Mostrando entradas con la etiqueta sucesión constitucional. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta sucesión constitucional. Mostrar todas las entradas

sábado, 30 de junio de 2018

Vizcarra, los 100 primeros días

https://larepublica.pe/politica/1269172-vizcarra-100-primeros-dias
La República
La mitadmasuno
29 de junio de 2018
Juan De la Puente
El gobierno del presidente Martin Vizcarra se apresta a cumplir 100 días, caracterizado por dos grandes momentos. En una primera etapa, ha gobernado con baja intensidad y mirando exclusivamente al Congreso, y en la segunda etapa, las tres últimas semanas, de cara también a la sociedad, y por qué no decirlo –y aunque no se acepte formalmente- con un ojo en las encuestas.
Ambos momentos expresan la complejidad de un gobierno legal y legítimo, que sufre los efectos de una crisis de la que es heredero, caracterizada por una descomunal desconfianza de la sociedad, unida a demandas exigentes. Por esa razón, el principal logro de los 100 días es haber culminado con éxito el proceso pos PPK la inédita sucesión constitucional pacífica, un proceso que en otros países de la región fue tempestuoso. Este resultado desde una mirada que podría ser acusada de cínica, es a la vez bueno y malo: bueno por la estabilidad que recupera, y malo por la solidez de un sistema cuestionado e impopular de reglas y actores que apenas ha crujido. En ese sentido, la sucesión misma ha marcado un primer límite al cambio, que debe ser tomado en cuenta por las opciones electorales en formación.
Otro hecho de los 100 días, que el gobierno parece haber descubierto en el camino, es el límite del comportamiento de los actores, especialmente del Congreso. El gobierno carece para los efectos prácticos de una bancada propia, y al mismo tiempo ha tenido varios episodios de diferenciación con Fuerza Popular entre ellos el apoyo a la ley de la supervisión de cooperativas, la aprobación del decreto sobre el uso de octógonos en los productos de consumo no saludables, el rechazo a la ley que prohíbe la publicidad del Estado en medios privados, y recientemente la posición contra los contenidos conservadores en los textos escolares.
Frente a estas muestras iniciales de independencia, el Congreso puede ensayar varias medidas, pero en ningún caso retornar al modelo de oposición ejercida contra PPK, especialmente desde diciembre del año pasado. Con la renuncia de Kuczynski se ha ido también un estilo de oposición que le ha costado aislamiento al fujimorismo un límite en el juego de fuerzas arriba que Vizcarra lo sabe ahora con más certeza que el primer día.
No obstante, el nuevo gobierno es débil, una realidad propia del presidencialismo posterior a Alberto Fujimori. Esta debilidad tiene su origen en la sociedad, y esto le plantea al actual presidente el mayor límite a su administración. La caída de la aprobación presidencial ha cercado a este gobierno más que a otros, y deja a Vizcarra en offside respecto a su modelo de relación con la gente –visitas sin hoja de ruta y programa- cuestionando el hecho de que se diferencie muy poco de su antecesor. La desaprobación de Vizcarra y del gobierno no sube ni subirá en la medida en que siga pareciendo una suerte de PPK 2.0.
En la respuesta a ese límite indicativo de la sociedad, en la segunda parte de los 100 días se ha visto a un presidente más empoderado. Como ha sucedido en otros episodios de nuestro complejo presidencialismo –moderado respecto de los otros poderes, pero con fuerza dentro del Ejecutivo- este nuevo comportamiento deja ver las flaquezas del Gobierno, particularmente de aquellos sectores encargados de dar, construir y atender.
Un presidente parado en la primera línea de la ofensiva es la realidad ideal de nuestro sistema. Al contrario, un mandatario ubicado a la defensiva, está menos expuesto, pero sus posibilidades de gestión dependen excesivamente de otros. Es probable que estos flancos débiles o deficitarios sean abordados en un impostergable relanzamiento del Gobierno en el corto plazo.

