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jueves, 3 de enero de 2019

Región y reforma política

https://larepublica.pe/politica/1375656-region-reforma-politica
La República
La mitadmasuno
14 de diciembre de 2018
Juan De la Puente
Las regiones del Perú serán gobernadas por un grupo de autoridades en su mayoría electas bajo la sombra de la ilegitimidad y la sospecha de corrupción. Salvo un puñado de gobernadores, no se había visto una precariedad inicial tan aguda desde el inicio del proceso de descentralización, el año 2002.
La idea de que a pesar de esta realidad las regiones iniciarán un nuevo período de gobierno de 4 años “sin problemas” es errada. El rasgo predominante de las gestiones que culminan este mes –otra vez con muy contadas excepciones, no más 3 o 4- es el fracaso, sin diferenciar los orígenes de derecha o izquierda de sus autoridades, o que las gestiones sean más o menos descentralistas, o poco o más tecnocráticas.
La pregunta de si se había agotado el impulso descentralista del 2002 hace años era incómoda, esencialmente tratándose de una reivindicación tan cara a los pueblos, con raíces históricas asociadas a los reclamos de justicia social. Es más incómodo ahora negarlo. Al contrario, admitirlo es la condición básica del cambio.
El paso obligado de una conclusión que afirme que nuestro descentralismo ha llegado a un punto de incompetencia no habilita el retorno al centralismo, no solo viejo e inservible, sino obsoleto. Por lo mismo, no debería esperarse que Lima piense en un cambio, sino que debe abrirse paso una reflexión sobre que este es el momento más crítico del proceso iniciado hace 16 años, y que se necesitan medidas urgentes para evitar una quiebra institucional adelantada, de lo que anuncian un sombrío aumento de la abstención electoral.
Existe un corto plazo insoslayable; el acompañamiento de los primeros 180 días de las nuevas administraciones es necesario. La mayoría de los gobernadores elegidos no ha tenido contacto directo con las regiones o carecen de experiencia de gobierno, y una revisión de los planes de gobierno arroja la necesidad de una rápida apropiación de las políticas públicas nacionales y regionales, añadida a un problema aún más generalizado: la falta de recurso humano calificado para cubrir un creciente número de cargos de confianza.
Solo una región fue ganada por el mismo grupo que triunfó el año 2014; en el resto de casos, fueron elegidos movimientos que habían postulado candidatos sin éxito en elecciones anteriores, y solo en tres casos retornan al poder anteriores gobernadores regionales.
Desde ese punto del balance, la inclusión de la descentralización en el proceso de reforma política es ineludible. De otro modo no se entendería que la reforma del sistema político obvie problemas tan serios como la formación de la representación regional, las competencias no ejercidas, las debilidades de las políticas regionales, el consejo regional convertido en un Frankenstein, la inexistente rendición de cuentas y la participación, y la resistencia a la descentralización fiscal, entre otros.
La derrota del grupo que gobernó dos períodos en Cajamarca es la debacle del regionalismo duro e ineficaz, así como que los caóticos casos de Piura y Ayacucho son la derrota del regionalismo pragmático aliado de los gobiernos nacionales. Entre ambos modelos se ubican emblemáticos casos de regiones que terminan este período en literal colapso, incluido aquellos que practicaban un partidismo regional con alcance nacional, a cargo de Alianza para el Progreso (APP), uno de cuyos gobernadores fue detenido hace unas horas.

¿Cuál sería el argumento básico para no incluir el proceso de descentralización en la reforma política? Una explicación podría señalar que la reforma de los partidos y del sistema de elección de autoridades de plano incidiría en las regiones. Es cierto eso, pero es más cierto que solo una parte de esta reforma se refiere a estas áreas, teniéndose una compleja agenda de normas, incluyendo reformas constitucionales, y otras decisiones que se encuentran particularmente en el ámbito de las relaciones entre las regiones y los poderes nacionales y de las regiones entre sí. De hecho, hay muchas más razones para incluir ahora a las regiones en la reforma política que razones para mirar a otro lado.

