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viernes, 11 de mayo de 2018

Que se rayen todos

https://larepublica.pe/politica/1218904-que-se-rayen-todos
La República
La mitadmasuno
30 de marzo de 2018
Juan De la Puente
Deberíamos ser más respetuosos con la expresión colectiva “que se vayan todos”, evitando reacciones desdeñosas, sabihondas y legalistas. Que la mitad de los peruanos, de acuerdo a la última encuesta GFK adopte ese temperamento expresa al mismo tiempo una crítica extrema al sistema y a sus líderes, y una demanda de participación y renovación política.
Esta expresión es una expectativa de la sociedad. No es –todavía- una exigencia militante, y tampoco un dato inmutable que no podrá cambiar en el futuro cercano, hacia arriba o hacia abajo. También es una cifra gruesa, menos provisional de lo que parece, a la que no debe responderse con argumentos exclusivamente legales.
La expresión va más allá de la brecha entre la élite gobernante y la sociedad. Revela otras sensaciones como “no me representas” o “quiero otro poder”, que por ahora no tienen más identidades. Es cierto también que, siendo un llamado desde la decepción, sus efectos podrían precarizar más la política, fortalecer la antipolítica y el autoritarismo.
A pesar de todos los riesgos posibles, es uno de los datos más importantes de esta etapa. Su comprensión pasa por separarlo en dimensiones que ayuden a las respuestas. Por un lado, se encuentra la consigna “que se vayan todos” y por el otro la propuesta del adelanto de elecciones. El hecho de que no se pueda concretar lo segundo debido a su complejidad constitucional, no significa que lo primero no sea un fenómeno crucial.
Sería injusto no anotar que nuestro que se vaya todos es por ahora una opción pasiva de la sociedad. Al respecto, no es la primera vez que el Perú atraviesa una crisis profunda sin gente en la calle, pero en este caso lo inédito no es la deserción masiva de la ciudadanía del debate público sino su falta de identidad con algunas de las partes en pugna. La sociedad peruana de hoy no protagoniza el ensayo sobre la lucidez de Saramago, pero sí un potente ensayo sobre la indiferencia.
Extraña la falta de respuestas. De hecho, no puede ser una salida el cambio de las personas, así sea la del presidente de la República. Como ha sucedido en otras experiencias la ausencia de lo más visible –un programa de cambios- es la clave de la misma crisis. El que se vayan todos sin cambios equivale a que no se vayan realmente todos, y solo a “que se rayen todos” por un momento de la historia, lo más cómodo para los demagogos y populistas.
El liderazgo nacional no tiene un programa frente a esta percepción y es probable que el sistema, siendo fuerte, como lo ha demostrado la reciente sucesión constitucional, no pueda responder a un desafío de esta magnitud. La idea que al final del gobierno de Humala parecía peregrina, de que el país había cerrado un largo ciclo, el del posfujimorismo, resulta acertada con sus implicancias históricas. La más compleja de asimilar quizás sea que este fin de ciclo implique el fin de otros procesos menos institucionales.
El que se vayan todos sigue la línea de los Latinobarómetros, por lo menos desde el año 2011, que ponen sobre la mesa no solo la distancia hacia los políticos e instituciones sino a la política como tal y a la capacidad transformadora del Estado.
Nuestra democracia desde los años 80 implicó un consenso liberal que el fujimorismo no pudo suprimir y que se extendió a la etapa posterior a Fujimori. Ese consenso ha terminado; nuestro sistema tiene los atributos de una democracia sin consenso y no solo una democracia sin partidos o con débiles instituciones. Esta pérdida de consenso político es más profunda en la medida que se suma a la pérdida del consenso alrededor del crecimiento económico, que no implica necesariamente una recusación colectiva del núcleo del modelo neoliberal.

