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lunes, 23 de marzo de 2015

Política, antipolítica y contrapolítica

http://www.larepublica.pe/columnistas/la-mitadmasuno/politica-antipolitica-y-contrapolitica-13-03-2015
La República
La mitadmasuno
13 de marzo de 2015
Juan De la Puente
Un apreciable porcentaje de ciudadanos no acepta ninguna forma de reelección, ni de financiamiento público de los partidos, y cree –con mayor o menor intensidad– que todos los políticos son una maldición corrupta e ineficaz que debe ser erradicada. De acuerdo al último Latinobarómetro, publicado el 2014, el Perú, junto a Chile, Brasil, Bolivia y Argentina, se encuentra a la vanguardia de los países con mayor porcentaje de ciudadanos que cree en una democracia sin partidos y sin Congreso, con menos interés en la política y más escépticos respecto de la posibilidad de que sus gobiernos puedan resolver los problemas en los próximos cinco años.
Fuera de las comparaciones, otros datos permiten apreciar la resistencia de los ciudadanos a la política. Según la encuesta de GfK de febrero de este año, el 55% cree que el actual diálogo político no servirá para nada o profundizará los desacuerdos y otro tanto sostiene que ni al gobierno ni a la oposición le interesa llegar a acuerdos. Ese mismo sondeo revela que dos tercios no se sienten cercanos a ninguna opción política.
Las explicaciones centradas en la decepción y la desconfianza son ciertas pero crecientemente básicas e insuficientes. El desencanto peruano pasa a mayores y va a contracorriente de otros fenómenos, como la relativa satisfacción de progreso y de legitimidad del mercado; no es el resultado de una crisis perfecta en la que la falta de adhesión a la política es compartida por los partidos y la economía.
La explicación podría suministrarla los 25 años de antipolítica, es decir, el sacrificio de la competencia democrática, el pluralismo y la deliberación en manos del decisionismo y de los poderes fácticos. Una parte de los ciudadanos empieza a recusar esta forma de hacer política y de gestionar el Estado debido a los resultados presentes, especialmente los referidos a la corrupción y a la falta de seguridad. Sin embargo, aquí no funciona el péndulo; ese sector no se decanta necesariamente a favor de lo que se denomina tradicional, es decir, líderes, partidos, símbolos y narrativas convencionales, Para ellos, no hay a la vista nada nuevo y nada bueno. Todos son iguales.
Esta contrapolítica envía mensajes antisistémicos, pero no solo estos; también voltea la mirada hacia formas ilegales de política, que son nuevas pero no expresan necesariamente una apuesta democrática, como se pudo apreciar en varios resultados en las elecciones regionales pasadas. En cualquier caso, sin embargo, debe anotarse que no solo parece haberse agotado la transición post fujimorista sino el ciclo mayor no tocado por esta, la antipolítica.
No encuentro progresista esta extrema recusación de la política. Al contrario, sufre la enfermedad de la desideologización. Contra quienes creen que es la base para el surgimiento de un Podemos peruano (en similar proceso que el de España), creo que este segmento es infértil, se indigna pero no se moviliza, y reclama pero no está dispuesto a mover un dedo por el cambio.
La contrapolítica es un riesgo para nuestra democracia despolitizada y no solo para los partidos y líderes. Siendo que no le interesa el antagonismo, las relaciones de poder y la alternancia, es decir, deja de escoger o preferir, puede conducirnos con audacia a increíbles resultados electorales en nombre de lo nuevo. Quizás basados en esta percepción y al mismo tiempo posibilidad, el Perú es en estos momentos el primer laboratorio mundial de outsiders, y a este afán se dedica tiempo, dinero y sobre todo esperanzas. De los programas y proyectos de país se habla poco y se entiende: “todos son iguales”
Es preciso reaccionar frente a la contrapolítica, una forma de política en modo de negación. Ciertamente no solo es una obligación de los partidos, cuya mochila los ciudadanos y medios cargan todos los días con exigencias que deberían ser compartidas. Sin abandonar el espíritu crítico y la exigencia de la reforma como alternativas a la crisis de representación no es recomendable saludar y alegrarse por este “que se vayan todos” peruano.

