para producir un mandato de futuro. En otras palabras, el fujimorismo puede servir para recordar pero no necesariamente para gobernar. En una segunda lectura, acudir exclusivamente a la memoria en esta campaña electoral no será del todo redituable, sobre todo porque la memoria conservadora peruana es, en el fondo, una forma de antimemoria, un relato que a tenor de varias encuestas evade los imperativos de la democracia y la libertad esenciales en nuestro sistema.
El formato de campaña “más fujimorismo” tiene el perfil de una huida hacia adelante. Para intentar superar la barrera del 20 o 25% debe exacerbar la confrontación y endurecer el discurso con el consiguiente posicionamiento de esa opción en la extrema derecha del escenario. En el caso de que Fuerza 2011 pase a la segunda vuelta, será una proeza salir del gueto ultra en el que se está metiendo. Probablemente sea la consecuencia de un error estratégico de apreciación: no atreverse a explorar el posfujimorismo y asumir el papel de una nueva derecha, autocriticándose del golpe de Estado, de la corrupción, de la sociedad con Montesinos y de la violación de derechos humanos, un acto de contrición que la derecha chilena realizó con dolor 10 años antes de ganar las elecciones. La nostalgia cuesta.
Desde esa perspectiva, la táctica electoral de Fuerza 2011 se funde con su estrategia desde una aritmética sencilla: a más fujimorismo, más rédito electoral. Es decir, les basta la nostalgia, el recuerdo del país que encontraron en 1990 y lo que hicieron para remediarlo, incluido el golpe de 1992. En ese discurso, el país está obligado a tener memoria, un cierto tipo de memoria, la que se activa con cierto éxito con claves como partidos tradicionales, el terrorismo, inflación y desorden.
Una campaña centrada en la épica fujimorista corre el riesgo de ser incompleta, suficiente para recuperar la identificación emocional con un sector social pero limitado para producir un mandato de futuro. En otras palabras, el fujimorismo puede servir para recordar pero no necesariamente para gobernar. En una segunda lectura, acudir exclusivamente a la memoria en esta campaña electoral no será del todo redituable, sobre todo porque la memoria conservadora peruana es, en el fondo, una forma de antimemoria, un relato que a tenor de varias encuestas evade los imperativos de la democracia y la libertad esenciales en nuestro sistema.
El formato de campaña “más fujimorismo” tiene el perfil de una huida hacia adelante. Para intentar superar la barrera del 20 o 25% debe exacerbar la confrontación y endurecer el discurso con el consiguiente posicionamiento de esa opción en la extrema derecha del escenario. En el caso de que Fuerza 2011 pase a la segunda vuelta, será una proeza salir del gueto ultra en el que se está metiendo. Probablemente sea la consecuencia de un error estratégico de apreciación: no atreverse a explorar el posfujimorismo y asumir el papel de una nueva derecha, autocriticándose del golpe de Estado, de la corrupción, de la sociedad con Montesinos y de la violación de derechos humanos, un acto de contrición que la derecha chilena realizó con dolor 10 años antes de ganar las elecciones. La nostalgia cuesta.
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