La República
La mitadmasuno
26 de octubre de 2018
Juan De la Puente
Por lo menos tres
preguntas concurren en la revisión de la situación nacional: 1) si el país
necesita un diálogo; 2) cómo se llenará el vacío que va dejando Fuerza Popular
y 3) cuál será el efecto de la crisis del fujimorismo en el Congreso.
Sobre el diálogo, dos
cuestiones previas a considerar son que sería improbable que Fuerza Popular propusiese un diálogo
si no atravesara una profunda pérdida de capital político, y que, por lo mismo,
el diálogo propuesto esta semana no es el que reclama el Perú en esta etapa.
Siempre es sugerente
una iniciativa de diálogo, especialmente en un país resistente al pacto y luego
del fracaso de los diálogos en los que K. Fujimori fue protagonista, uno con
PPK con la mediación del cardenal Cipriani, y el otro, reservado, con el
presidente Vizcarra.
Un diálogo nacional
en esta hora solo tendría sentido si impulsa el cambio en lugar de frenarlo, y
una de sus prioridades es la lucha contra la corrupción. Ya no es posible un
acuerdo para impedir la inestabilidad, un objetivo del primer año del actual
período presidencial y antes de la difusión de los CNM audios. Por lo tanto, un
diálogo como armisticio, no es posible.
No hay nada más serio
que un diálogo democrático, que debe tener actores, método, agenda y plazos.
Por lo mismo, no tendrá utilidad para el propósito del cambio un diálogo y
acuerdo solo partidario. Se precisa darle voz a la sociedad, el actor más
importante de este proceso, llamado ahora a ejercer un papel decisivo más allá
del voto en el referéndum del 9 de diciembre. Por lo demás, es el presidente
Vizcarra quien debería convocarlo, como un proceso que no se sujete a la
coyuntura política y judicial.
Sobre el futuro del
fujimorismo, esta es su segunda “muerte”. La primera fue superada por la
construcción de un nuevo referente personal y partidario que se reposó sobre el
movimiento social fujimorista. Fujimori hija se valió hasta cierto punto de la
memoria de su padre para construir un partido a su imagen y semejanza, la de
ella, aunque la debacle judicial y política ha vuelto a colocarla como un
producto más del fujimorismo de los noventa.
No me atrevería a
asegurar que la hecatombe de Fuerza Popular como partido es, al mismo tiempo,
la del fujimorismo como
movimiento, considerando que este resultado tiene dos tiempos, un serio
desgaste en la sociedad y una acusación fiscal fulminante; contra el relato
oficial de los chats de La Botica, la derrota final de Keiko no viene de los políticos, sino de
fiscales y jueces.
Actuando desde ese
relato, la lideresa ha ordenado una refundación del partido con ella adentro, y
para el efecto no ha empoderado a las figuras tradicionales del fujimorismo
sino a los que menos nexos mantienen con las fibras íntimas del movimiento. La
lógica aconsejaría pasarle la posta a Kenji como Alberto se la pasó a ella,
pero parece que eso no sucederá, de modo que Keiko parece apostar, por lo menos
ahora, a una resurrección más que a una refundación.
En este punto es
difícil asegurar también qué tendencia ocupará en el mediano plazo gran parte
del espacio que ocupó Fuerza Popular el
2016, que obtuvo el 40% de votos emitidos. El análisis que afirma que tras
Fuerza Popular surgirá una derecha ubicada más a la derecha, es muy debatible,
porque aún no sabemos qué otros partidos y líderes arrastrará en su caída esta
opción. La crisis de Fuerza Popular podría ser un proceso más colectivo de lo
que pensamos.
Sobre el Congreso, el
primer consenso es que en estas condiciones es imposible que el Parlamento
“llegue” al 2021. No obstante, falta saber qué hará el Gobierno con un Congreso
que por ahora no es suyo, y en el que tiene una bancada pequeña. Si Vizcarra no
tiene entre sus planes una disolución legal del Congreso (que parece ser la
alternativa del Apra y de APP) podría construir una mayoría propia recogiendo
las maderas del barco desarmado. Eso pasa por un nuevo curso, más plural, para
el Congreso. Por esa razón una probable sentencia a prisión de K Fujimori podría
agilizar la búsqueda de una nueva mayoría parlamentaria.