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viernes, 4 de julio de 2014

La Guerra de los Luises

http://www.larepublica.pe/columnistas/la-mitadmasuno/la-guerra-de-los-luises-20-06-2014
La República
La mitadmasuno
Sería atrevido responsabilizar a los políticos o a la política de la desaceleración de la economía. Al revés, conforme se calienta el debate sobre las cifras macro y las alternativas al enfriamiento, queda claro que la tecnocracia económica tiene una cuota de responsabilidad en el hecho de que el país no haya acometido los cambios que hagan menos vulnerable a nuestra economía a los eventos externos, que permitan desarrollar una oferta exportadora más diversificada y amplíen el mercado interno, conforme rezaban decenas de memorandos.
La disputa entre Luis Miguel Castilla y Luis Carranza se produce en una hora difícil para la tecnocracia económica; la Guerra de los Luises tiene como trasfondo el fin de una parte del consenso económico, el que se construyó alrededor del crecimiento con un sentido complaciente, poco crítico y sobre todo inmovilista, patentizada en la idea del piloto automático y en la exigencia de que los políticos no interfieran en la economía, una suerte de fisiocracia ultraliberal. En esta disputa, Carranza luce más agresivo, innovador, abierto y rectificador ante un Castilla atrapado en un discurso clásico, a pesar inclusive de algunas reformas emprendidas.
En el balance tecnócratas/políticos nunca quedó precisada la fuerza de los primeros respecto de los segundos desde el año 2001 a la fecha, aunque la idea básica con cargo a profundizar es que en las administraciones de Toledo y García su poder político fue menor que durante el actual gobierno.
En cualquier caso estamos en la hora en que los técnicos rinden cuentas, en un nuevo momento en que se precisa la defensa del crecimiento. En el nuevo escenario persiste la pregunta de “para qué” el crecimiento, no respondida desde hace una década, e irrumpe una nueva interrogante: “cómo” defenderlo. Nuestra tecnocracia hegemónica parece no poder responder ni la vieja pregunta ni la nueva, y tampoco producir un nuevo consenso por lo menos en las líneas generales, es decir, en cómo impedir la desaceleración de la demanda interna, moderar la caída de los sectores minería, hidrocarburos y construcción y sostener la inversión pública en cifras y en calidad. Esta falta de consenso adquiere dramatismo cuando por segundo año las predicciones sobre el crecimiento ofrecen un abanico de opciones de hasta tres puntos porcentuales de diferencia.
Esta tecnocracia, a la que le debemos aciertos innegables como el crecimiento mismo, la rebaja sostenida de la inflación y el saneamiento de las cuentas fiscales, podría estar llegando a un límite marcado por la ideología, esa robusta señora que amamanta las políticas públicas, incluso a las que se presumen puras y técnicas. En ese sentido, es muy probable que no se encuentre en debate solo el crecimiento sino la conducción misma del proceso económico.
Las palabras confianza, optimismo y pesimismo se han instalado en el debate de la política económica y me temo que también en ese punto sea insuficiente la lógica tecnocrática que se basa en campañas, medidas, buenos augurios y llamados a silenciar las críticas. Rotos el consenso y el encanto, la única manera de evitar un rompan filas con claros y legítimos intereses sectoriales –finanzas, servicios, industria y exportación, cada cual por su lado–, se hace necesario promover de modo responsable una discusión abierta y sana sobre el futuro de un país que ya no crecerá a tasas de 7% anual en los próximos años. El nuevo país, el del 3% o 4% de crecimiento, demanda nuevas certezas, nuevas políticas, nuevos consensos y probablemente una renovada tecnocracia. Esta no es la hora de la ortodoxia sino de la innovación.
La búsqueda de la confianza y el optimismo es crucial en la perspectiva de construir una comunidad nacional que aliente y garantice el crecimiento, que no se logrará si no se encara la incertidumbre y cierta angustia que algunos estudios están revelando en el ciudadano de a pie, que está empezando a preocuparse por su futuro mediato y que asocia el crecimiento al empleo, consumo y un piso mínimo de bienestar.

