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viernes, 3 de noviembre de 2017

Derechas, tecnocracia y proyecto político (I) y (II)

http://larepublica.pe/politica/1107025-derechas-tecnocracia-y-proyecto-politico-i
Derechas, tecnocracia y proyecto político (I)
La República
La mitadmasuno
6 de octubre de 2017
Juan De la Puente
Se hace bronco el debate sobre si gobierna la derecha o la izquierda, o si hay más tecnocracia o política en el gobierno actual. La primera discusión es planteada por columnistas empresariales que no reconocen a PPK como suyo, y el segundo propuesto por liberales interesados en recuperar la política, acusados curiosamente de socialistas.
La disyuntiva tecnocracia/política es parte del debate de la reforma institucional; a ella me referiré luego, adelantando que la segunda le debe mucho a la primera. Por ahora, no imitaré a los columnistas que creen que hay una sola izquierda, y que toda ella es chavista. En cambio, creo que entre varios cortes y fracturas se aprecia por lo menos dos grandes grupos en la derecha, una empresarial en búsqueda de un proyecto político, y la otra, una derecha partidista-social, intensamente conservadora, sectaria y audaz, con una estrategia en curso para unificar discursos y copar espacios.
El debate de las opciones políticas empresariales no puede encararse desde la negación de sus intereses y el ejercicio fáctico del poder. El rasgo de fondo de este sector es su crisis de identidad que lo ha llevado a no sentirse satisfecho con PPK y el fujimorismo. Irredenta, se ha visto sacudido por el fin del consenso económico garantizado por el crecimiento, y el estallido de la esfera política de nuestro neoliberalismo.
Este sector cree que el sistema necesita cambios, esencialmente la mejora la competitividad, la formalidad y la productividad y procesa un acercamiento saludable a la reforma política y la búsqueda de un proyecto político.
No es sin embargo homogéneo, y cobija segmentos con discursos políticos fuertes y exitosos: los pesqueros, exportadores, constructores e industriales. La idea de hacer grande el Perú desde el mar, la pesca y el consumo de pescado podría parecer simple, pero es eficaz, imbatible y movilizadora, como demuestra el reconocido despliegue de ese sector en el reciente Niño Costero. Luego, la alta legitimidad social de los tratados de libre comercio, incluso los más polémicos, hace viable la apertura de mercados como parte ineludible de nuestro desarrollo. Y no se diga del proyecto constructor que propugna el desarrollo como equivalente de obra física y extensión de servicios a los pobres, que ha permeado la política; o del discurso político nacionalista de la industria, el más reconocido socialmente, que llevó hace 20 años a la Sociedad Nacional de Industria (SIN) a salir de la CONFIEP.
El resto carece de discurso eficaz. De estas ausencias, la que más llama la atención es la del sector minero, el más fuerte en volumen e incidencia. Desde hace 15 años se bate a la defensiva, con un discurso de batalla, con pocos aliados y muchos errores. Podría decirse que esta ausencia de discurso es el resultado histórico del extractivismo puro y duro jaqueado por cientos de conflictos sociales; pero, es más, es la falta de una opción integradora y nacional a pesar de la presencia de enclaves extractivos que operan en códigos modernos en varias partes del país.
En esos enclaves (ver las tesis de José de Echave sobre conflictos de convivencia) el eje del cambio hacia un discurso moderno de la empresa son los derechos. No es nuevo; en países emergentes o de renta media con brechas sociales significativas, los derechos y esencialmente la universalización de estos son la base del Estado de Bienestar (suena así la promesa de la OCDE ¿no?) en auge desde la primera mitad del siglo XX.