Para profundizar el debate quizás convenga un conjunto de preguntas, como si se van todos quién viene, qué pasa si es no se van todos, o si se van todos yo ciudadano también me voy. Habría que recordar que, en Argentina, cuando terminaba la era Kichner y más aún cuando advino Macri, el sentido común era que no solo no se fueron todos, sino que “volvieron todos”.

sábado, 4 de junio de 2016

J. Ramírez y la política plutocrática

http://larepublica.pe/impresa/opinion/768981-j-ramirez-y-la-politica-plutocrática
La República
La mitadmasuno
20 de mayo de 2016
Juan De la Puente
En 15 días se sabrá cuánto afectó, si lo hizo, el estallido del caso de Joaquín Ramírez (JR) a la candidatura de Keiko Fujimori. Por lo pronto, su salida de la alta dirigencia de Fuerza Popular es una pequeña victoria del sector del país que pugna por una relación armoniosa entre el dinero y la política, y entre el poder y la transparencia.
Es de suma utilidad examinar los entresijos de la presencia de JR en la más alta ubicación del partido fujimorista. Para la elaboración de un relato sobre este azaroso caso importan ahora más el ascenso y auge que la caída del personaje.
Ramírez no expresa la épica fujimorista de los últimos 15 años, o no lo expresa en el nivel que representan, por ejemplo, Luz Salgado, Martha Chávez o Martha Moyano; tampoco resume al nuevo sujeto social fujimorista menos comprometido con la defensa del estado de cosas de los años noventa, pero interesado en los asuntos públicos.
Su poder no viene de la organización, de la doctrina o del programa. Es evidente que viene del dinero, es decir, de su capacidad de trasladar al partido sus recursos financieros. Esta condición para el ejercicio del poder es una de las variantes de la “plutocracia”, un término griego que tiene la misma edad que “democracia”, recreado hace años por el novelista portugués y universal José Saramago cuando dijo en Buenos Aires: “Vivimos en una plutocracia, un gobierno de los ricos, cuando estos, proporcionalmente al lugar que ocupan en sociedad deberían estar representados por una minoría en el poder”.
Hay sistemas más plutocráticos que otros. El nuestro es uno de los más extremadamente plutocráticos. No me refiero al natural deseo de los empresarios de hacer política a razón de lo cual han ingresado al Congreso un buen grupo de ellos, como que varios empresarios fueron elegidos alcaldes y gobernadores regionales, con notables resultados. Es el caso en el mismo fujimorismo por ejemplo del gobernador de Ica, Fernando Cilloniz, o de José Chlimper, cuyo papel es político, orgánico y de representación pública.
El de JR no es el único pero es el caso de ejercicio del poder desde el dinero, con el dinero, y con poca política y muchos recursos financieros; es la captura de un colectivo partidario con el único atributo del dinero. Se aprecia en este proceso un cambio respecto de las ya conocidas coaliciones distributivas que atenazan a gobiernos y políticos: del pacto entre políticos y financistas, subordinados los segundos a los primeros, se ha pasado a una alianza de iguales entre el dinero y la política. La difícil decisión de apartar a Ramírez del segundo cargo de importancia de Fuerza Popular resume la naturaleza de esta alianza, ajena a las convenciones.
Incluso en la hipótesis que se desvirtuaran las acusaciones contra JR, el suyo es un caso típico de infiltración del dinero en la política. ¿Es malo? Sí. La democracia en su acepción moderna puede ser de derechas o izquierdas, populista o programática, elitista o de masas, pero está obligada sobre todo a ser principista y meritocrática. El teórico liberal Robert Dahl sostenía que los ciudadanos deben tener igualdad de oportunidades para hacer realidad sus preferencias o pugnar por ellas públicamente entre sus partidarios, el gobierno y la sociedad.
La receta contra esta infiltración reside en la reconstrucción aun así sea mínima de reglas partidarias que igualen en lo posible las oportunidades de lo que tienen mucho y los que no tienen nada. Esto pasa por reconocer la precariedad de todas las formaciones políticas abandonando la contemplación de alguna de ellas como aparatos partidarios y de masas que cobijan grandes proyectos de país. Mentira, la debilidad de proyectos que muestra todos los días este proceso electoral es hermano y aliado de la precariedad de sus expresiones políticas. Es imposible, aun en nuestro país de inéditas experiencias, que un vigoroso movimiento para transformar o conservar conviva con un grupo político precario.