En cualquier caso, la clave del éxito de Vizcarra luego de sus primeros 100 días de gobierno empieza en la afirmación de su independencia. Esto no implica un Gobierno antagónico, pero sí dueño de sus decisiones y con una mayor capacidad de movimiento. Como cuando inició su mandato PPK, es atractivo el discurso de una coalición gobernante Ejecutivo/Legislativo, pero no es práctico ni posible.

sábado, 16 de diciembre de 2017

Lava Jato después de PPK

La República
La mitadmasuno
15 de diciembre de 2017
Juan De la Puente
El país ha atravesado otras crisis de las que ha sobrevivido. Para un análisis objetivo de la actual, conviene la objetividad, no parecernos a la mayoría de políticos que sobreactúan, y procurar una reflexión desagregada de los elementos que componen este momento. Aquí algunas reflexiones:
La crisis. Esta no es una crisis de gobierno, exclusivamente, ni una crisis terminal del régimen político (todavía). La crisis afecta a dos poderes del Estado –a uno más que a otro– cuyos líderes formales y reales cargan acusaciones de corrupción, y a la elite política derrotada previamente en las elecciones pasadas. Para que la crisis se haga terminal, sería necesaria una grave dificultad de funcionamiento del Estado, una presencia ciudadana activa que muestre una ruta alternativa, y un bloqueo institucional visible a primera vista. El país no ha tocado fondo.
Las otras crisis. Lo que sucede con el presidente de la República es lo más grave, delicado y urgente a resolver, pero no es el único registro de la realidad. El sistema es impactado por otras constantes de modo que “resuelto” el caso Kuczynski, quedan procesos cuya evolución no pueden ser controlados por las fuerzas políticas y poderes: actuales investigaciones de corrupción, delaciones en camino, y nuevas investigaciones y revelaciones, ahora que Odebrecht se ha convertido en el primer poder del Estado. Esta segunda explosión del Lava Jato (la primera fue hace un año) augura otras cuyo volumen es inestimable, de modo que las opciones para encarar el “caso PPK” son provisionales, limitadas y parciales. Es probable que los hechos sucedan en dos tiempos.
Los escenarios. Las revelaciones de Odebrecht cambian radicalmente las tendencias que presentaban las crisis. En el momento previo se apreciaban cuatro escenarios: 1) Una escalada simétrica entre el fujimorismo y el gobierno que elevaba las tensiones y cuyo punto de relación es Odebrecht, y que el sistema estaba tolerando; 2) la posibilidad de un pacto entre el Gobierno y el Congreso que rebajara tensiones, que PPK insinuó cuando a inicios de semana se refirió a un nuevo diálogo; 3) una sucesión constitucional en la presidencia, sea por vacancia o por renuncia, y que deje el Gobierno en manos del primer vicepresidente; y 4) una sucesión constitucional completa que lleve al presidente del Congreso a dirigir un Gobierno de Transición con elecciones adelantadas para los dos poderes.
En este esquema, el escenario Nº 1 estaba en plena vigencia con posibilidades de pendular con el escenario Nº 2 (el juego tensión/cooperación). Las revelaciones sobre los pagos a PPK altera este cuadro y hacen viable el escenario Nº 3 (renuncia o vacancia) e impulsa por ahora levemente las posibilidades del escenario Nº 4 (elecciones adelantadas). Colabora con este cuadro el hecho de que la opinión pública ha procesado ya una vacancia simbólica de los poderes, según las encuestas.
Los poderes. Partidos y otros sectores sociales se han empezado a ubicar en torno a los escenarios Nº 3 (vacancia o renuncia de PPK) y 4º (elecciones adelantadas, los grupos extraparlamentarios). Se entiende que el grueso del sistema se oponga a las elecciones adelantadas especialmente porque no están dispuestos a correr los riesgos en un nuevo ordenamiento de fuerzas. En esa dirección, se asoma un pacto tácito para encumbrar al vicepresidente Martín Vizcarra, pero nadie parece dispuesto a ir más allá y sostenerlo formalmente. Esto obligaría al nuevo mandatario a profundizar el carácter casi parlamentario del Ejecutivo.

Lo positivo en medio del pesimismo es que cualquiera de los escenarios anotados se ubican dentro el marco del régimen democrático, de manera que si la crisis no se alarga demasiado no se producirán salidas rupturistas o violentas, salvo revelaciones explosivas. La escasa movilización ciudadana en los meses previos indica cierta comodidad de los actores para sortear –otra vez, por ahora– el que “se vayan todos”. Esta tendencia abriga, no obstante, una clave oscura y negativa: la fortaleza de un sistema que se resiste a los cambios de fondo.