martes, 24 de septiembre de 2019

Cuatro datos que encajan

https://larepublica.pe/politica/2019/09/20/cuatro-datos-que-encajan/
La República
La mitadmasuno
20 de setiembre de 2019
Juan De la Puente
Nunca como ahora, desde que se mide la opinión pública en el Perú apareció con tanta claridad la distancia entre los ciudadanos y la élite. En un país donde el remoquete de populista es una pulsación primaria que intenta acabar con lo que no se entiende, la sociedad nos brinda una lectura racional y abierta de esta etapa incierta, la primera de una transición que se anuncia larga.
Cuatro datos de la reciente encuesta de Ipsos son aparentemente discordantes; resumen, no obstante, brechas pronunciadas entre la situación de los actores, es decir, entre su disponibilidad y sus reales posibilidades. El 70% se muestra a favor del adelanto electoral, pero solo el 46% cree que se adelantarán las elecciones. Luego, el 48% aprueba la gestión de presidente Martin Vizcarra, aunque el 65% se opone a su vacancia.
En un ejercicio de agregación y desagregación continua, estos datos revelan la existencia de una mayoría favorable a que se ponga fin a este ciclo político. Esta mayoría, sin embargo, no es rupturista; apuesta por una transición democrática, un “que se vayan todos” en clave constitucional y pacífica. Y si se puede, pactada.
Los 24 puntos que median entre el respaldo al adelanto electoral y la probabilidad de su realización son el reconocimiento de la fortaleza de un sistema que se niega al cambio a pesar de los remezones. De ahí irrumpe un código de la transición que debe ser visibilizado: el dato grueso no es la demanda de cambio sino la resistencia a él.
En vías de agregación, la primera tendencia de estos datos, a 50 días de la propuesta de adelantar las elecciones, es un equilibrio entre “adelantismo” y continuismo. Es un equilibrio en movimiento que si bien hace “archivable” la propuesta del Ejecutivo, está a la espera de un giro del Gobierno en respuesta, el famoso Plan B que se le reclama al presidente.
No debe obviarse una segunda tendencia, el ritmo lento de esta transición contra una élite afligida que sobreactúa y se ataranta. Los ciudadanos imponen un compás menos ansioso, cuestionan las salidas radicales y el ajuste de cuentas entre los actores, al punto que el mismo adelanto electoral ha retrocedido algunos puntos. Los ciudadanos esperan y son dueños de una incertidumbre cuya clave es la expectativa y no la angustia. En esta reacción juega probablemente un papel decisivo, la convicción de que no existe crisis económica y que no es cierto, o no creen, que “ya llega la recesión” y “el país está parado”, una recusación al chamanismo. ¿Cómo leer esto? “Tu incertidumbre no es como la mía”.

La tercera tendencia se refiere al presidente. Los ciudadanos lo siguen prefiriendo como un garante de este proceso, aunque ha subido a casi un tercio el porcentaje de que quienes creen que debe dejar el poder. La coalición conservadora con promesa autoritaria que se ha formado en las alturas del poder, y que ha salido de los límites parlamentarios para incluir a otras instituciones, aún es una minoría en la sociedad. No por mucho tiempo; si la coalición democrática no define un liderazgo y una narrativa de cambio y orden, la brecha que muestran estos datos se cerrarán por la derecha. ¿Y hay coalición democrática? ¿Es tarde para ella?

A propósito de notables

https://larepublica.pe/politica/2019/09/13/a-proposito-de-notables/
La República
La mitadmasuno
13 de setiembre de 2019
Juan De la Puente
Uno de los argumentos contrarios al adelanto electoral reza que no es necesario porque el Congreso aprobó la reforma política, es decir, los proyectos priorizados por el Gobierno con ocasión de la cuestión de confianza anterior, y que el actual Parlamento podría hacer aún más cambios. Así, de modo oblicuo, se reconoce la necesidad de la reforma, a contrapelo de la oposición mayoritaria inicial del Congreso a los cambios.
Sería coherente que este argumento venga acompañado de un reconocimiento formal a los miembros de la Comisión de Alto Nivel para la Reforma Política, hostigados incesantemente por la mayoría parlamentaria. Tachados de “notables”, su especialización en la materia devenía casi en un delito, y en ellos se pretendía castigar la demanda de renovación que el sistema político reclama en voz alta y atajar a la crítica ciudadana a la falta de eficacia de las instituciones.
El desempeño de este grupo fue meritorio en la producción y el debate de los cambios en medio del ataque el mensajero y no al mensaje; y a pesar de que estamos en los inicios de la tarea, este paquete tuvo mejor suerte que los proyectos de reforma constitucional aprobados por el referéndum de diciembre pasado, probablemente porque en ese caso la implementación se complejizó y luce incompleto porque no fue aprobada la bicameralidad por un error compartido entre el Gobierno y el Congreso.
De los seis proyectos priorizados en la reforma política, los cuatro que se han convertido en ley renuevan y modernizan la legalización de partidos, poniendo fin a una parte del sistema político cerrado, cupular y plutocrático, aunque este último objetivo no se conseguirá totalmente mientras no se suprima el voto preferencial. En términos de derechos, sin embargo, las elecciones internas y las listas paritarias y alternadas, aún en proceso, son logros que enriquecerán el quehacer político de las nuevas generaciones.
Con o sin elecciones adelantadas, el curso de la reforma no debe detenerse. Quedan las otras dos reformas constitucionales que deben ser votadas por segunda vez y abordar los otros proyectos que no fueron priorizados, pero de crucial incidencia en el cambio político, como la regulación más equilibrada de las relaciones entre el Ejecutivo y el Congreso para mejorar las prácticas de control mutuo, como la cuestión de confianza, la insistencia y el papel de las minorías en el Legislativo; la ampliación del mandato local y regional a 5 años; la elección parlamentaria en la segunda vuelta, entre otros.

El adelanto electoral, cuyo desenlace se posterga y se desenvuelve en cámara lenta, sigue siendo una oportunidad para redefinir actores para el cambio. La pugna alrededor del calendario electoral –si las elecciones son el 2020 o 2021- probablemente impida profundizar sobre la brecha entra la política y la sociedad que esta reforma está llamada a resolver, aunque mientras más demore el sistema en recuperar su legitimidad ante los ciudadanos, será más difícil curar las heridas causadas por la antipolítica y la contrapolítica. No basta que el liderazgo del país no quiera una asamblea constituyente; si desea impedirla, más allá del discurso temeroso deberían producir las reformas necesarias.

jueves, 12 de septiembre de 2019

Vacancia simbólica del poder

https://larepublica.pe/politica/2019/09/06/vacancia-simbolica-del-poder/
La República
La mitadmasuno
6 de setiembre de 2019
Juan De la Puente
El frustrado diálogo entre el Gobierno y el Congreso agudiza la confrontación. La colisión entre poderes se ha producido poniendo sobre la mesa dos dinámicas excluyentes, la disolución vs. la destitución, ambas salidas unilaterales y rupturistas con efectos diferenciados. La disolución del Congreso tendría un trámite jurídico –y jurisdiccional- borrascoso, en tanto que la destitución presidencial tendría un resultado caótico.
Confrontado con los plazos, el Gobierno tiene sobre sí la presión de los resultados inmediatos, una urgencia más exigida que al Parlamento, atrincherado y aislado de la sociedad, pero con una mayoría interna creciente. El comunicado de 7 bancadas en respaldo a Olaechea suma entre 85 y 90 votos.
En la sociedad, la colisión tiene sus códigos propios: 1) los peruanos se expresan mayoritariamente contra la vacancia de la presidencia; 2) rechazan con la misma intensidad al Congreso;  3) creen que Vizcarra debe dirigir la transición; y 4) demandan que se vayan todos. Son cuatro opiniones gruesas que, sin embargo, evolucionan singularmente, de modo que las opciones 1) y 3) podrían girar en sentido inverso. En cambio, no se espera que retrocedan las opciones 2) y 4).
Si bien estos datos son por ahora consistentes, sería incorrecto negarse a apreciar la principal tendencia que emerge de agosto, el primer mes sin salida a la transición: ambos poderes se han debilitado seriamente. De ahí que el efecto del choque de trenes presenta en la sociedad, por lo menos, un doble carácter: 1) nos acerca a una vacancia simbólica de las dos instituciones; 2) y demanda la emergencia de un movimiento, una coalición con una narrativa crítica de ambos contendientes.
Sea cual fuese el desenlace de esta pugna, el comportamiento autónomo de la sociedad es creciente, y en ella cabe tanto las demandas de renovación/reforma, ahora mayoritarias, como las que llaman a la ruptura en tonos más radicales, por la derecha o la izquierda. La puerta está abierta y por ella pueden ingresar ambas opciones, incluso convivir por un tiempo. Esa disyuntiva se aprecia en las movilizaciones en favor del adelanto de elecciones.
Mientras menos condiciones se tengan para un pacto de poderes –el fracasado diálogo reciente no será el último intento- hay más posibilidades de un pacto social contrario al poder. Es decir, el Congreso podría tener los votos para destituir al presidente Vizcarra, pero no hay votos que valgan para sortear la presión social dos años más.
Quienes teorizan sobre esta etapa de la vida nacional como si estuvieran frente a un tablero de ajedrez, creen que bastan los jugadores y el movimiento de piezas. Lamentablemente, esta no es solo una batalla de adversarios y piezas. Hay que recordar que esta es una transición y que “algo” está muriendo.
La pugna de estos años entre corrupción vs. anticorrupción y de reforma vs. inmovilismo, no ha renovado el sistema político, pero sí a la sociedad, por lo menos en términos relativos. Este periodo registra actores sociales nuevos –principalmente mujeres y jóvenes y comunidades territoriales- de modo que la correlación de fuerzas entre el poder y los ciudadanos se ha alterado. Los actores tradicionales han dejado de representar a una ciudadanía que reclama cambios que el poder no es capaz de poner a su disposición.