sábado, 29 de septiembre de 2018

Cuatro rupturas a la vista

https://larepublica.pe/politica/1317800-cuatro-rupturas-vista
La República
La mitadmasuno
14 de setiembre 2018
Juan De la Puente
A dos meses del inicio de un nuevo periodo crítico no se tienen a la vista las condiciones que permitan una salida al corto plazo, de modo que este escenario se prolongará, por lo menos, hasta fin de año, aun si, como las tendencias lo perfilan, se lleve a cabo en diciembre el referéndum aprobatorio de la reforma del CNM.
El principal efecto de la prórroga de esta crisis en su estado puro –Gobierno vs. Congreso- será su contagio de todos los actores públicos. Los hechos iniciales de esta “contaminación” están en curso: se aprecian por lo menos otras cuatro rupturas dentro del sistema, que acompañan el conflicto mayor, o que lo visten, una detonación de cuerpos cuyos pedazos deberán ser recogidos y pegados en algún momento. Si se puede.
La primera es la ruptura entre la política nacional y la local/regional. Conmueve el esfuerzo que realizan los candidatos, salvo excepciones, para tender un cordón sanitario alrededor de los temas nacionales y evitar los mensajes políticos. Esta es la décimo segunda elección municipal/regional desde 1980 y la más despolitizada, cuyo resultado serán gobiernos locales y regionales silvestres surgidos en medio del desorden y pánico, y sin grandes compromisos y cuentas que rendir. En Lima, el emblema de esta ruptura es el candidato a la alcaldía de Lima que representa a un partido inscrito a través de una operación mafiosa y acusado él mismo de asesinato y violación sexual, aunque cada región tiene su emblema propio, o más de uno.
La segunda ruptura es entre la sociedad y la élite. La primera quiere guerra política y la segunda se debate entre la guerra y la paz. La sociedad apuesta por soluciones duras –que se vayan todos, no reelección, cierre del Congreso, cárcel para todos- en tanto que la élite intenta racionalizar la confrontación, pero sin cronogramas y planes estratégicos a la mano. No obstante, la guerra total al sistema desde la sociedad aún carece de generales, en tanto que los bandos en pugna “arriba”, incluso los más esclarecidos, demoran en proyectar un imaginario atractivo que aproveche la riqueza de la relación corrupción-cambio de esta etapa. En ese contexto, la creación de la Asamblea Ciudadana y de la Red Cívica por el Referéndum son aciertos que atienden al principal rasgo de esta crisis respecto de la que terminó con la caída de PPK: la primera vez desde la caída de Fujimori en que el centro de la discusión es un cambio muy profundo y urgente.
La tercera ruptura son las guerras civiles al interior del sistema. En relación al servicio de justicia, el organismo más impactado es la fiscalía, aunque en el Poder Judicial madura una crisis que se dinamizará cuando a fin de año se elijan a los nuevos presidentes de la Corte Suprema y de las cortes superiores. En lo más estrictamente político, la mayoría de partidos es sacudido por una disputa entre las bases y la dirección o entre las dirigencias, cuyo episodio más reciente –no será el único- son las declaraciones de Alfredo Barnechea contra Raúl Diez Canseco, de modo que, al prolongarse este escenario, no mejorarán las opciones electorales de los grandes candidatos de cara al 2021. En ese sentido, sí tiene algún asidero la presunción de que las batallas políticas del periodo 2016-2018 debilitarán a todos los contendientes y no solo a los que creen haber ganado.

La cuarta ruptura es entre el mercado y la política. La suma de la crisis enero-marzo y la que se inició le podrían costar a la economía dos puntos de crecimiento del PBI. Una respuesta fácil sería afirmar que igual creceremos 4% y que, con crisis o sin ella, los precios de los metales son el principal dinamizador de nuestro crecimiento. Esta respuesta complaciente no toma en cuenta que 6% es siempre más que 4%, y que la confianza de los consumidores y empresarios, o las expectativas de contratación de personal (BCR), operan a la baja, aunque el crecimiento de este año no será providencial para efectos de esta crisis, en la medida que impide a los empresarios tomar partido por una de las partes involucradas en el conflicto.

