La República
La mitadmasuno
28 de octubre de 2016
Juan De la Puente
Extraña la actual crisis de nuestro sistema político que tiene a la mayoría de autoridades, líderes y partidos casi en silencio. Si la pregunta es quién le está hablando al país, se encuentra que salvo muy escasas figuras del Gobierno y del Congreso la falta de posiciones sustentadas, más allá de la frase o consigna, es general.
Lo que tenemos a cambio de visiones de conjunto son pequeñas incursiones públicas de quienes deberían hacer la agenda pública. Son incursiones específicas, sobre detalles, la mayoría de ellas a través del Twitter. Nunca como ahora es cierta la frase de que la política peruana cabe en 140 caracteres, y a veces sobra. Revisamos las redes sociales –ya no los diarios y la TV– y concluimos que el liderazgo del país se ha escondido y no comunica. La campaña “Habla Castañeda”, dirigida al alcalde de Lima, debería convertirse en “Habla líder”.
Los titulares del Poder Judicial, el Ministerio Público y el Tribunal Constitucional, por citar un ejemplo, no se sienten llamados a exponer sus opiniones sobre los graves problemas de la seguridad, la justicia y la corrupción, en conjunto. Los líderes máximos de 9 de los 10 partidos que compitieron en la primera vuelta electoral tampoco sienten la obligación de fijar una posición sustentada sobre esos problemas y sobre otros delicados asuntos como la reforma política y electoral, los conflictos sociales, la violencia cotidiana, la reactivación de la economía, la prestación de servicios, la descentralización, la diversificación productiva y los grandes proyectos de inversión, entre otros. Ni siquiera hablaron durante el debate de la delegación de facultades, una discusión hegemonizada por los medios y los ciudadanos.
El argumento de la “cura de silencio” de los que perdieron la elección respecto al nuevo Gobierno no impidió en otros momentos que instituciones y líderes expongan su visión de país al país, especialmente en circunstancias cruciales. La principal explicación parece ser otra: que este es un escenario paradójico de grandes problemas sin grandes ideas. Para ser más específico, la batalla de las ideas parece haberla perdido la política.
Desde el giro del gobierno de Humala a la derecha, el Perú carece de un consenso sobre el cambio político. También ha perdido el consenso sobre el crecimiento luego de que las agencias públicas y privadas debieron reajustar por tres años seguidos (2012-2014) sus previsiones triunfalistas sobre la evolución de la economía.
Quedan muy pocos que creen que todo está discutido sobre cambio político y economía, pero esencialmente ni antes ni después de las elecciones el liderazgo peruano ha recuperado estos consensos o puesto en blanco y negro los disensos. Lo que se denomina “agenda país” o “carta de navegación” no resume la clásica polarización derecha/izquierda (política) u ortodoxia/heterodoxia (económica), sino la fragmentación de visiones y opciones. Una revisión de los 412 proyectos de ley presentados desde el 28 de julio puede brindar una idea exacta de esa fragmentación y en buena parte al desgaire.
Una competencia política sin política y sin ideología es muy reveladora. No hablarle al país sobre la agenda pública es ante todo la falta de una narrativa política y económica y la carencia de una oferta. Dicho esto, no solo es la palabra sino también la acción: casi todos los partidos han cerrado sus puertas para discutir sus problemas internos y en algunos casos tirarse los muebles. En tanto, la mayoría de instituciones, salvo las obligadas por circunstancias extremas, trabaja a puerta cerrada respecto a la sociedad.
No se podría decir que este fenómeno extraño en que la política le vuelve las espaldas a la sociedad, sea inédito. Lo nuevo es el contexto de un país que ha obtenido resultados económicos y sociales sugerentes en 15 años de democracia y que ha acumulado problemas complejos, a los que sin embargo sus líderes se resisten a hablarle. De esta preocupante despolitización de la democracia solo puede surgir el populismo, de derecha o de izquierda.
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