lunes, 5 de junio de 2017

Cuatro referentes de la izquierda

http://larepublica.pe/impresa/opinion/881952-cuatro-referentes-de-la-izquierda
La República
La mitadmasuno
2 de junio de 2017
Por Juan De la Puente
Ha nacido un nuevo frente, Juntos por el Perú (JP), el cuarto referente nacional de la izquierda junto a Nuevo Perú (NP) que lidera Verónika Mendoza, Tierra y Libertad (TyL) que encabeza Marco Arana, y Más Democracia (MAS) de Gregorio Santos.
El nuevo frente exhibe ventajas ante los otros grupos: 1) tiene inscripción electoral, cedida por el Partido Humanista; 2) posee aparatos organizativos experimentados, especialmente el del PC de Patria Roja; y 3) participará con esas siglas en las próximas elecciones regionales y municipales. De esas ventajas, una será de ganancia absoluta, su presencia electoral el próximo año, mientras que las otras deberán administrarse tomando nota de la tradición frentista de nuestra izquierda, siempre atrapada en el péndulo entre el hegemonismo a la ruptura.
Algunas desventajas sobresalen, como la falta de renovación, incluida la generacional y de género en sus grupos más caracterizados; el déficit de líderes de sugerente proyección nacional; y la apuesta por un programa que rehúsa aceptar las transformaciones sociales y económicas de los últimos 15 años. De hecho, en el abanico de la oferta izquierdista, JP expresa por ahora la alternativa más tradicional en todos los sentidos.
El futuro para los otros grupos es desafiante. Dos de ellos exhiben líderes que han cosechado un volumen de votos que ningún otro líder izquierdista orgánico (Humala no cuenta como tal) obtuvo desde 1990 en elecciones nacionales –Mendoza obtuvo 2.8 millones de votos (19%) y Santos 613 mil (4%)– pero carecen de aparato nacional y de inscripción electoral. Por su parte, TyL tiene inscripción legal pero no tiene cuadros de proyección nacional, y tal parece decidido a no desearlo ni necesitarlo.
Este paisaje inicial puede terminar en un fracaso si se fortalecen dos procesos que asoman. Por un lado, el afán por la unidad, esa demanda angustiosa que se resiste a aceptar el derecho a la diversidad progresista y levantada desde la convicción empírica e indemostrada de que “las masas quieren la unidad”; y la voluntad de representar solo a la izquierda, que terminará por convertir los procesos electorales en ajustes de cuenta en un lado del escenario.
Será más exitoso y socialmente útil el grupo que logre estructurar desde la izquierda una alternativa de centro, que no se reduzca obviamente al discurso sino también al programa y a la representación. El centro no es la doncella prometida a la izquierda como lo demostraron los 7 procesos electorales desde 1980 al 2016, y es probable que en el contexto del retroceso del progresismo en la región sea más compleja la formación de una alternativa centroizquierdista. Aun así, de todos modos habrá por lo menos una expresión atractiva de centro en los próximos años, de modo que quien no apueste por el centro, será descentrado por los otros.
La apertura progresista está salpicada de escollos. La inscripción legal de Nuevo Perú es crucial, pero hay otros reclamos mayores: la izquierda debe recuperar una agenda nacional para dejar de ser la primera víctima de la polarización entre el gobierno y el fujimorismo. Ambos se han tomado casi toda la confrontación que cabe en nuestro escenario público al punto que, por ejemplo, una facción de las organizaciones sociales del Cusco se movilizan a favor de la construcción del aeropuerto de Chinchero sin importar las denuncias sobre los contratos.

En este punto la izquierda se vuelve contra sus demonios. Algunos documentos oficiales de los grupos de izquierda proponen una acumulación que se emplace contra todos los actores políticos, incidiendo en una lógica “anti”, subestimando el aumento de las demandas sociales y la movilización por derechos y libertades, hasta ahora sin correlación con una gran visión de país. A eso se debe que la izquierda en toda su diversidad, partidaria y social, aparezca devorada por la micropolítica y jugando de espectadora en la liga mayor, la de la élite peruana separada de la sociedad por una contagiante brecha de confianza y de prioridades.