viernes, 14 de mayo de 2010

La caída del juez Garzón. Punto para la impunidad

En la mañana de hoy viernes 14 de mayo, el Consejo General del Poder Judicial (CGPJ) de España, ha decidido suspender al juez de la Audiencia Nacional Baltasar Garzón, después de que el magistrado del Tribunal Supremo Luciano Varela abriera el miércoles juicio oral contra él por presunta prevaricación al investigar los crímenes del franquismo.
Garzón acumula tres causas en el alto tribunal. Las otras dos querellas que tiene pendientes se refieren a unas escuchas ordenadas durante la instrucción del caso Gürtel y a la financiación de cursos organizados por el magistrado en la Universidad de Nueva York.
Carlos Jiménez Villarejo, ex fiscal Anticorrupción español, dijo que es un golpe similar al 23-F, en referencia al 23 de febrero de 1981, cuando un grupo de militares españoles intentó un golpe de Estado, asaltando el Congreso de los Diputados al mando del teniente coronel de la Guardia Civil Antonio Tejero, durante la votación del candidato a la Presidencia del Gobierno, Leopoldo Calvo-Sotelo.
Es un momento triste para la democracia española y para esta parte del mundo. A Garzón parece haberlo cogido una de las garras del dictador Franco, aparecida, reaparecida, de improviso en la noche. El tema de fondo es la resistencia de una parte de la sociedad y el estado español a investigar los crímenes del franquismo, escudándose en la prescripción y la amnistía.
La caída del juez de la democracia dejará una herida muy profunda en España y Europa, y es un aviso de la impunidad. Garzón es el símbolo de la justicia global contra la violación de los derechos humanos, el terrorismo y la corrupción.
El diario El País de Madrid, hoy recuerda que todo se inició en octubre cuando Garzón se declaró en octubre de 2008 competente para investigar la desaparición de las víctimas del franquismo. En su auto, el magistrado atribuyó al dictador Francisco Franco y a otros 34 jefes que dirigieron la rebelión contra el Gobierno de la República un plan de exterminio sistemático de sus oponentes y de represión que terminó con al menos 114.266 desaparecidos, de los que no se ha dado razón de su paradero, y que se enmarca en un contexto de crímenes contra la humanidad. Garzón añadió que al estar muertos los implicados no existía responsabilidad penal, por lo que los juzgados territoriales correspondientes tendrían que hacerse cargo del caso. Garzón se inhibió un mes después en favor de estos 62 juzgados.
No hay mucho que comentar. Una victoria de la parte más conservadora y oscura de España. Solo recordar a Vallejo, en ¡Cuídate España, de tu propia España! alertando:
¡Cuídate del que come tus cadáveres,
del que devora muertos a tus vivos!

En España aparta de mi este cáliz imploraba:
¡Niños del mundo, está
la madre España con su vientre a cuestas;
está nuestra maestra con sus férulas,
está madre y maestra,
cruz y madera, porque os dio la altura,
vértigo y división y suma, niños;
está con ella, padres procesales!

