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sábado, 27 de agosto de 2011

Javier Tantaleán. Adiós a un hermano.








Ví a Pocho por última vez el 22 de julio cuando presenté su libro El Virrey Toledo y su Tiempo, editado por el Fondo Editoriasl de la USMP, en la Feria Internacional del Libro (FIL). Alli estuvieron también Pablo Macera y Carlos Contreras.
Hablamos luego varias veces por teléfono; me llamó para agradecerme por el artículo del 28 de julio, precisamente a raíz de su libro y para contarme que el texto que edita el BCR iba a ver la luz, por fin, este año. Escuché su voz por última vez dos días antes que su viaje a Sepahua, aunque un mensaje suyo, de ese mismo día, atrevido y burlón como siempre, acabo de borrar del buzón de voz de mi celular.
Lo conocí hace 20 años. Fue mi amigo, mi hermano; nos quisimos entrañablemente; compartimos la vida, amistades y proyectos. Mis hijos y mi esposa lo querían y lo festejaban como yo. Pocho pudo vivir 20 años más; o más.
Hicimos política juntos, él en el Apra y yo fuera de su partido pero en una sucesión de complicidades a veces herejes. Coincidimos en el Comité Cívico por el No, entre 1992 y 1993; en los afanes unitarios de Gustamo Mohme Llona, entre 1994 y 2000; en las conspiraciones en la casa de María del Pilar Tello, en los noventas; en las jornadas parlamentarias opositoras entre 1995 y 2000; en el proyecto Ciudadanos por un Buen Gobierno de IDEA Internacional entre 2002 y 2004; en el Acuerdo Nacional, el 2002; en el Instituto de Gobierno, desde el 2005 hasta su muerte; y en el proyecto de reforma del Congreso el 2006 y 2007.
Fui casi un esclavo de sus conferencias y debates en el Insttuto de Gobierno y habitué de amigos historiadores, en especial Pablo Macera y Heraclio Bonilla, o periodistas como Raúl Vargas, Victor Andrés Ponce, César Campos, Rodrigo Vega, Iván García y Juan Carlos Tafur.
Compartimos pedazos de vida en su casa en Surco, con Susibel y sus hijos, y en las mías; en su casa de Punta Hermosa, cuando su padre, el general, aún vivía, y en Club Naútico de ese distrito; y en los almuerzos en casa de la prodigiosa mamá de Víctor López, también en los noventas. Ocupamos, con amigos y familiares, decenas de otras mesas criollas, marinas, italianas y orientales.
Compartí su aprismo en los noventa y su relación con Armando Villanueva, Jorge del Castillo, Javier Barreda, Javier Velásquez, Julito Rojas, Aurelio Pastor; y la común amistad con Carlos Franco, Pierre Vigier, Hugo Neira, Héctor Béjar, Rodolfo Fierro, Luis Salazar y Víctor Shiguyama.
Pocho no está y lo extraño mucho; sus hijos y Susibel están desolados.
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El 18 de agosto publique en mi columna de La República, un articulo de despedida
http://www.larepublica.pe/18-08-2011/javier-tantalean