Los invitados de piedra

http://larepublica.pe/impresa/opinion/879535-los-invitados-de-piedra
La República
La mitadmasuno
26 se mayo de 2017
Por Juan De la Puente
El premier Fernando Zavala ha emitido una declaración personal firme cuestionando las interpelaciones a los ministros que califica de obstrucción a la labor del Gobierno, responsabilizando a Fuerza Popular por esta ofensiva. El fujimorismo le ha contestado y entre ambos se llevará a cabo en los próximos días un intercambio de fuego que tendrá alguna promesa de paz, como ya sucedió en el pasado. Con esto concluirá otro microciclo de la política nacional y se iniciará otro.
Este episodio es distinto a los registrados en los últimos meses por lo menos por una razón: entre Fuerza Popular y el Gobierno han terminado de construir una relación compleja, a veces tirante y otras colaborativa, que hegemoniza el escenario echando de él al resto de grupos. Y lo han logrado con la colaboración de estos.
A diferencia de las otras tensiones –el caso del asesor Moreno y la censura de Jaime Saavedra– el fujimorismo ha mediatizado a Acción Popular y al Apra, y el oficialismo al Frente Amplio y a Alianza para el Progreso, incluso a pesar de que la interpelación a Martín Vizcarra fue trabajosamente labrada por AP. No se trata de alianzas formales o de sujeciones sino de la pérdida de personalidad y perfil propio.
La actual dinámica parlamentaria no depende del impulso de estas cuatro bancadas que –y eso es lo paradójico– concentran un elevado número de parlamentarios experimentados y destacados, sino de la ecuación establecida por los espacios que ocupan el antifujimorismo y el conservadurismo. Ellos subsumen todo.
¿Por qué estas bancadas no pueden exhibir un perfil propio? Este resultado no se debe a un déficit de fuerza, es decir, a los problemas internos de la mayoría de estos grupos, sino a un problema de agenda o, mejor dicho, a la falta de voluntad política para levantar estrategias y prácticas diferenciadas.
El parlamento carece de minorías heroicas o personalidades especiales capaces de construir desde un escaño una oferta política nacional porque el programa principal considera que la actividad fundamental en esta hora de la política es la contención, tanto de la ofensiva fujimorista como de la izquierda y sus aliados, rotulados como lo “caviar” por los sectores conservadores. El negocio de la contención es la inminencia, tanto del derribo del Gobierno por el fujimorismo como la imposición de la agenda izquierdista, de género, y contraria a la inversión.
La política de la inminencia ha empoderado al gobierno y al fujimorismo, y ha convertido al resto en invitados de piedra. Sostengo que esa política de la inminencia la mayoría de veces es exagerada y sobreactuada, y tiene un efecto paralizante en un sistema que necesita debatir y aprobar cambios de fondo para renovar la democracia. Curiosamente, esta parálisis es más visible en quienes le piden al Ejecutivo “hacer política”, lo que ellos tampoco hacen.
La principal víctima de la inminencia es el cambio. A diez meses del inicio de la legislatura nos hemos olvidado de la renegociación de los contratos del gas, del relanzamiento de la descentralización y de la reforma política, y nos movemos en el reino de la pequeña política, al punto que el grueso de los contenidos producidos en los últimos meses se deben a decretos legislativos por facultades delegadas. El último episodio de este contexto es la indiferencia de los dos partidos históricos del Congreso y del Frente Amplio ante la negativa de Fuerza Popular de dar paso a la reforma electoral.

Creo que hay vida más allá de la contención. Y esto pasa por desempolvar los programas electorales, transformarlos en iniciativas legislativas y en acción ciudadana fuera de la micropolítica. Por ejemplo, una cosa es el pequeño debate sobre la reelección de los alcaldes y gobernadores regionales y otra la rendición de cuentas y el relanzamiento de la descentralización; o una cosa son las acusaciones a Ollanta Humala sobre Madre Mía y otra la reapertura de las indagaciones sobre las violaciones de los DDHH en el Alto Huallaga en las décadas de los ochenta y noventa.