viernes, 28 de febrero de 2014

La política es irrenunciable

http://www.larepublica.pe/columnistas/la-mitadmasuno/la-politica-es-irrenunciable-28-02-2014
La República
La mitadmasuno
28 de febrero 2014
Juan De la Puente
Lo ocurrido alrededor de la reciente crisis ministerial ocasionada por la renuncia del Presidente del Consejo de Ministros y el cambio de gabinete refleja una lamentable derrota de la política en varios sentidos de la acepción, por los hechos que han conducido a la crisis, la forma en que ha sido gestionada y por las consecuencias para el desempeño del gobierno, particularmente el reinicio de un período de mayor confrontación y el riesgo de la reducción del desempeño del Ejecutivo.
En teoría, los gobiernos registran una relación tirante entre las demandas de cambio interno y de eficacia, dos variables del poder que solo la política puede administrar. Se demanda cambios cuando es visible el desgaste en un sector y se hace ostensible que no se podrá cumplir con los objetivos sin que el responsable sea desplazado. Del mismo modo, se reclama eficacia cuando la agregación de errores indica que los propósitos no serán alcanzados sin una nueva conducción.
El equilibrio entre estas variables es más complejo cuando el desgaste es generalizado. En tal sentido, los cambios de ministros suelen ser sinónimos de relanzamiento del gobierno y los nuevos gozan de un período de gracia. Eso sucedió con la designación de César Villanueva y su gestión fue una apuesta política, el elemento que la mayoría consideraba era el déficit del gobierno, a pesar de que su antecesor, Juan Jiménez Mayor, había capeado con habilidad varios meses de polarización extrema. Villanueva parecía tener las cuotas exactas de eficacia y política que todo relanzamiento necesita.
En el nuevo escenario se tiene desde el inicio un premierato debilitado. Lo que sucede en este cargo, el segundo del Ejecutivo después del Presidente de la República, no es de poca importancia. Es el más político de los ministerios, el que responde por el Presidente ante el Congreso y ante la sociedad, y el que de algún modo y en distintas intensidades, es bombero, gestor y escudero.
Celebrar como un logro del nuevo gabinete su condición de tecnócrata, como lo han hecho ciertos comentaristas y ¡vaya! políticos, es increíblemente tonto. Más allá de su errada repulsión de la política, sintetiza una ingenua concepción del poder y del gobierno como una empresa que solo demanda gerentes.
El gobierno necesita llevar a cabo una urgente labor de saneamiento de la figura del Presidente del Consejo de Ministros para evitar un rápido desgaste del gobierno bajo el entendido de que una corta vida del nuevo gabinete tendrá un efecto serio en la operatividad del Ejecutivo. A los sahumadores de los tecnócratas habría que decirles que en cualquier sistema político una alta tasa de rotación de ministros es expresión de ineficiencia  y que la ciencia política no conoce el concepto de “desgaste técnico”. Todo desgaste es político.
Es cierto que el premier peruano no tiene la clásica figura de los premieres de los regímenes parlamentarios y que la Constitución de 1993 le rebaja el perfil en desmedro del Ministro de Economía, el único ministro constitucional.  No obstante, felizmente la Ley Orgánica de la Presidencia del Consejo de Ministros (LOPE), la Ley N° 29158, de diciembre del 2007, ha superado algunos de estos vacíos.
Un premier que no se sienta infeliz desempeñando una función política y al que le dejen trabajar sin interferencia tiene en el gobierno un papel relevante como coordinador de las políticas nacionales y en la conducción de grupos importantes como la Comisión Interministerial de Asuntos Económicos y Financieros (CIAEF) y  la Comisión Interministerial de Asuntos Sociales (CIAS). La LOPE le señala otras cuatro funciones que le permiten desempeñar un rol articulador del poder en nombre del Ejecutivo como dirigir el proceso de descentralización, dirigir las relaciones entre el Poder Ejecutivo y los demás poderes del Estado, los organismos constitucionales, los otros niveles de Gobierno y la sociedad civil; promover la participación y concertación sociales en la gestión de gobierno; y coordinar la planificación estratégica en el marco del Sistema Nacional de Planeamiento Estratégico.

jueves, 10 de mayo de 2012

Patricia Majluf y los técnicos

http://www.larepublica.pe/columnistas/la-mitadmasuno/patricia-majluf-y-los-tecnicos-10-05-2012
La República
La mitadmasuno
10 de mayo 2001
Juan De la Puente
El caso del incremento del 80% de la cuota de merluza es un hito en la historia de los lobbies peruanos, casi siempre sigilosos y dados a contratar voceros y montar campañas sostenidas. Esta vez, el ataque al Estado fue directo y con masas en la calle, un combate cuerpo a cuerpo, una operación corta y cruenta. En dos semanas pusieron de rodillas al Estado y aplastaron los escrúpulos de una Viceministra, Patricia Majluf, que había llegado al Ministerio de la Producción pocas semanas antes con propósito de cambio. Es una mala señal e indica varios fenómenos, como la capacidad de movimiento y de alianzas de las coaliciones distributivas, su escaso nivel de conciencia y recato, los precarios recursos reguladores del Estado y, sobre todo, la honda penetración de los intereses privados en el aparato público. Fuera del cargo Majluf, se va sabiendo el via crucis de su frustrada reforma. Las resistencias para cambiar los procedimientos de la imposición y cobros de multas y el retiro de funcionarios incompetentes, el cambio fácil de las reglas para incrementar cuotas de pesca y el sabotaje de la burocracia, indican que el sector está tomado por los regulados y que, por ahora, la reforma es imposible.
En el caso Majluf llama la atención el silencio de los defensores de los técnicos que llenan los medios de alertas cuando el funcionario cuestionado esgrime la ley y el conocimiento para justificar una decisión. Esta vez no fue así, porque Majluf es “otro” tipo de técnica, conservacionista y nada dispuesta a ser cooptada por el poder económico. Es decir, independiente. Quizás por ello no habrá un fiscal presto a investigar su denuncia de que los pescadores de Paita fueron financiados por los empresarios para provocar desmanes que cobraron dos vidas. Segunda lección, el Estado está poblado de técnicos sin ataduras, al estilo Majluf, y de otros que sí las tienen; solo que los primeros son incómodos para los segundos, de modo que tenemos técnicos y técnicos.
El sector pesquería es solo uno de las decenas de espacios públicos donde la corrupción y la burocracia traban toda reforma y un recordatorio de la enorme fuerza que se mueve en la sociedad para impedir el fortalecimiento del Estado en la perspectiva de su papel regulador y que, al mismo tiempo, arranca de aquél beneficios especiales. Lo que según la teoría debería ser una negociación entre el Estado y los grupos de interés, se simplifica en más de un caso en un mecanismo que opera como asociación público/privada que ocasione miles de millones de pérdidas al Estado destruyendo el mercado y los recursos. El economista norteamericano Mancur Olson decía que una sociedad con un elevado número de coaliciones distributivas se asemeja mucho a una tienda de porcelana china llena de gente que al intentar apoderarse de la mayor parte de su contenido rompen mucho más de lo que se llevan.