Javier Tantaleán
La mitadasuno
18 de agosto
La muerte de Javier Tantaleán fue poética pero injusta, dramática pero ejemplar, triste pero aleccionadora. Ocurrió en lo más alejado de nuestra Amazonía, donde lo que llamamos civilización solo tiene poco más de medio siglo de aparecida; cuando le hablaba de democracia y desarrollo a líderes comunales apartados política e institucionalmente del Estado; y cuando aún  rebosaban en su inquietud intelectual varios proyectos de investigación, acción y debate.
Podría decirse que Javier, entrañable, querido y admirado, murió en combate. Cargado de maestrías y doctorados, se impuso sin embargo hace años un agotador peregrinaje por pueblos polvorientos y abandonados, despreciados por las elites urbanas. Desde esa base de operaciones que fue el Instituto de Gobierno de la USMP, anduvo en Camisea con las comunidades nativas, en las zonas altas del Cusco, en la sierra norte y en el centro. Se introdujo en locales comunales e institutos y en universidades públicas y privadas.
Sus oyentes, del programa de liderazgo auspiciado por la CAF y de otros proyectos impulsados por la cooperación española y el PNUD, fueron casi siempre jóvenes y trabajadores públicos, el primero un sector olvidado por el Estado, y el otro maltratado por el mismo. A través de conferencias, cursos y encuentros Javier llegó a ellos llevando su personal prédica bíblica: gobernabilidad, pacto social y democracia.
Tantaleán fue mucho más que un esforzado magisterio social. Fue parte de una brillante generación de intelectuales que irrumpieron en los setentas con reflexiones herejes sobre economía y política, afirmados en credos nada convencionales, compitiendo con el rigidismo conceptual de las escuelas ultraliberales y, al mismo tiempo, afirmando una mirada fresca del país, ajena de los otros extremismos. Su texto, Prisioneros del Mercado, es de antología.
Junto a ello, y quizás por ello, Tantaleán, o Tantallata como se solía definir, fue un aprista intenso, heredero de generaciones plebeyas del aprismo auroral y como ellas  comprometido con la historia y con el espíritu del cambio, que vibraba en él. A pocos días de su muerte se empieza a reparar en su legado, en un país donde solo la muerte dignifica la palabra y le da sentido a la acción. Como lo que sucede con otros grandes intelectuales peruanos, la vida no es suficiente para el respeto. Le hizo falta no estar para seguir estando entre nosotros. Para siempre.


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Mis comentarios a su reciente libro lo colegué este blog:
http://juandelapuente.blogspot.com/2011/07/el-virrey-toledo-y-las-gobernabilidades.html
Mi artículo, del 28 de julio, Dilemas del buen gobierno, a propósito de su libro puede leerse:
http://www.larepublica.pe/28-07-2011/dilemas-del-buen-gobierno



Otros amigos han publicados sentidas notas por la muerte de Pocho.
Juan Carlos Tafur, el 14 de agosto en el Diario 16, Pocho Tantaeán, la voz a ti debida,aquí.
César Campos, el 14 de agosto en Expreso, El sueño de Pocho, aquí.
Antonio Zapata, al alimón con Cristobal Aljovín, el 17 de agosto en La República, aquí.
Raúl Vargas, el 18 de agosto en Caretas, La huella de Javier Tantaleán Arbulú aquí.
Santiago Pedraglio, el 19 de agosto en Perú 21, Pocho, un hombre de partido aquí.
Hugo Neira, el 25 de agosto en La República, Tantaleán, gloria y ninguneo aquí.

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La entrevista que el 22 de julio le hizo Jaime de Althaus a propósito de su libro puede verse aquí.

lunes, 25 de julio de 2011

El Virrey Toledo y las Gobernabilidades del Perú







Comentarios al Libro El Virrey Toledo y su Tiempo, del Dr. Javier Tantaleán.
Feria Internacional del Libro (FIL), 22 de julio 2011, Lima.
(También comentaron el libro los Drs. Pablo Macera y Carlos Contreras
)

El libro del profesor Tantaleán se ubica en el campo de la historia económica peruana, una especialidad que parece haber reiniciado su tránsito hacia el estudio del período colonial, luego de haberse detenido un tanto en los siglos XX y XIX. Un reciente ensayo de la profesora Cristina Mazzeo, 25 años de la Historia Económica Colonial en el Perú, publicado por el Instituto de Estudios Peruanos (IEP) dentro de una compilación de trabajos, realiza una recensión de textos anotando su avocación a tres áreas especificas: producción, mercado, capital y crédito.
Tomando esa visión, el texto del profesor Tantaléan es, temáticamente, más abarcador y ambicioso que los anteriores, con vocación subterránea. En varios capítulos desborda la relación entre la historia y la economía y se desliza hacia la historial institucional, la antropología pura o la etnohistoria, e incluso hacia política comparada, como cuando relaciona los debates en Europa y América en los siglos XVI y XVII sobre el poder y las guerras justas.