Esta relación entre empresa y derechos no pasa exclusivamente por la Responsabilidad Social Empresarial (RSE); es la política en estado sólido, una necesidad extrañamente rechazada por tendencias radicales de derecha o izquierda. Por ejemplo, una frase del Defensor del Pueblo sobre que sin crecimiento económico los DDHH no son reales para todos, fue duramente criticada como si los derechos, especialmente los de segunda generación, no están condicionados a políticas públicas financiadas exitosamente, y no declarativas.

http://larepublica.pe/politica/1109639-derechas-tecnocracia-y-proyecto-politico-ii
Derechas, tecnocracia y proyecto político (II)
La República
La mitadmasuno
13 de octubre de 2017
Juan De la Puente
El debate sobre si gobierna la derecha o la izquierda, o si hay más tecnocracia o política en el actual gobierno es respondida por la derecha negando que este gobierno sea suyo y por una crítica mayoritaria a los técnicos. Como a los partidos en los años 90, está de moda tirarle tomates a la tecnocracia.
El balance de su rol en los últimos 26 años es complejo, pero una conclusión realista es que la política le debe a la tecnocracia más que esta a aquella. Es cierto que parte del balance es la feroz estabilización (1990-1994), la aplicación del modelo neoliberal sin derechos (1992-1995) y el silencio cómplice y en algunos casos la participación en el esquema de la corrupción (1990-2000).
No obstante, también es parte de su legado la formulación de diseños públicos de primera y segunda generación; la creación de una política social especializada en el delivery que trasciende de la focalización a la universalización; y la democratización de los proyectos para la gestión de territorios, la descentralización, la expansión de la infraestructura hasta en los distritos y comunidades más lejanas. Que alguien sensato sostenga que en el crecimiento ininterrumpido del período 2001-2016 no hubo un claro protagonismo tecnocrático.
La tecnocracia como imagen de lo limeño es un error de perspectiva, una falla centralista del teodolito que analiza lo público. Las regiones y municipios están poblados de miles de tecnócratas que sostienen hoy mismo la descentralización a pesar del colapso de las elites regionales. En más de un departamento o provincia, ellos son el núcleo de la élite local.
Las tres grandes reformas del período 2001-2016 –la descentralización, la carrera magisterial y la distribución dirigida de los resultados del crecimiento– se hicieron y se gestionan con la tecnocracia en primera línea. En mi caso, que dirigí el primer grupo de elaboró el modelo del programa Juntos, siento que esta iniciativa no hubiese sido posible sin ese decisivo concurso.
Se acusa a los tecnócratas de ser pragmáticos, y lo son; pero no son más los políticos, que en los últimos 4 procesos electorales nacionales tercerizaron la elaboración de sus planes de gobierno atrayendo a núcleos tecnócratas y confiándoles cuotas de poder sustantivas ya en el gobierno, dando lugar a una variedad de tecnocracia, la tecnopolítica. De los 23 ministros de Economía y Finanzas desde 1990, solo dos pertenecieron orgánicamente al partido de gobierno.
Esta relación se ha transformado. De la idea de “los técnicos se alquilan” se ha pasado a la de “los políticos se prestan a los técnicos”. PPK y su pequeño partido expresan el inicio de ese tránsito, la toma del poder por la tecnocracia. Nada más heterodoxa que la tecnocracia de estos días.
¿Son promiscuos los técnicos? No más que la mayoría de políticos, si se revisa la composición de la representación nacional y regional, a excepción de AP, el Apra y algunos grupos de la izquierda. ¿No hacen política los técnicos? No, aunque esa práctica escasea también en la llamada partidocracia, la nueva y la tradicional, salvo que se llame “política” al espectáculo que vemos todos los días.
Es incómoda la tercera pregunta: ¿se parecen lo técnicos a los actuales políticos? En varios aspectos sí, aunque los segundos exhiben en promedio un déficit de competencias. Nunca como ahora ambos espacios expresan coaliciones de independientes, de lejos más organizadas las segundas.
Los límites esa tecnocracia son las urgencias institucionales que hacen crujir el sistema. En ese punto es crucial el agudo apunte de Carlos Vergara respecto a que estamos administrados y no gobernados. Ese límite se lee como el temor a acometer la nueva etapa de la democracia peruana, para que entregue derechos, reordene la descentralización, y cambie el Estado para acorralar a la corrupción. Para efectos de esta exigencia, la tecnocracia cree que la tierra es plana y no se atreverá más allá de los mares cercanos. Claro, tampoco lo harán los actuales políticos, pero eso es materia de otra nota.