viernes, 28 de septiembre de 2018

La odiosa dictadura de los números

https://larepublica.pe/politica/1313186-odiosa-dictadura-numeros
La República
La mitadmasuno
7 de septiembre de 2018
Por Juan De la Puente
Los últimos días el sistema político peruano parece estar suspendido en el aire, en medio de una sucesión de movimientos en varios espacios convergentes o divergentes. Estos movimientos son cada vez más explícitos, una especie de batalla cuerpo a cuerpo de los actores de una crisis que cada vez tiene más voces. Si al inicio de este periodo sobresalía la identidad del Gobierno y la mayoría parlamentaria, se asoman ahora con perfil propio la fiscalía, el principal aliado de Fuerza Popular y la sociedad organizada, principal apoyo del Gobierno.
Un empate de fuerzas impide por ahora la imposición de una de las partes, al punto de que no se sabe qué es más decisivo, que la crisis no se resuelva o que no exista una fuerza capaz de impulsar los cambios, incidiendo en este resultado provisional el hecho de que la desafección social a la política es a todas las políticas en su conjunto.
Es la hora de las alianzas. El Gobierno, y en especial el presidente de la República, se encuentra mejor ubicado para construir una coalición propia o, en su defecto, para ser el centro y beneficiario de una coalición que lo respalde. La convocatoria de una marcha contra la corrupción para el próximo 12 de setiembre marca la irrupción de un amplio consenso ciudadano, cuyo desempeño será decisivo para el desenlace de este periodo crítico.
El fujimorismo, muy aislado en la sociedad, tiene un espacio muy limitado para formar una coalición propia, especialmente porque carece de estrategia política, o porque confunde ella con una estrategia judicial. A propósito, la reanimación del caso Chinchero, o nuevo discurso contra el Gobierno en torno a la anemia y la reconstrucción del norte, tiene que pasar por el trámite de su conversión de motivos poderosos contra Vizcarra para tener el impacto deseado. Ni Vizcarra es PPK, ni Fuerza Popular de este tiempo es el mismo grupo que desgastó eficazmente a PPK admirablemente ayudado por este.
La caída de Kuczynski se consumó luego de cuatro meses de una guerra intensa precedida de otros 12 de extrema hostilidad, desde la interpelación de Jaime Saavedra, en diciembre de 2016. Fueron, además, 16 meses donde la misma lógica de la confrontación tuvo que ceder a la presión ciudadana por la reducción del encono, una sucesión de microciclos tensión/cooperación. Recordemos que PPK cayó por los Mamani audios.
Este es un momento distinto en el que debe tenerse presente, además, la dictadura de los números. No hay una talla perfecta del ropaje aprobación/rechazo de los políticos, pero desde que las encuestas se generalizaron como un instrumento para medir las capacidades y posibilidades de los partidos y líderes en el Perú, no se ha registrado ninguna experiencia en que se pudo superar un alto porcentaje de desaprobación sobre los dos tercios de los encuestados, especialmente si se ejecuta una política extremista y antagónica.
El caso del alcalde de Lima, Luis Castañeda es muy emblemático. Mientras no superó el 50% de desaprobación (enero de 2017, IPSOS), pudo manejar su rechazo, pero cuando la desaprobación trepó al 66% (julio de 2017, IPSOS), le fue imposible. Eso le puede sucederá Keiko Fujimori, a Fuerza Popular y al Congreso, poseedores de un altísimo rechazo que amenaza con ser endémico. Contra lo que dicen los refranes y frases célebres, el odio no es estéril.
Es más, una parte de los peruanos consideró justas las razones de la caída de PPK, lo que se expresó en mejoras en la aprobación del Congreso y de su entonces presidente en los meses de abril y mayo, de acuerdo a las mediciones de IPSOS. Sin embargo, no premiaron por el mismo motivo a Keiko Fujimori que se acerca al 80% de desaprobación, con una aprobación menor al 20%.

Aun asi el fujimorismo logre impactar a Vizcarra, será difícil rodearle de una gran debilidad, salvo que él la propicie con su inacción. La guerra contra Vizcarra, teniendo al costado a varios Cuellos Blancos del Puerto defendidos de las acusaciones constitucionales, es un imposible. Pueden plantarle cara a Vizcarra, pero no al Perú.

