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lunes, 14 de noviembre de 2016

Habla líder, ahora

http://larepublica.pe/impresa/opinion/816055-habla-lider-ahora
La República
La mitadmasuno
28 de octubre de 2016
Juan De la Puente
Extraña la actual crisis de nuestro sistema político que tiene a la mayoría de autoridades, líderes y partidos casi en silencio. Si la pregunta es quién le está hablando al país, se encuentra que salvo muy escasas figuras del Gobierno y del Congreso la falta de posiciones sustentadas, más allá de la frase o consigna, es general.
Lo que tenemos a cambio de visiones de conjunto son pequeñas incursiones públicas de quienes deberían hacer la agenda pública. Son incursiones específicas, sobre detalles, la mayoría de ellas a través del Twitter. Nunca como ahora es cierta la frase de que la política peruana cabe en 140 caracteres, y a veces sobra. Revisamos las redes sociales –ya no los diarios y la TV– y concluimos que el liderazgo del país se ha escondido y no comunica. La campaña “Habla Castañeda”, dirigida al alcalde de Lima, debería convertirse en “Habla líder”.
Los titulares del Poder Judicial, el Ministerio Público y el Tribunal Constitucional, por citar un ejemplo, no se sienten llamados a exponer sus opiniones sobre los graves problemas de la seguridad, la justicia y la corrupción, en conjunto. Los líderes máximos de 9 de los 10 partidos que compitieron en la primera vuelta electoral tampoco sienten la obligación de fijar una posición sustentada sobre esos problemas y sobre otros delicados asuntos como la reforma política y electoral, los conflictos sociales, la violencia cotidiana, la reactivación de la economía, la prestación de servicios, la descentralización, la diversificación productiva y los grandes proyectos de inversión, entre otros. Ni siquiera hablaron durante el debate de la delegación de facultades, una discusión hegemonizada por los medios y los ciudadanos.
El argumento de la “cura de silencio” de los que perdieron la elección respecto al nuevo Gobierno no impidió en otros momentos que instituciones y líderes expongan su visión de país al país, especialmente en circunstancias cruciales. La principal explicación parece ser otra: que este es un escenario paradójico de grandes problemas sin grandes ideas. Para ser más específico, la batalla de las ideas parece haberla perdido la política.
Desde el giro del gobierno de Humala a la derecha, el Perú carece de un consenso sobre el cambio político. También ha perdido el consenso sobre el crecimiento luego de que las agencias públicas y privadas debieron reajustar por tres años seguidos (2012-2014) sus previsiones triunfalistas sobre la evolución de la economía.
Quedan muy pocos que creen que todo está discutido sobre cambio político y economía, pero esencialmente ni antes ni después de las elecciones el liderazgo peruano ha recuperado estos consensos o puesto en blanco y negro los disensos. Lo que se denomina “agenda país” o “carta de navegación” no resume la clásica polarización derecha/izquierda (política) u ortodoxia/heterodoxia (económica), sino la fragmentación de visiones y opciones. Una revisión de los 412 proyectos de ley presentados desde el 28 de julio puede brindar una idea exacta de esa fragmentación y en buena parte al desgaire.
Una competencia política sin política y sin ideología es muy reveladora. No hablarle al país sobre la agenda pública es ante todo la falta de una narrativa política y económica y la carencia de una oferta. Dicho esto, no solo es la palabra sino también la acción: casi todos los partidos han cerrado sus puertas para discutir sus problemas internos y en algunos casos tirarse los muebles. En tanto, la mayoría de instituciones, salvo las obligadas por circunstancias extremas, trabaja a puerta cerrada respecto a la sociedad.
No se podría decir que este fenómeno extraño en que la política le vuelve las espaldas a la sociedad, sea inédito. Lo nuevo es el contexto de un país que ha obtenido resultados económicos y sociales sugerentes en 15 años de democracia y que ha acumulado problemas complejos, a los que sin embargo sus líderes se resisten a hablarle. De esta preocupante despolitización de la democracia solo puede surgir el populismo, de derecha o de izquierda.