Las agendas perdidas

http://larepublica.pe/impresa/opinion/877206-las-agendas-perdidas
La República
La mitadmasuno
19 de mayo de 2017
Por Juan De la Puente
Si se sistematizan las relaciones entre el Gobierno y el Congreso habría que anotar que a pesar de las apariencias, estas han experimentado más episodios de cooperación que de gran tensión. Entre las primeras se cuentan 1) el voto de investidura; 2) la ley de límite del déficit fiscal; 3) la delegación de facultades; 4) la aprobación del presupuesto del MEF casi sin cambios; 5) el control constitucional de los decretos legislativos con escasas derogaciones; y 6) la aprobación relámpago de la Ley de Reconstrucción.
Las fricciones vividas hasta ahora son propias de una convivencia forzada que pueden agruparse en dos tipos en función de su contenido e intensidad: la tirantez depredadora cotidiana y cortoplacista, la que más erosiona a los actores, a los dos; y las grandes tensiones, importantes por los hechos institucionales que generan y por la toma de posición a la que obligan, que fueron dos: 1) el caso Moreno (octubre) que motivó la creación de la Comisión Presidencial de Integridad; y la censura de Jaime Saavedra (diciembre) que reactivó el dialogo por un corto tiempo. Las interpelaciones a los ministros Vizcarra y Basombrío, incluso si no terminaran en censuras, será el tercer episodio de gran tensión en 10 meses de gobierno.
Las reglas que han seguido las grandes tensiones y en alguna medida aplicables también a la tirantez cotidiana, son: 1) un episodio detonante, de gran cobertura en los medios; 2) el anuncio de fuertes medidas de control por parte del Congreso, aderezado con un alto nivel de sobreactuación, a gusto de los incautos; 3) la toma de posición de los medios por alguna opción, en el contexto de una aguda guerra política; y 4) el desenlace, etapa en la que ninguno acumula fuerzas o gana políticamente a costa del otro.
Esta dinámica satisface tanto el Gobierno como al Congreso al punto que lo practican de memoria, un proceso que sin embargo muestra debilidades que pasan desapercibidas en medio de los análisis planos de la política. La primera de ellas es la falta de control por el oficialismo y el fujimorismo de sus propias fuerzas, una dificultad que alcanza a la construcción de los mensajes, patente en los debates sobre la libertad de Fujimori, el carácter de la reconstrucción y la respuesta a la corrupción, por citar algunos casos. En ninguno de estos episodios hemos asistido a un discurso claramente diferenciador.
La segunda debilidad es la falta de coherencia interna en ambos lados del escenario, incluso si no hay en marcha alguna estrategia para erosionar al adversario. Pareciera que ambos poderes han renunciado a participar en la formación de la agenda pública y que tienen dificultades para definir prioridades. Más que disensos internos, el signo dominante –y lo que está en discusión– es la falta de fuerza de los dos más altos liderazgos públicos en el Gobierno y en la oposición.
La tercera es la depredación como sustituto de la cooperación, que además suele presentarse como una fortaleza y no como una debilidad. Es extraño que los episodios de acuerdo desde julio del año pasado se refieran al mediano y largo plazo, y, en cambio, el corto plazo sea dominado por la micropolítica, tirante y caótica, esa que se hace gratis o con poco esfuerzo. Así, nosotros, que somos capaces de tener un sistema de democracia sin partidos, vivimos ahora una política sin política, es decir, privados de los grandes temas que deberían ser definitorios en el primer año de un quinquenio constitucional.

Esta dinámica de poca cooperación, escasa tensión, y hegemonía de la depredación puede gustarle a una parte de la élite peruana pero es seguro que no a los peruanos. El único beneficio de esta situación ha sido hasta ahora el bloqueo de otras formas de oposición, más programáticas y ciudadanas, y ajenas a las alturas. A cambio, se ha instalado en nuestro sistema, que ya necesitaba una profunda renovación, una democracia express, de coyuntura, de choque y fuga, y de agendas perdidas. Sin proyecto.