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viernes, 8 de febrero de 2013

Doce años no son nada

http://www.larepublica.pe/columnistas/la-mitadmasuno/doce-anos-no-son-nada-08-02-2013
La República
La mitadmasuno
8 de febrero de 2013
Juan De la Puente
El Perú está cerca de superar el simbólico año doce, es decir, más de 12 años de democracia ininterrumpida desde que jurara el gobierno constitucional el 28 de julio del 2001. Descontando el periodo de la llamada República Aristocrática (1895-1919) que tuvo en medio la asonada contra Augusto B. Leguía (1909) y el golpe contra Guillermo Billinghurst (1914), y considerando que en ese período el voto era muy restringido, el Perú no ha tenido más de 12 años de democracia ininterrumpida.
En el siglo XX, el gobierno de José Luis Bustamante y Rivero (1945-1948) duró 3 años y 3 meses; Manuel Prado cumplió su primer mandato de casi 6 años (1939-1945) pero no acabó el segundo (1956-1962) por el golpe de Pérez Godoy y Lindley López. Fernando Belaunde fue golpeado antes de cumplir su mandato y entre 1980 y 1992 se sucedieron tres presidentes (Belaunde, Alan García y Alberto Fujimori) hasta el golpe del 5 de abril 1992.
De no mediar cataclismos políticos y aventuras, superaremos los 12 años de democracia y el 2016 tendremos la tercera sucesión constitucional luego de elecciones libres y democráticas y por primera vez en la historia cuatro presidencias sucesivas ejercidas por mandatarios elegidos democráticamente. Desde una lógica optimista podría considerarse que este dato frío expresa la madurez del sistema político y la superación de la adolescencia de un país que ha combinado en la última década crecimiento económico y democracia.
Rescatando la importancia del curso democrático experimentado desde el 2001, y especialmente su resultado en cuanto a la reducción de la pobreza, requerimos valentía para reconocer que llegamos a los 12 años con escaso aliento y en medio de una crisis política que ha devorado a casi todos los partidos y ha pulverizado representaciones y legitimidades. En los últimos meses, esta crisis avanza sobre instituciones como el Congreso, el Poder Judicial y el Tribunal Constitucional, de modo que la primera pregunta sería que, superados los doce años simbólicos, cuánto más durará un sistema cuyas instituciones están siendo carcomidas en vivo y en directo por la crisis y la corrupción.
Doce años no es nada si se compara con lo alcanzado en períodos similares por otros países de la región que han impulsado oportunas reformas que resanan las heridas del sistema y perfeccionan las instituciones. El impulso reformista en la región cubre a países que han estrenado Constituciones (Venezuela, Bolivia y Ecuador) y a los que han procesado cambios sustanciales a Constituciones y a leyes orgánicas, como es el caso de Brasil, Argentina, Uruguay y Colombia.
Nuestro auge económico ha impuesto un velo de cinismo a la clase política y a los líderes públicos y privados que reconocen la necesidad de reformas institucionales sin esforzarse por concretarlo. En ese universo cínico cabe la idea de que un país que crece entre 6 y 8% cada año puede darse el lujo de patear las reformas hacia adelante y para otros.
En este campo seguimos siendo un país adolescente. Es desalentador cómo la política, ayudada convenientemente por la mediocridad de sus medios, se entretiene en las bajas pasiones y en las disputas minúsculas dándole la espalda a la reforma, inclusive a aquellas que recogen un alto consenso social.
Al iniciarse el 2013 se pensaba que este sería el año de las reformas y se enumeraron algunas de las más importantes. Es muy probable que en los siguientes meses no tengamos ningún cambio institucional de gran calado. Es visible que lo más urgente de ellos, la reforma política, está siendo encerrado por falta de interés o por alto interés en que las cosas continúen como están. El espectáculo de la campaña por la revocatoria, llena de fango y de poderes oscuros que salen a la luz y que amenazan a la ciudad con el caos, son los fuegos artificiales cuyo sonido y color pretenden ocultar el olor de la descomposición.
¿Quién responderá en los próximos años cuando las reformas que hoy se reclaman como urgentes ya sean imposibles y quizás innecesarias?