miércoles, 2 de enero de 2019

Gobernar a dos manos

La República
La mitadmasuno
30 de noviembre de 2018
Juan De la Puente
La reciente encuesta del Instituto de Estudios Peruanos (IEP) que publicó este diario (LR) reporta datos sólidos respecto a la etapa julio-noviembre experimentada en nuestro país, un tiempo corto y turbulento, y cuyos desenlaces llegaron al final luego de, por lo menos, 25 grandes sucesos políticos y judiciales concentrados en octubre y noviembre.
La primera imagen que entrega este sondeo, compartida por la que brindó la encuesta de Ipsos días antes, es mixta: un liderazgo político descabezado que, sin embargo, no impide que el sistema se siga moviendo, en un cuadro donde emerge el solitario liderazgo del presidente de la República y la laboriosidad de una parte de la sociedad civil organizada. Solo de una parte.
La batalla iniciada en julio no ha terminado y hay espacio para más giros y sorpresas, especialmente por el dinamismo de los procesos a cargo de la fiscalía y el Poder Judicial y la debilidad de los actores políticos. Con todo, los primeros resultados -provisionales- no son superficiales. El presidente Martín Vizcarra ha consolidado una alta aprobación en los últimos meses (ahora en 57%) y el liderazgo alternativo, opositor o solo distante, ha consolidado una muy baja aprobación que alcanza el 20%, con la mayoría de líderes concentrando altas tasas de rechazo.
Esta imagen explica varios fenómenos más allá de la aceptación/rechazo. Segundas lecturas necesarias de las cifras invitan a pensar en dos variables decisivas: 1) la indiferencia (que puede también esconderse en el rechazo mismo o en el ítem “no conozco lo suficiente”) como un elemento del período que acaba el 9 de diciembre con el referéndum; y 2) el hartazgo de una opinión pública que, reconociendo positivamente la lucha contra la corrupción de los últimos meses, es consciente de que los políticos no le pueden entregar más resultados en otros aspectos.
Es probable que moleste leerlo, pero el primer dato de este período no es la demanda de cambio sino la resistencia al mismo (por favor no tirar piedras), la misma que se nutre de los intereses ubicados en las cúpulas de los partidos y de la mayoría de instituciones, y que también se alimenta de la falta de motivación de la sociedad. Sinceramente, a nueve días del referéndum, un hito histórico de la reforma, debo decir que esperaba más movimiento.
Estas variables anotadas –desconfianza y hartazgo- asoman en la encuesta del IEP tanto como empoderamiento de alguien ajeno a la política como el fiscal Domingo Pérez (¿recuerdan al juez Moro en Brasil y el fiscal Di Pietro en Italia?) y el aumento de la creencia social de que un outsider salvará al Perú. En la encuesta, el 48% cree que el líder que el país necesita es un personaje “opuesto a la política tradicional”, que “acabe” con los políticos existentes y comience “desde cero”.
Desde esas mismas variables incómodas, debe repararse en que el liderazgo presidencial de la agenda es sólido en números, pero el contenido de su aprobación resume una conexión precaria con la sociedad, sustentada por ahora exclusivamente en su papel en la lucha contra la corrupción. En tres áreas específicas de desempeño personal, proyecto de país, crecimiento económico y reconstrucción del norte, la presidencia no concentra respuestas aprobatorias. Luego, en la consulta sobre el desempeño del presidente en 15 sectores, es desaprobado ampliamente por lo menos en dos, seguridad ciudadana y salud, y aprobado ampliamente en educación.

Una interpretación de este cuadro indica que por ahora los peruanos le piden al presidente que se concentre en lo poco, pero urgente. Sin negar que este temperamento pueda ser posible, es necesario advertir que en la etapa que se inicia luego del referéndum, el presidente debería gobernar “a dos manos”, con una en la reforma y la otra en el gobierno cotidiano, sin ceder a la exigencia de enfocarse solo en lo segundo. En el mediano plazo, es igualmente riesgoso que se cancele el ciclo de reformas y que se desatienda el gobierno de todos los días. Son las exigencias de un momento crucial de nuestra gobernabilidad donde se confunde el volumen de lo que se puede perder con el volumen de lo que se puede dejar de ganar.

Casuística de la corrupción

https://larepublica.pe/politica/1358164-casuistica-corrupcion
La República
La mitadmasuno
16 de noviembre de 2018
Juan De la Puente
La Fundación Konrad Adenauer y la Universidad Antonio Ruiz de Montoya acaban de publicar un interesante libro, El círculo de la corrupción en los gobiernos regionales; los casos de Cusco, Ayacucho, Moquegua, Piura y Madre de Dios (KAS-UARM 2018. Lima, Tarea) que recoge una investigación de un equipo dirigido por Eduardo Vega Luna sobre el funcionamiento de la corrupción regional y local.
En el ámbito subnacional se desplegaron redes criminales que se desarrollaron rápidamente debido a la falta de control y a la facilidad con que coparon el sistema de justicia y los medios de comunicación, un ejemplo de lo cual fue la región Áncash en el gobierno de César Álvarez. Este fenómeno interactúa de modo más desembozado con otras modalidades de crimen organizado como la minería y tala ilegales, el narcotráfico y la trata de personas.
En el escenario nacional de la corrupción se registran cambios significativos respecto al número de casos, agrupando en ese título los delitos de peculado, colusión, cohecho, negociación incompatible, malversación y concusión, entre otros. Desde el año 2013 cuando se contabilizaron 2.500 casos, estos han escalado a 35 mil para finales del año pasado, con realidades muy diferenciadas cuando se desagregan los números a escala regional.
Por ejemplo, un grupo de regiones donde las denuncias han sido insistentes en los últimos años no experimenta una gran progresión en el número de casos. Se trata ejemplo del Cusco, donde se ha pasado de 1.611 a 1.732 en ese período, o en Cajamarca, que pasó de 1.012 a 1.139; no es el caso de Áncash donde los casos suman 3.160, el segundo lugar luego de Lima. En la capital, en cambio, los procesos han aumentado en el mismo período de 3.160 a más de 7 mil. Podría señalarse que en la capital se ubican varios casos “nacionales” o que otros fueron trasladados a la Sala Penal Nacional. Siendo todo ello cierto, no deja de tener razón la prevención de que en las regiones se lucha menos contra la corrupción.
En una mirada regional de la corrupción se advierte un panorama distinto respecto a los afectados, que son los municipios, la policía, los gobiernos regionales, los colegios y las universidades. Este cuadro nos devuelve a la realidad que los especialistas denominan la micro corrupción, la menos visible de ella, pero la que probablemente afecta más directamente la vida cotidiana de los peruanos. Esto explica que el 27% del total de casos de corrupción se refieran a municipios distritales, aunque hay otra cifra que merece también ser resaltada: 67 gobernadores y exgobernadores están implicados en procesos por delitos de corrupción, en 395 casos, de los cuales solo el 50% ha pasado de la investigación preliminar.
En la casuística regional asoman algunas realidades trasversales. La primera es la crisis de la contratación regional de obras públicas que el estudio identifica como “un proceso de alto riesgo” que se inicia en la falta de adecuación a los planes de desarrollo, el populismo en las prioridades del plan anual de contrataciones, la falta de calidad de los expedientes y la sobrevaloración inicial de las obras. La recomendación en este punto, ya advertido en otros estudios, es la reforma de los comités de selección, una alerta que ha lanzado también hace poco la Contraloría General de la República.
El estudio trae evidencias sobre el mito de las soluciones empleadas en los últimos años, especialmente la modalidad de administración directa. De hecho, en dos de las regiones estudiadas, la mayoría de obras paralizadas son de esta modalidad, en Cusco 192 y en Ayacucho 31. En este mismo contexto, se advierte la práctica del visto bueno de gastos adicionales que incrementan el costo de las obras o no aplicar las penalidades por los incumplimientos injustificados, ambas irregularidades de la mano de proceso de supervisión que a su vez no es fiscalizado por deficiencia institucional o porque forma parte de la trama corrupta.

Todos estos hallazgos son pertinentes a pocas semanas del inicio de nuevas gestiones regionales y locales que deberían tener desde su primer tramo políticas anticorrupción eficaces.