viernes, 22 de noviembre de 2013

La crisis perfecta

http://www.larepublica.pe/columnistas/la-mitadmasuno/la-crisis-perfecta-22-11-2013
La República
La mitadmasuno
22 de noviembre 2013
Juan De la Puente
La revelación sobre el ilegal resguardo policial del domicilio de un ex operador montesinista ha generado una crisis política inédita por la audiencia que concita, por la naturaleza de los protagonistas y por las versiones que circulan. Es una crisis perfecta donde el pasado, resucitado o sobreviviente, se abraza con el presente, y donde sobran los datos, nuevos o almacenados, casi en la misma intensidad que los chismes. Es un momento en el que todas las hipótesis parecen ciertas pero los explicadores no son creíbles y donde todos son malos o están a punto de serlo.
Esta no es una situación de todos contra todos sino de todos contra uno; el proceso ha atrapado a un gobierno ya desguarnecido antes del escándalo. El caso ha disparado otros fenómenos de modo que estamos ante varias crisis, un menú de crisis con un plato de fondo que por ahora nadie se atreve a pedir, el adelanto de elecciones o la salida de quien fue elegido democráticamente. La palabra vacancia es rumiada en algunas tiendas de campaña pero aún no ha sido escupida.
El sistema ha soportado el escándalo, lo que desdice la presunta fragilidad de la democracia. Sobre la mesa, más allá de la crisis misma se encuentra lo que ella revela, la existencia de redes, o una red de redes, que recrea la ilegalidad, una suerte de Estado de baja intensidad o de segundo piso que vive del primero, el producto de lo que Carlos  Meléndez llama una “antipolítica montesinista”, que no se queda en la escucha ilegal o la protección policial sino que trafica con todo.
El caso está cercado por una épica hipócrita o por lo menos equivocada, la de los caballeros armados que defienden a las FF.AA. de la Policía o a esta de los militares, que llaman a limpiar las instituciones pervertidas por el Estado de baja intensidad pero que guardan silencio ante la reforma. La corrupción ha llegado a su peor nivel: es un arma arrojadiza entre el gobierno y la oposición.
La última encuesta anticorrupción elaborada por Ipsos por encargo de Proética (agosto, 2013) señala que el 53% cree que la PNP es la institución más corrupta del país, pero nos sorprendemos si el Presidente de la República lo insinúa. ¿Quién debe decirlo? ¿Los porcentajes solo tienen relevancia estadística? ¿Es válido poner el dedo acusador anticorrupción frente a políticos y jueces y no ante policías y militares?
La crisis sigue abierta aunque la ferocidad de los actores haya cedido; no existe un manual de cómo cerrar un período con esa complejidad. Las recetas de gerencia política que circulan como catecismos no consideran la magnitud, el peso de los actores o la correlación de fuerzas. Los tontos creen que nunca falla un golpe de efecto, los más tontos dicen que una noticia mata a otra y los retontos que las crisis se cierran solitas y que solo hay que guardar silencio.
La crisis tiene dos hechos intrínsecos que bloquean la salida; el primero es la inculpación del montesinismo que aparece como un cuerpo vivo e inmutable. Esta visión político/policial simplifica el caso al reducirlo a quién estuvo más ligado a Montesinos y en qué medida sus vástagos han infiltrado el sistema
Este escenario proyectará una larga disputa basada en “nosotros tuvimos/tenemos menos montesinistas”. El segundo hecho que bloquea la salida reside en que nadie hace lo suficiente para superar el momento.
La única respuesta institucional viable es la reforma. Sin embargo, la mayoría de actores se quedan en la investigación; denuncian, interpelan, revelan, atacan, se defienden y se limpian de montesinismo. Gran parte de las actuaciones estridentes son para las galerías.
El gobierno debe tomar un espacio estratégico, huir de la disputa sobre los detalles y abrir un escenario que le permita elaborar un discurso único y una práctica reformista frente a las redes ilegales, llamando a ello a la oposición. Forma parte de ese posicionamiento la salida del gobierno de los protagonistas del escándalo, por acción u omisión, y la rápida designación de una comisión investigadora expresamente nombrada.