jueves, 23 de diciembre de 2010

Partidos: suicidio colectivo

La mitadmasuno
La República
Jueves 23 de diciembre 2010
Juan De la Puente
http://www.larepublica.pe/23-12-2010/partidos-suicidio-colectivo
El proceso de designación de candidatos a la Presidencia de la República y de “planchas” presidenciales ha sido más intenso del que se esperaba en lo que se refiere a la destrucción de las colectividades políticas. De hecho, el primer saldo de este proceso es la muerte de lo que llamamos sistema de partidos, surgido con la apertura democrática de 1980 y herido muy seriamente en la década fujimorista. Si algo caracterizaban los procesos de los últimos 30 años es que, en la mayoría de casos, los partidos escogían a sus candidatos. Como signo de la nueva época, esta vez los candidatos han escogido a sus partidos.
Podríamos volver a la discusión que se tuvo en los años 90 respecto a que si la dictadura fue el resultado de un asesinato o de un suicidio. Luego de una década democrática no hay duda de que se trata de un suicidio colectivo. La constantes de este fenómeno son varias: 1) los tres partidos llamados tradicionales, AP, PPC y APRA, van a las elecciones sin candidato propio; 2) todas las alianzas constituidas legalmente, realmente no lo son; podrían recibir el nombre de cooptaciones o adhesiones, pero ninguna reviste la fisionomía de una coalición; 3) los procesos internos para la elección de aspirantes presidenciales y vicepresidenciales fueron, en algunos casos, imperceptibles latidos, evidencia de agonías y, por tal razón, la elaboración de las listas presidenciales no han enriquecido ni a los partidos ni a los candidatos. En algunos casos, los han empobrecido más o han mostrado la inviabilidad de la apertura que se deseaba proyectar.
En esta democracia sin partidos por la que transitaremos, ¿qué reemplazará a la mediación partidaria? Algunos indicios son ya relevantes, como el enorme peso de los medios que se van organizando alrededor de algunos candidatos y en contra de otros; la voz del mercado expresada directamente por sus voceros; y la creciente fuerza de un grupo selecto de formadores de opinión que opera en papeles de crítica, adhesión, denuncia y alerta.
¿Será posible reconstruir en el mediano plazo un sistema de partidos? Solo en la medida en que se registre una reforma del sistema político. No obstante, como se sabe, los gobiernos fuertes pueden realizar reformas tan resistidas como las que se relacionan con los partidos y la representación. A estas alturas, es difícil presumir que el próximo gobierno lo será.

sábado, 21 de agosto de 2010

Orfandad electoral

La mitadmasuno
La República
Sábado 21 de agosto 2010
Juan De la Puente
http://www.larepublica.pe/la-mitadmasuno/21/08/2010/orfandad-electoral

El RENIEC acaba de publicar un Boletín Estadístico Electoral que revela información muy valiosa para avanzar en el debate de la reforma política, en este caso de la representación. La primera pregunta que surge de las cifras gruesas, sin tocar la discusión sobre la bicameralidad, es si un país de 19 millones de electores y que pregona su emergencia económica y política debería continuar teniendo un Parlamento de 120 miembros, a razón de casi 160 mil electores por cada congresista, proporción imposible ya de comparar con algún país de América Latina y muy parecida a los países más pequeños del planeta. Fernando Tuesta anotó hace poco que el tamaño de nuestro Parlamento es comparable al de 1857.
También llaman la atención los cambios ocurridos en los distritos electorales sin respuesta del sistema político, que no se da por aludido que el déficit de la representación que denotan los estudios también se relaciona con la falta de una distribución equitativa de escaños. En el caso de la Amazonía peruana, Loreto tiene más electores que Ica pero elige tres congresistas, uno menos que ese departamento; de igual modo, Ucayali tiene más electores que Huancavelica pero elige solo dos parlamentarios, uno menos que ese distrito electoral. Asimismo, Arequipa y Cajamarca tienen casi 150 mil electores más que Áncash pero eligen, como este, 5 congresistas.
Más clamoroso es el desarraigo representativo de los peruanos en el exterior que suman 716 mil. Si nos atenemos a la media de los distritos electorales peruanos actuales y al estándar democrático, la migración debería elegir por lo menos 5 parlamentarios, superando la grotesca norma que los obliga a votar por los congresistas de Lima en un plano centralista y de ciudadanía recortada entendible en el personal policial y militar pero no en la diáspora impulsada por la crisis y la violencia.
Subyace en lo anotado un problema de fondo, el tamaño de los distritos electorales. En el caso de Lima, es potencialmente destructivo de la democracia que los 580 mil electores de San Juan de Lurigancho; los 412 mil de San Martín de Porres; los 353 mil de Comas; o los 312 mil de Ate, no puedan elegir directamente a un representante, derecho que les asiste a ciudadanos de distritos electorales con menos de 70 mil sufragantes. En tanto, más de la mitad de parlamentarios limeños se concentran en tres o cuatro distritos mesocráticos que, juntos, no superan el medio millón de electores.