La República
La mitadmasuno
28-08-2012
Juan De la Puente
En menos de 30 días el fujimorismo ha pasado a la oposición dura. Derrotado en su deseo de mantener al gabinete Valdés en funciones ha desenterrado el hacha de la guerra y ya tiene dos interpelaciones en marcha y un discurso de bandera contra los casos de corrupción en este gobierno y de demanda de éxito en la seguridad ciudadana.
Las izquierdas en tanto han sido impactadas por el cambio de gabinete. Demandaban la salida de Valdés y pedían un giro de 180 grados, es decir, un retorno a las fuentes, pero fueron sorprendidas por una rectificación de casi 90 grados en dirección al centro. Los movimientos de sus dos versiones vacilan. Patria Roja, el grupo ganador de la crisis de Conga y el que por ahora posee más autonomía en la calle, oscila entre la guerra total al humalismo y una estrategia de acoso limitado a Cajamarca, el magisterio y otras zonas en conflicto, priorizando sus objetivos electorales. La otra izquierda, expresada en Tierra y Libertad y el Frente Amplio (que agrupa a Ciudadanos por el Cambio y sus aliados), es todavía rehén del pasado cercano; su principal problema reside en su dificultad de romper definitivamente con el gobierno y abrir un curso nuevo desde la oposición y desde la calle.
El gobierno ha ocupado el centro de un modo intermitente y temeroso. Ha conservado la conducción del Parlamento y obtenido otras victorias que evidencian que está en movimiento, como la delegación de facultades para los temas de seguridad, la investidura del gabinete y la rebaja de la crisis de Conga. No obstante, la relativa paz social parece no convenirle al gabinete, convertido en objeto de disputa de fuerzas que desde dentro y fuera, en este caso la empresa y la prensa, pugnan por llevarlo de regreso a la derecha bajo la mirada resignada del Partido Nacionalista. El gobierno hace política por ahora en las instituciones del Estado, no ha salido en busca de aliados en los movimientos sociales y no lo hará si sigue la ruta de proyectos como la ley del negacionismo y el abandono del Gasoducto del Sur Andino. El ritmo y el discurso centrista están perdiendo velocidad.
El activismo fujimorista ha deglutido a grupos como el PPC, que encuentra poco espacio para ejercer una oposición menos agresiva, o Perú Posible, el Apra y Acción Popular, que practican en el Parlamento una oposición compasiva con escasos resultados. Si estas fuerzas no logran construir en el Congreso una dinámica alternativa al fujimorismo, su futuro será la levitación.
Aunque el giro de Humala ha sido moderado, ha puesto en tensión las fuerzas y abierto una etapa de alineamientos. El gobierno estrena una oposición combativa de derecha y podría tener una de izquierda más nacional y eficaz, conectada con los movimientos sociales. El problema es que en esa perspectiva el centro que intenta representar amenaza con ser precario y poco activo. Y ya sabemos cómo terminan los centros pasivos.