viernes, 15 de abril de 2016

Parte de guerra, perdimos todos

http://larepublica.pe/impresa/opinion/751131-parte-de-guerra-perdimos-todos
La República
La mitadmasuno
25 de marzo de 2016
Juan De la Puente
No recuerdo campaña electoral más ausente de contenidos que ésta, pero sería un error atribuir ello exclusivamente a la distracción de las tachas y exclusiones y a la guerra política de los últimos tres años que se ha extendido al proceso electoral, matando futuros políticos y partidos.
La escasez de ideas en el debate público se debe a una verdad de Perogrullo, a que no existen. Para ser más específicos, se debe a que las formaciones políticas no las tienen a la mano. Dicho de otro modo, ideas existen pero están en otro lado, de modo que los candidatos y la mayoría de partidos tuvieron que realizar como nunca una importación masiva de especialistas. En esta campaña, el fichaje no solo ha sido de políticos sino de técnicos, dando lugar a una tecnopolítica aliada de los candidatos.
El resultado de esta importación es la poca apropiación de los programas por parte de los candidatos, de modo que las escasas propuestas con las que ingresaron a la campaña han variado en pocas semanas y a veces radicalmente. Así, un candidato que empezó su campaña negándose a la renegociación de los contratos del gas acaba de prometerla en una gira al sur del país a través de un mensaje; y más visiblemente, todos los candidatos se han pasado al bando de la reforma política a pesar de que en sus programas subestimaron esta urgencia o la negaron.
Esta brecha entre la especialidad de los equipos técnicos y el pragmatismo de los políticos se ha podido advertir en la serie de ocho foros temáticos organizados por La República, Latina, el JNE, el PNUD Perú, Idea Internacional, la PUCP y Telefónica del Perú, con la veeduría de la Asociación Civil Transparencia. Al culminar este proyecto se debatieron en total 30 horas, transmitidas en directo, y en los debates participaron 110 representantes de partidos y 16 especialistas que oficiaron de panelistas.
Este esfuerzo como otros es valioso para romper la inercia del no debate. El rasgo común de las presentaciones ha sido el reclamo tácito de los técnicos respecto del poco interés en sus partidos y especialmente en los candidatos por los programas. Así, el principal problema de la campaña es la falta de un horizonte de gobierno de casi todos los grandes actores, peligroso antecedente de los conocidos errores en la formación de los gabinetes. El primer pacto político que debería haberse producido es aquel entre los candidatos y sus comisiones de plan de gobierno.
El primer resultado de esta brecha es el minimalismo y la ausencia del espíritu de reforma. Por ejemplo, sobre seguridad ciudadana solo dos partidos proponen refundar la policía y poner fierro a fondo en la reforma judicial; en cambio, casi todos se cuidan de abordar lo que fue una moneda corriente en la última década: acabar con el servicio policial 24 x 24. ¿Cuál es el refugio de esta debilidad? Más penas, más escuelas policiales, más policías, más comisarías y más patrulleros, es decir, la filosofía de “más es mejor”.
El segundo resultado es la ausencia de instrumentos; la lógica populista de los candidatos ha borrado el cómo de los planes, de modo que las grandes ofertas terminan siendo mágicas: la mayoría se atreve a lanzar cifras de crecimiento del PBI, reducción del IGV e inversión en educación y salud, sin rigor macro. Anticipo en base a ello que el partido ganador, sea cual fuese, se desentenderá de las propuestas gruesas y gobernará como los tres últimos gobiernos, con un espíritu de corto plazo. Llámenme pesimista. Okey, pero se lo voy diciendo.
Era esperable que los medios, que se han pasado 10 años criticando la mediocridad de los políticos y 3 años cuestionando las guerras de adjetivos, reaccionaran ante la escasez de ideas y fomentaran el debate de programas y empoderaran a los jefes de plan de gobierno de los partidos. No ha sido así, lamentablemente. Más allá de la adhesión o el rechazo de algún candidato, en los medios también han escaseado las ideas. A pocos días de las elecciones, la ideas también están en una esquina, observando.