viernes, 28 de diciembre de 2012

Vacas gordas, vacas flacas

http://www.larepublica.pe/columnistas/la-mitadmasuno/vacas-gordas-vacas-flacas-28-12-2012
La República
La mitadmasuno
28 de diciembre 2012
Juan De la Puente
Vía su máximo representante, la CONFIEP ha celebrado como todos el estimado de crecimiento de la economía el año 2013 y ha pedido al mismo tiempo realizar las pequeñas reformas porque “la gran reforma tiene muchos años en el tintero”. Entre una y otra afirmación advierto una apreciable distancia, entre el regocijo de la contemplación económica y el abandono del cambio sustantivo, una inexcusable rendición frente a retos que si no se abordan en la época de las vacas gordas tendrán que hacerse con dolor cuando lleguen las vacas flacas.
No es el único caso de preferencia del camino fácil en lugar de las grandes batallas. Gana Perú ha propuesto al cierre de la legislatura un cambio constitucional para aumentar el número de congresistas a 145, repartiendo los 15 nuevos escaños entre las regiones amazónicas. Pocos dudan de que la Amazonía peruana necesita una mayor presencia en el Parlamento; sin embargo, es el Perú el que atraviesa el serio problema de subrepresentación con 150 mil electores por cada congresista, de modo que el parche sugerido implica una evasión frente a la batalla por la gran reforma de la modificación de los distritos electorales y la reinstalación del bicameralismo.
Un tercer ejemplo del facilismo es la iniciativa de ley de la Alianza para el Gran Cambio, teóricamente para fortalecer a los partidos políticos, duplicando el número de firmas requeridas para la inscripción de los movimientos regionales y locales, a los que se les solicitaría el 6% de adherentes del padrón electoral de su circunscripción. Así, por la vía de la anulación de los movimientos en las regiones y municipios se pretende que los partidos recuperen su vigencia, en lugar de abordar con decisión el debate de una reforma política de gran calado.
Las previsiones indican que el Perú no tendrá en los próximos cuatro años problemas de crecimiento, salvo gravísimas externalidades. La información disponible también revela otras fortalezas macro, particularmente el flujo en la inversión extranjera, la disminución de la deuda pública como porcentaje del PBI y el aumento de las reservas internacionales y del ahorro público. Al mismo tiempo es también significativa la reducción global de la pobreza al 27,8% y la ligera reducción de la desigualdad.
La prédica de los shocks a los que nos hemos introducido en las últimas semanas huele precisamente a respuestas coyunturales a problemas estructurales. Es el caso de la demanda del retiro de controles a la inversión privada que amenaza devorarse la Ley de Consulta Previa, las competencias de los gobiernos locales y regionales y la naciente institucionalidad ambiental.
Sería un error apuntar que los problemas del país no son de corto plazo. No obstante, las grandes reformas que se resisten a asumir los actores públicos relacionan impostergablemente el corto y largo plazo. El cómodo respaldo con el que cuenta el gobierno debería servir para trazar algunos cambios de fondo.
En el terreno social los dos más importantes han sido identificados: universalizar las políticas sociales superando la matriz actual basada en la focalización y acelerar la distribución de los beneficios del crecimiento reformando los patrones de inversión pública, un cambio que incluye el sistema de licitaciones y compras públicas y la profundización de la descentralización, a contracorriente de los llamados a la recentralización realizados recientemente.
En el terreno político la reforma nos desafía a grandes respuestas, anotadas desde varios estudios, como más sistema de partidos, más Congreso, más representación, más legitimidad de la representación y más poder de los representados, contra la lógica que pretenden sugerir algunas campañas: Parlamento débil, partidos precarios y representantes ilegítimos.
No nos sobra crecimiento pero nos falta espíritu de reforma, una carencia atribuible principalmente al liderazgo político cuyo facilismo comparten la empresa y los medios. En aras del futuro, precisamente, es preciso evitar la rendición.

jueves, 3 de noviembre de 2011

Humala, los 100 días

La mitadmasuno
La República
3 de noviembre de 2011
Juan De la Puente
http://www.larepublica.pe/columnistas/la-mitadmasuno/humala-los-100-dias-03-11-2011

El gobierno transita sus primeros 100 días con algunos logros sustantivos. Quizás el primero sea que el país ha continuado su marcha a despecho de las previsiones catastrofistas de la derecha perdedora de las elecciones. Ninguna ecuación política, salvo el retroceso, sería posible si la economía no continuara la evolución prevista. Junto a lo señalado, otro logro político debe ser anotado: haber convertido en hegemónica y culturalmente irrebatible la crítica a la desigualdad y, por lo tanto, en viables las decisiones en línea de la inclusión. Solo habría que recordar que hace pocos años, la equidad era casi una mala palabra.
No obstante, también merece atención el modelo de gobierno propuesto, sostenido en una triple convivencia entre nacionalistas, socialistas y liberales. La integración de una parte de estos últimos en el gobierno es audaz en tanto la expresión de un modelo de cambio sin vencedores ni vencidos, distante del modelo venezolano y acaso ecuatoriano. La apuesta consiste en integrar a parte de los vencedores a la obra del gobierno bajo la idea de que existe una agenda liberal de contenido distributivo.
Para más de uno, el riesgo de este modelo no es la convivencia sino la acotación de los cambios, es decir, el tránsito hacia las reglas de juego chilenas luego de Pinochet, donde las políticas fueron moduladas por los poderes fácticos en apoyo de fuerzas del gobierno. En nuestro caso, esa posibilidad depende del perfil de los movimientos sociales, autónomos los últimos 20 años. Esta discusión se resolverá en la práctica cuando la calle responda a la pregunta: ¿Se autonomizarán del gobierno los movimientos sociales en un grado muy alto y podrán forzar un ciclo de cambios más rápidos e intensos?
El gobierno ha tenido éxito en rebajar las expectativas económicas centrando las demandas en la política social. La aprobación de la Ley de Consulta Previa y del gravamen minero no colisionan (todavía) con el núcleo del modelo; tampoco la puesta en marcha de los programas sociales ofrecidos. En este diálogo de señas e imágenes, la sociedad parece contentarse por ahora con la parte social de la inclusión, rebajando sus demandas de poder y de cambio económico. Ese canje tiene un tiempo político valioso que se debería traducir en la reforma del Estado, el principal problema de la inclusión en el corto plazo. El país quiere aunque sea un pedazo de cambio.