El Premio Nobel portugués José Saramago dijo hace unas horas que “las lágrimas del juez Garzón son mis lágrimas”. Leerlo en su blog:
http://www.josesaramago.org/
Actualización domingo 16 de abril
Escribí algunas otras reflexiones sobre el tema en La Rpública, en un artículo titulad La caída del juez global:
Actualización jueves 27 de mayo
Encontré en la revista Ideéle, Nº 199 un artículo vibrante y atravezado por el dolor, de la psicoanalista Matilde Ureta de Caplansky. En él asume y nos recuerda el sentido ético de Antígona. El artículo es el siguiente:
"!Cuídate España de tu propia España!
Matilde Ureta de Caplansky / Psicoanalista
Lo sucedido en España con la suspensión del juez Garzón por el Consejo General del Poder Judicial nos toca a muchos de nosotros cercanamente. Crecimos con nuestros padres hablando de la Guerra Civil Española, conociendo a sus exiliados. Mi primera maestra —exiliada catalana de la guerra que acababa de llegar a América—, Dolores de la Piera se llamaba, comprobó que yo a los 3 años sabía leer y aprendí en 30 días a escribir con sus indicaciones.
Esos recuerdos son el telón de fondo para sentir que los franquistas y falangistas “eran los malos de la película” por lo menos en mi entorno.
Leyendo años después a Javier Marías, Los soldados de Salamina, de Cercas, amén de otras lecturas, nos dimos cuenta de que el mundo no es maniqueo, de que los llamados “rojos” también habían cometido barbaridades, y que finalmente tenemos que hablar de seres humanos imperfectos, pecadores y perversos.
Como bien dice Juan de la Puente en un excelente artículo sobre el tema: “[…] la impunidad está de fiesta. Dictadores, terroristas y corruptos tienen, por lo menos, un minuto más de aliento. Que la Antimemoria se ha impuesto nuevamente”. Por eso este dolor que tengo, esos recuerdos, ahora tan antiguos… de que los justos tienen un lugar en nuestro mundo y en nuestros corazones y creencias. Garzón, el juez justo, y por cierto mediático, porque además es joven y buenmozo.
Pero sobre todo valiente y justo. El que se atrevió a causas que creíamos imposibles.
Que quiso, en esta ocasión, devolver a sus tumbas a 130.000 personas y a sus familiares una paz de misión cumplida. Recordemos el mito de Antígona, quien luchó hasta su muerte para que su hermano tuviese sepultura.
Entonces, ¿por qué estas familias de tantos desaparecidos no tendrían el derecho a encontrar un sitio donde ir y poner flores a sus muertos?
Sabemos, quienes somos huérfanos, que el cementerio tiene una acogida en nuestro dolor y congoja. Que vamos “a conversar con ellos”, a “contarles” lo que nos va pasando, bueno y malo. Entonces me pregunto: ¿Por qué este ensañamiento del Consejo en cuestión con Garzón, quien “solo pretende dejar la memoria limpia”? ¿Por qué es tan temido y tan horrible lo que pretende Garzón que hacen lo injusto e imposible para impedirlo?
Quizá recordé a un periodista español decir muy suelto de huesos: “Lo que es yo, sé que mis abuelos murieron en manos de la Falange, pero ahora quiero cerrar ese capítulo y no quiero indagar más”. ¿Indagar más? ¿Acaso eso es posible? ¿Se puede dormir con los cadáveres insepultos?
No señores, no es posible; es cien veces mejor y más sana la verdad dura y cruda que el ocultamiento y el engaño. Eso ya lo sabemos. Entonces ¿por qué tratar de tapar el sol con un dedo? Y creíamos que España se “había civilizado”, que sus gentes eran más sanas, y han reaparecido los monstruos oscuros y reaccionarios, crueles y malos. Como dice César Vallejo (citado por De la Puente):
“Cuídate España de tu propia España… cuídate del que come tus cadáveres…”.
Sabemos que no será siempre oscuro el día, que la noche también se acaba, y así sucesivamente. Esperemos que, entonces, llegue la luz a España y a nosotros los herederos de una creencia de que el mundo y la humanidad pueden ser justos y bondadosos aunque sea por horas… y que la injusticia y el dolor no es lo único que existe entre nosotros. Y que debemos esperar. Los que saben rezar deben hacerlo, y los otros, los que no, esperar pacientemente a que el mundo se vuelva más justo y valiente".
Se puede tambièn leer en: