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martes, 7 de septiembre de 2010

La campaña corta

La mitadmasuno
La República
Sábado 4 de setiembre 2010
Juan De la Puente
http://www.larepublica.pe/columnistas-elecciones-2010/04/09/2010/la-campana-corta
La reciente encuesta realizada por La República e Imasen confirma que a 7 meses de las elecciones presidenciales las “grandes” candidaturas no registran cambios significativos. La plataforma sobre la que se mueven los aspirantes ha sido objeto de inducción sin éxito. El escenario creado en marzo, cuando Lourdes Flores abandonó sus aspiraciones presidenciales, ya dura seis meses. Se presume, además, que si Perú Posible y el Apra definirán sus candidatos en diciembre, los cambios sustanciales se verían a fin de año, de modo que tendremos una campaña presidencial corta, una apuesta riesgosa para cualquier postulante aunque entendible por el temor a que le corten la cabeza del que aparece.
En el escenario actual post marzo Castañeda y Fujimori tienen empate técnico; Humala mantiene su intención de voto y Toledo cosecha entre 3 y 4 puntos de los dejados por Lourdes Flores. Más cambios parecen sugerirse en la composición de la intención de voto regional, por la vía de los traslados de las adhesiones. Así, se puede advertir la ligera caída del respaldo a Castañeda en Lima y el norte; el incremento de Fujimori en el centro y su oscilación en otras zonas; un leve incremento de Toledo en Lima, el norte y el oriente; y en Humala, la drástica caída en el centro y un ligero declive en el sur.
Lo señalado parece indicar que, por un lado, se está produciendo una disputa de los votos en el centro y sur del país, y por el otro, que Fujimori y, en menor medida, Toledo están arrancando porciones de votos en esas zonas. Otro elemento clave es que entre Fujimori y Humala concentran el 50% del voto rural, confirmando la votación escondida en otros sondeos, y que el “centro” electoral es aún débil, no tiene un solo dueño, de modo que allí se librará una dura batalla entre primos hermanos.
¿Qué podría producir cambios de aquí a diciembre? Solo la política activa, es decir el desarrollo de una campaña convencional que empieza con la designación del candidato. Contrariamente a lo percibido, una campaña de seis meses permite difundir con claridad los mensajes y, si fuera el caso, desinflar las contracampañas. Una campaña corta es el escenario ideal para la antipolítica, la guerra sucia y el populismo. Todo indica, incluyendo el lodazal municipal actual, que tendremos una de las campañas más sucias de los últimos años.

sábado, 31 de julio de 2010

La nostalgia electoral

La mitadmasuno
La República
Sábado 31 de julio 2010
Juan De la Puente
http://www.larepublica.pe/la-mitadmasuno/31/07/2010/la-nostalgia-electoral

El reagrupamiento del país conservador avanza de cara a las elecciones del 2011. Y lo hace imponiendo un debate de esencia nostálgica. En un lado, su centro de gravedad es la denuncia del desorden acrecentado como realidad y como peligro. La campaña en relación con la liberación de terroristas, los reales y los inocentes de Hubert Lanssiers, y los pagos de las reparaciones ordenadas por la Corte de San José intentan catalizar la opinión pública desde el pasado, como si SL estuviese a las puertas de Lima o en las elecciones se jugara la existencia misma del Estado.
Esta añoranza es contestada con una similar desde el país supuestamente progresista. El centro de gravedad de esa otra nostalgia es la derecha de hace 10 años y no la actual. En esa perspectiva, el peligro de Keiko Fujimori reside en la década liderada por su padre y no en su visión actual del futuro. Da la impresión de que, planteadas así las cosas, las elecciones se jugarán el año 2000 y no el 2011 y que el eje de la discusión girara entre fujimorismo y antifujimorismo.
Los cambios económicos y sociales de la década deberían motivar evoluciones en la política, principalmente en los programas. A ello se resisten quienes proponen un debate congelado en el 2000. Plantear una discusión que ignore el crecimiento de los últimos años, la reducción de 20 puntos de pobreza y la afirmación de un modelo que incluye y excluye al mismo tiempo, podría ser la base de un suicidio colectivo. Eugenio Tironi, reconocido publicista chileno, explicó hace poco (Radiografía de una derrota, mayo 2010) que el fracaso de la Concertación se debió a que los que gobernaron Chile durante 20 años le ofrecieron al electorado un país anterior a los cambios que ellos mismos impulsaron. Es decir, no miraron al país ni a las demandas del electorado.
La apuesta electoral nostálgica es riesgosa. Para empezar, provocaría una falaz polarización cuyo primer efecto sería el debilitamiento del centro político, incapaz de darse continuidad a sí mismo. Una campaña de cara al futuro obligaría, por ejemplo, a reconocer que el Perú de ahora es políticamente más plural que el 2000, aun a pesar de la debilidad de sus partidos, y que la clave del debate no es como deshacer lo registrado en estos años sino como desarrollar más democracia, equidad e inclusión, más Estado regulador y promotor y más mercado. En ese sentido, la opción no es la refundación conservadora sino la reforma política
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sábado, 1 de mayo de 2010

Corrupción y delito en la agenda

La mitadmasuno
La República
Sábado 1 de mayo del 2010
http://www.larepublica.pe/la-mitadmasuno/01/05/2010/corrupcion-y-delito-en-la-agenda
Por Juan De la Puente
La agenda pública de las elecciones del 2011 estuvo marcada por dos palabras: transición democrática. La de los comicios del 2006 por otros dos vocablos: crecimiento y distribución. Es muy probable que las elecciones del 2011 sean presididas por otros dos, corrupción e inseguridad, a tenor de lo que reportan las últimas encuestas.
La nueva agenda es insospechada, a pesar de tratarse de endémicos males nacionales y de los fracasos de las iniciativas impulsadas en ambos casos en la última década. Hace pocos meses, con la economía en perspectiva de recuperación, la tendencia indicaba que de cara a la elección de un nuevo gobierno, los peruanos debatiríamos mucho más los desafíos de la distribución del crecimiento, la creación de más fuentes de trabajo y la naturaleza de los conflictos sociales. Se creía que la gobernabilidad dependía de ello y las encuestas también los anunciaban.
El cambio de agenda no parece ser exclusivamente mediático o debido al agotamiento de un patrón de crecimiento sin Estado, como afirman ciertos análisis. Hace algunos años, el profesor Saúl Peña en su célebre Psicoanálisis de la corrupción (Peisa, Lima 2003), lo diagnosticaba magistralmente como una cultura que da lugar a una patología de “lazo social”, una hipótesis audaz que señala que si la corrupción es pequeña o grande o que si las mafias son más o menos articuladas, es menos relevante que su dimensión colectiva destructiva, resultados de un poder y una política históricamente mal concebidos. En esa perspectiva, la corrupción implica no solo la apropiación material sino también de personas y grupos humanos con quehacer social o político, y su retorno a la agenda aparece como el grito de una sociedad que intenta una ética pública. Algo similar sucede con la sensación ciudadana sobre que el delito común crece con rapidez. Si esta percepción es contestada exclusivamente con medidas legales o si es explicada solo desde la perspectiva del crecimiento económico, perderíamos la oportunidad de afirmar los valores ciudadanos contrarios al delito. La falta de censura social a delitos de práctica masiva como el narcotráfico y la extorsión, por ejemplo, debería preocuparnos más que el delito mismo.
Quizás en ese punto habría que concluir que, en ambos casos, los partidos que protagonizarán las elecciones del próximo año no se encuentran preparados para la complejidad de esta agenda, de modo que corre el riesgo de reproducirse el ciclo de insatisfacción.