Mostrando entradas con la etiqueta Estado. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Estado. Mostrar todas las entradas

sábado, 29 de abril de 2017

Por qué fracasan las reconstrucciones

http://larepublica.pe/impresa/opinion/860829-por-que-fracasan-las-reconstrucciones
La República
La mitadmasuno
31 de marzo de 2017
Juan De la Puente
¿Un país que no pudo prevenir podrá reconstruir? Es una pregunta básica premunida de realismo al momento de enfrentarnos a la quinta reconstrucción después de desastres de envergadura en los últimos 50 años, luego del Niño de los años 1983 y 1998, y de los terremotos de los años 2001 y 2007.
Las cuatro reconstrucciones fueron fallidas o, si se prefiere, con resultados extremadamente relativos si nos atenemos a los objetivos ubicados más allá de la reposición de puentes y principales carreteras.
Esta reconstrucción debería significar además la puesta en valor de una nueva infraestructura para los servicios que hacen la vida cotidiana en las zonas urbanas y rurales afectadas, la recuperación de las fuentes de trabajo perdidas, el reimpulso de la actividad económica y el establecimiento de bases mínimas para el funcionamiento de la sociedad. No hay modo en que una reconstrucción no implique desarrollo y modernización.
Sometidos a la presión de quemar etapas estamos tomando el rábano por las hojas. Los dos primeros debates a los que nos hemos abocado son: 1) el monto de los daños y de lo que se necesita, una ecuación absurda y ahora incalculable porque la emergencia no ha terminado y porque en buena parte de las zonas afectadas la reconstrucción obliga a reparar brechas históricas, una suerte de construcción más que reconstrucción; y 2) quién reconstruye, es decir, el modelo institucional de gestión donde colisionan dos opciones: una institución autónoma a cargo de una autoridad especial o el órgano tradicional de gestión y gasto, el Ejecutivo; una disyuntiva que puede ser engañosa y de la que quizás resulte un modelo mixto.
El riesgo de lo que suceda luego del desastre ni siquiera es el fracaso sino el olvido, que es peor. La revisión de antecedentes y el contexto en que se mueven las agencias públicas sugiere tomar en cuenta por lo menos tres condiciones básicas de la exitosa gestión macro de la reconstrucción: 1) la reconstrucción del Estado; 2) la afirmación de la descentralización; y 3) el entendimiento político.
La primera reconstrucción que requerimos es la del Estado, un proceso que debería correr paralelo a todo lo que se haga como respuesta a la emergencia. Los sueños de obra física y cemento deberían detenerse un poco a sopesar la débil densidad estatal y su escasa capacidad para regular, controlar, planificar, gastar, rendir cuentas e incluir. Se constata ahora lo que decían los libros de texto: la inversión pública con poco Estado es un salto al vacío.
La segunda reconstrucción es la de la inclusión. El centralismo, ese pequeño monstruo egoísta que llevamos dentro, no ha encontrado mejor modo de encarar esta tragedia nacional que echándole la culpa de los desastres a las regiones y municipios.
El centralismo, con 180 años de fracasos a cuestas repite que la descentralización –que lleva 15 años– es un fracaso, un argumento conceptual muy ligero que vale solo para la pelea pequeña en la cancha pequeña, pero que sin embargo parece apuntar a una reconstrucción sin descentralización. Si esa es la tendencia, no habrá reconstrucción sino una pugna política de proporciones, sobre lo cual se tienen varias lecciones.
La tercera reconstrucción, por si lo estamos olvidando en medio del lodo y piedras que nos lanzamos todos los días, es la del pacto. Una de las razones que concurrieron a los cuatro fracasos anteriores es la falta de acuerdos entre los actores públicos entre sí y entre el Estado y la sociedad.
Solo una de las tareas de la reconstrucción, el ordenamiento territorial por ejemplo, para impedir la ocupación de zonas vulnerables y reubicar a miles de personas, implica un acuerdo vasto de nivel nacional y en cada pueblo del país. El sueño de una reconstrucción por decreto supremo, fría aunque financiada, desde arriba, sin los ciudadanos y sin los pueblos, es un fracaso anunciado, más ahora que los peruanos han desarrollado su capacidad de denuncia y ejercen una mejor vigilancia ciudadana.

viernes, 5 de agosto de 2011

El cambio compartido

La Mitadmasuno
La República
29 de julio 2011

Juan De la Puente
http://www.larepublica.pe/29-07-2011/el-cambio-compartido-juan-de-la-puente


Tanto el Mensaje a la Nación como su primer gabinete expresan la apuesta de Ollanta Humala por construir una nueva mayoría gobernante en un espacio de encuentro entre los idearios socialdemócrata y liberal. El mensaje tuvo el propósito de promover un equilibrio fino entre los valores económicos que deben ser conservados y los nuevos valores formulados, especialmente los de carácter social y cultural.
Quizás por ello, Humala ha ahorrado palabras, no se ha comprometido con cifras gruesas y con el detalle, ha ratificado algunas ofertas puntuales pero se ha guardado el resto en el bolsillo, especialmente su política frente a los conflictos sociales y a las grandes empresas cuyo ideario fue hegemónico durante la década pasada.
No obstante, el mensaje contiene apreciaciones que no deben pasarse por alto. La primera es la mención de un modelo económico nuevo denominado “crecimiento con inclusión social”, con cargo a ser desarrollado, pero que se aleja del paradigma del crecimiento a secas. De aquí para adelante, la principal demanda de política pública será darle contenido y actores de esa inclusión, como la autoridad social y el papel del MEF, el rol de las regiones, los límites en la cobertura de los nuevos programas y su relación con la demanda de universalización de los derechos.
La segunda es el llamado a un nuevo contrato social que, al no pasar por un cambio constitucional profundo, debería transitar una vía inesperada: un conjunto de leyes dolorosamente alumbradas en el Parlamento. Por esa razón, luego del Mensaje, los escenarios principales del proceso político serán el Congreso y la calle.
En ese sentido, ni el mensaje ni la composición del gabinete han desmovilizado a los opositores al cambio o a los movimientos sociales. Ellos saben que quien pestañea pierde. La polarización de la segunda vuelta adopta una nueva forma, con los promotores del cambio y los opositores a él con un pie en el gobierno y el otro en la calle, una cohabitación muy original. Si las cosas no resultan, ¿quién sacará a quién del gobierno o, al revés, quién se quedará con la calle?
La tercera constante es la voluntad explícita para fortalecer el Estado, a través de las empresas públicas, la creación de una línea aérea de bandera y la mejora de la regulación ambiental. La idea de más Estado es coherente con el mensaje tácito de que, sin retornar al viejo estatismo, tendremos a un Estado que regula y participa en el mercado.
La apuesta de Humala es ambiciosa; más allá de la pluralidad, le propone al país, al mercado y a los ciudadanos, un cambio compartido. En pocos meses se sabrá si ese modelo de cambio es viable.