Por Juan De la Puente
Concuerdo
con que los sucesos durante la juramentación de los congresistas 2016-2021
opacaron un tanto la solemnidad del inicio de sus funciones y, como dice mi
amigo Jorge Bruce, debió respetarse la majestuosidad del Congreso. Dicho esto, históricamente
el Parlamento se ha movido entre esta majestuosidad y la borrasca en una relación
en que han sido más solemnes los congresos de las etapas menos críticas o más
monocordes; y, al revés, fueron menos “majestuosos” los parlamentos más
polarizados.
Esto
se explica desde la teoría de la representación, una de cuyas constantes son
las convenciones constitucionales, tanto en el modelo clásico británico de la
supremacía parlamentaria (en ese caso el Parlamento sí es “soberano”, en
nuestro caso no) como en los sistemas presidenciales. De acuerdo a estas
convenciones, el Congreso no solo acuerda (leyes), sino que realiza una función
ininterrumpida: debate, acuerda, controle; y vuelve a debatir, acordar y
controlar. Esta convención hace del Legislativo una institución compleja,
dividida e inestable por naturaleza.
El
acto reciente indica que tendremos un Parlamento con una mayoría arrolladora
(Fuerza Popular) y una minoría activa (Frente Amplio). En ese sentido se
parecerá al Congreso 1995-2000 más que a cualquier otro de los que tuvimos
entre los años 2001 y 2016.
Si
algún grupo debe evitar que se repita esa experiencia, es el fujimorismo,
porque el acto de juramentación del 22 de julio anuncia los emplazamientos: la
mayoría poco tolerante usando el número para aplastar a la minoría –ejemplificados
por las rechiflas a Marisa Glave e Indira Huilca- y una minoría que pugna por
su derecho a ejercer la representación. Esa película ya la vimos.
En la juramentación
se ha evidenciado también que
las respuestas del fujimorismo al Frente Amplio es asociar a esta con el
terrorismo, otra reacción propia de los noventa. Hace días fue un punto de
vista de Héctor Becerril pero parece que hay un contagio en marcha de esta posición
equivocada, aunque en el fujimorismo se aprecian dos posiciones, un
comportamiento más tolerante con las otras bancadas y un núcleo radical.
En ese contexto, es relativa la llamada
majestuosidad del Congreso y adquiere más importancia la tolerancia y el sentido
liberal de la competencia política. En la Asamblea Constituyente de 1978 hubo
al mismo tiempo borrasca y contenido y un ningún momento se le ocurrió a VR
Haya de la Torres o a Luis Bedoya Reyes disciplinar a la izquierda para
mantener el orden.
Me
parece legítimo que los parlamentarios juren por el indulto a Fujimori, por
Haya, Belaunde, por su madre, por lo animales o por los padres de la patria. Si
a alguno la parece que eso es un error debería recordar los tres principios
básicos e históricos de la representación parlamentaria: 1) los diputados representan a todo el pueblo; 2) Los diputados
no están sujetos a mandato imperativo; y 3) La elección debe realizarse
periódicamente.
Estos tres principios fueron acogidos a los nuevos parlamentos
representativos de los siglos XIX y XX.
Siendo el juramento un acto político
no entiendo porque impedirle a los legisladores expresar sus ideas así no
estemos de acuerdo. El problema es otro y consiste en que el Congreso peruano
ha restringido el espacio para el debate de modo que los legisladores deben
encontrar otros espacios para este intercambio: la prensa, el acto público, las
comisiones y las redes sociales.
Al Congreso no le falta orden sino
calidad. Algunos medios señalan que fue un estadio y si es así me pregunto si
el problema no serán también las reglas de juego. El anterior Reglamento era
pro debate y el actual anti debate.
La otra reflexión que me motiva la
bronca de la reciente juramentación es el de los contenidos. Una cosa es un
Parlamento borrascoso con contenidos y otra sin temas de fondo. Este es un desafío
para todos, incluyendo el Frente Amplio porque es preciso recordar que el
Congreso es un espacio democrático donde la carne tiene hueso y donde hay que
pactar pero también acordar. En este punto queda claro que vamos hacia tres dualidades:
PPK tendrá dos oposiciones firmes (FP y el FA); la izquierda hará igualmente
dos oposiciones (a PPK y a FP); en tanto el Fuerza Popular puede quedar
jaqueado por una presión del Ejecutivo y una interna. En esto es también
inédita la ruta que empezamos a recorrer. ¿Es un todos contra todos? Por ahora
no, es un varios contra varios.