La
República
La
mitadmasuno
23 de
agosto de 2019
Juan De la Puente
El debate alrededor de la propuesta para el adelanto
de elecciones traslada el discurso de la élite desde la natural incertidumbre
hacia el miedo y la demanda de orden. Es una ruta también natural en un país
que, según el historiador Jorge
Basadre, en momentos de grave tensión, sus líderes han elegido el orden
y despreciado la libertad, como si fuesen opciones contrapuestas.
El discurso de la “salvación nacional” y la “salud
pública” ha sido, generalmente, una apuesta populista autoritaria que lograba
frenar el debate y la legitimación de lo nuevo, y especialmente para garantizar
la defensa de privilegios e intereses. Este discurso está de regreso en un
sector del país, y amenaza convertirse en una opción firme para enfrentar el
futuro.
La elite peruana está manejando mal la incertidumbre.
Su enorme miedo explica su discurso agresivo contra los movimientos sociales y
el ejercicio de los derechos. Es más que un miedo estrictamente político.
Algunos autores, como la filósofa Martha
C. Nussbaum, explican este miedo, acompañado de la ira, por la
impotencia frente al cambio de realidades y paradigmas, y que al no ser
encarados con las formas de la democracia y sus reglas, avanza a una
“alterización” de los que demandan. Ellos, los otros, resultan los malos, la
turba, y los desadaptados que hay que atajar y subordinar, es decir, “poner en
su sitio”. El sitio de siempre.
Por esa razón, el uso de la palabra incertidumbre,
para referirnos a uno de los atributos de esta transición resume menos de lo
que esconde, de manera que es necesario desagregar “las incertidumbres”. Tu
incertidumbre no es la mía. De primera impresión, existe una relación emocional
entre la elite política que se resiste a las elecciones adelantadas al año 2020
y los sectores que se sienten amenazados por la demanda de derechos sociales y
económicos. Es el sector más temeroso del futuro.
La galvanización de estos intereses ha sido más rápida
que la de la orilla contraria, lo cual ha producido la primera narrativa que
demanda orden contra el caos, mano dura contra la turba, la ley contra la
anarquía. Los partidarios del adelanto electoral han demorado en reaccionar,
especialmente porque para ellos hay otras emociones en juego, es decir, no solo
una cuestión de poder (la cuestión política) sino un problema de justicia y derechos
reclamados desde el pasado (la cuestión social).
La del miedo y del orden es por ahora una narrativa
localizada en los sectores altos del país, que viven el momento con agitación y
desesperanza, distinta a cómo lo vive la sociedad, con expectativas que aún no
son cancelatorias.
Es cierto que la mayoría de los peruanos tiene que
perder en una larga crisis sin salida, pero sienten que la incertidumbre es
menos perentoria que la corrupción. Alimentados por la desconfianza de dos
décadas de mala política diferenciada de una economía con un desempeño
aceptable, no exhibe la angustia de su clase dirigente; prefiere que se vayan
todos, y si debe respaldar a alguien, lo hace a Vizcarra empoderándolo
como abanderado de las elecciones adelantadas. La oposición va a tener que
trabajar muy duro para que su discurso de orden subordine el descrédito de la
política.
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