La
República
La
mitadmasuno
20
de setiembre de 2019
Juan De la Puente
Nunca como ahora, desde que se mide la opinión pública
en el Perú apareció con tanta claridad la distancia entre los ciudadanos y la
élite. En un país donde el remoquete de populista es una pulsación primaria que
intenta acabar con lo que no se entiende, la sociedad nos brinda una lectura
racional y abierta de esta etapa incierta, la primera de una transición que se
anuncia larga.
Cuatro datos de la reciente encuesta de Ipsos son aparentemente discordantes;
resumen, no obstante, brechas pronunciadas entre la situación de los actores,
es decir, entre su disponibilidad y sus reales posibilidades. El 70% se muestra
a favor del adelanto electoral, pero solo el 46% cree que se adelantarán las
elecciones. Luego, el 48% aprueba la gestión de presidente Martin Vizcarra, aunque
el 65% se opone a su vacancia.
En un ejercicio de agregación y desagregación
continua, estos datos revelan la existencia de una mayoría favorable a que se
ponga fin a este ciclo político. Esta mayoría, sin embargo, no es rupturista;
apuesta por una transición democrática, un “que se vayan todos” en clave
constitucional y pacífica. Y si se puede, pactada.
Los 24 puntos que median entre el respaldo al adelanto
electoral y la probabilidad de su realización son el reconocimiento de la
fortaleza de un sistema que se niega al cambio a pesar de los remezones. De ahí
irrumpe un código de la transición que debe ser visibilizado: el dato grueso no
es la demanda de cambio sino la resistencia a él.
En vías de agregación, la primera tendencia de estos
datos, a 50 días de la propuesta de adelantar las elecciones, es un equilibrio
entre “adelantismo” y continuismo. Es un equilibrio en movimiento que si bien
hace “archivable” la propuesta del Ejecutivo,
está a la espera de un giro del Gobierno en respuesta, el famoso Plan B que se
le reclama al presidente.
No debe obviarse una segunda tendencia, el ritmo lento
de esta transición contra una élite afligida que sobreactúa y se ataranta. Los
ciudadanos imponen un compás menos ansioso, cuestionan las salidas radicales y
el ajuste de cuentas entre los actores, al punto que el mismo adelanto
electoral ha retrocedido algunos puntos. Los ciudadanos esperan y son dueños de
una incertidumbre cuya clave es la expectativa y no la angustia. En esta
reacción juega probablemente un papel decisivo, la convicción de que no existe
crisis económica y que no es cierto, o no creen, que “ya llega la recesión” y “el país está parado”, una
recusación al chamanismo. ¿Cómo
leer esto? “Tu incertidumbre no es como la mía”.
La tercera tendencia se refiere al presidente. Los
ciudadanos lo siguen prefiriendo como un garante de este proceso, aunque ha
subido a casi un tercio el porcentaje de que quienes creen que debe dejar el
poder. La coalición conservadora
con promesa autoritaria que se ha formado en las alturas del poder, y que ha
salido de los límites parlamentarios para incluir a otras instituciones, aún es
una minoría en la sociedad. No por mucho tiempo; si la coalición democrática no
define un liderazgo y una narrativa de cambio y orden, la brecha que muestran
estos datos se cerrarán por la derecha. ¿Y hay coalición democrática? ¿Es tarde
para ella?
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