La tecnocracia y las papas calientes

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La República
La mitadmasuno
31 de agosto de 2018
Por Juan De la Puente

A los gerentes públicos peruanos
Participé recientemente en el Congreso Nacional de Gerencia Pública 2018, organizado por Servir. Me pidieron que exponga sobre la dirección pública en entornos políticamente complejos, una alusión al impacto de la inestabilidad en el funcionamiento del Estado, un tópico que preocupa a los tres niveles de la gestión del Estado.
El Estado poco activo es un fenómeno creciente del que deberíamos tomar nota; las sucesivas crisis de la que está compuesto el ciclo democrático iniciado el año 2000, especialmente las que ocurren desde el año 2011, cambiaron las prioridades públicas, restringieron la operatividad del Estado y su eficiencia, y modificaron el papel de la tecnocracia moderna como grupo de alta especialización seleccionado para tomar decisiones públicas.
El peso político de la tecnocracia ha disminuido. Si en el período 1990-2000 fueron los años prodigiosos, que los tuvo como socios políticos de las reformas, el siguiente periodo, el de los años felices 2000-2011, los tuvo como asociados a un régimen donde mantenían el poder político, pero ya para oponerse y alertar sobre desatinos, errores y el riesgo de los proyectos populistas, en un escenario donde escaseaban las reformas. Los dos siguientes períodos fueron de franco retroceso: los años tristes 2011-2016, donde la asociación de la tecnocracia al poder fue en un contexto inestable; y la etapa actual, iniciada el año 2016, donde la subordinación a la élite política se registra en medio de sucesivos microciclos de inestabilidad, más cortos y menos predecibles.
Ahora es más difícil ser tecnócrata; del autoritarismo y ajuste económico de los años noventa se pasó a un tupido consenso alrededor del crecimiento en la década pasada, para terminar en una falta de consenso sobre el “nuevo” crecimiento a bajos índices. Gestionar un Estado donde la política y la economía se condicionan negativamente, y cuando las prioridades de la reactivación y ejecución de la inversión pública colisionan con la corrupción y la aparición de indicadores sociales a la baja, demanda un nuevo compromiso político tecnocrático.
No creo que nos encontremos ante una crisis de los conocimientos de la tecnocracia sino de sus posibilidades decisorias. No es la hora de pedir más gestión pública y menos política, sino de asociar a los miles de funcionarios con capacidades de gestión a las demandas de reforma, un imperativo que no puede “pertenecer” solo a los políticos. De hecho, no hay más desgastante de la gestión del Estado que la ausencia de cambios.
Luego de la caída de PPK hemos ingresado a un vigoroso proceso de balance autocrítico de la tecnocracia que es probable que acabe en un cambio de enfoque de la gestión pública, en favor de la innovación de sus habilidades políticas, la articulación intersectorial, el enfoque territorial (vayamos a una descentralización de los pueblos) y de género, la participación, la comunicación y el gobierno abierto.
Existen áreas del Estado que se plantean como nuevas fronteras de la tecnocracia, especialmente la seguridad ciudadana, la protección de los consumidores, y la administración de justicia, luego de saberse, vía los escandalosos audios del CNM, cómo se procesa en el ámbito judicial el reclutamiento del recurso humano. Quizás debería replicarse el proceso iniciado en la Contraloría General de la República luego de la aprobación de una nueva ley marco, orientado a especializar con competencias y poder a centenares de funcionarios para ejercer el control.
En tiempos turbulentos y de alta rotación del recurso humano, con más de 60 ministros en dos años, casi 100 viceministros, dos presidentes de la república, tres premieres, cinco ministros del MEF y PRODUCE y otros seis ministerios con cuatro titulares en el mismo período (MINJUS, MINEDU, MINSA, Cultura, Defensa y Energía y Minas), es necesaria la defensa de las políticas y de quienes las ejecutan y defienden. De hecho, sin que exista un mapa de indicadores internos específico, salvo Unidad de Cumplimiento de Gobierno (Delivery Unit) alojada en la PCM, le pérdida de actividad estatal es un peligro creciente.