Crisis previa a Toledo
La gobernabilidad toledana fue ciertamente, la primera gobernabilidad occidental, construida, como todas las gobernabilidades, luego de un período de crisis política sustantiva y prolongada. Hablamos, en realidad, de sucesivos períodos de crisis en esta parte del mundo.
La primera de ellas se vive en los años 1529 y 1532 cuando se inicia la conquista, extendida por la crisis de la misma conquista con la guerra civil ente los conquistadores entre 1535 y 1542, la rebelión de los encomenderos entre 1546 y 1548 y la segunda rebelión de los encomenderos, la de Francisco Hernández Girón entre 1553 y 1554. Estas crisis políticas y militares fueron yuxtapuestas por la resistencia nativa, como la rebelión de Manco Inca en 1536 y el inicio del llamado proceso de desestructuración, de profundo impacto social, que agitó a la población conquistada y a la conquistadora.
De modo que hasta la llegada de Toledo, entre 1529 y 1569, esta parte de América había tenido, en 40 años, poco más de 10 años de paz; una paz relativa, tomando en cuenta las conflictos entre virreyes o gobernadores con la elite gobernante española.
Téngase en cuenta que hasta Toledo y luego Atahualpa, el Perú tuvo 15 gobernantes, entre ellos cuatro virreyes, cuatro gobernadores y siete jefes estatales interinos. El promedio de duración de un gobierno en estas tierras fue en esa etapa de 2,6 años. Sobre esa precariedad se instala la gobernabilidad toledana, sobre cuyas realizaciones se han dedicado estudios con arraigo en la politología, como el libro que hoy nos convoca aunque ninguno de modo tan extenso y detallado.

La bula Inter Caetera
Queda pendiente, no obstante, sobre Toledo y sobre la conquista misma un debate en un campo más complejo y debatible, el de la filosofía política, sobre dos temas de fondo: si la guerra de conquista fue una guerra justa y por lo tanto los títulos fueron o no justos; y sobre si nuestra región fue solo “descubierta” y conquistada, sino también inventada o “reiventada”.
En el libro de profesor Tantaleán se introduce en estos debates tocando varios ángulos, el primero el del valor legal y político de la bula Inter Caetera otorgado por el Papa Alejandro VI a los Reyes Católicos en 1493. Entre los defensores de la teoría de la guerra justa y del justo título, esta bula fue una licencia de evangelización, un mandato que se torció en el curso de la conquista, sea por el salvajismo inca o por las necesidades económicas de dominio imperial español.
No obstante, esta bula se ha relativizado en otros estudios, teniendo en cuenta que se trata, en realidad, de cuatro bulas, las Bulas Alejandrinas, y no solo una. Fueron emitidas en 1493, cuando los reinos de Castilla y Portugal negociaban su hegemonía en el océano Atlántico, provocada por el primer viaje de Colón a América, tratos que acabaron en la firma del Tratado de Tordesillas, meses después.
Debe recordarse que por este tratado, ambos reinos delimitaron sus zonas de influencia mediante un meridiano situado a 370 leguas al oeste de las islas de Cabo Verde. En el texto de Tordesilla, no se hace ninguna mención a las Bulas Alejandrinas. La línea definida por la Inter Caetera no llegó por tanto a tener efectos prácticos.
También habría que tener en cuenta el valor jurídico de ella, en especial la bula menor, que operó como una concesión, a decir de muchos el negocio de un papa convenido y dos reyes audaces, de acuerdo a la versión de más de un historiador.
Recordemos que Alejandro VI fue el famoso Rodrigo de Borja, el que permitió que se casaran Fernando e Isabel a pesar de ser primos segundos, a lo que estos respondieron otorgando favores a los hijos del Papa: a Pedro Luis el ducado de Gandía, a César el arzobispado de Valencia y a Juan la autorización para que se case con María Enríquez, prima del Rey.

El Estado que encontró España
El segundo ángulo, es el de la invención o reinvención del Tahuantinsuyu, contiene un debate intenso, porque esta precedido de otro más anudado, sobre lo que el tipo de Estado que encontró España. Sobre ello, las definiciones predominantes desde la economía se baten en retirada en sus versiones europeístas que apuntan ya sea al socialismo, al feudalismo o al totalitario. También se debilitan las visiones historicistas, casi todas ellas administrativistas, decantadas entre lo excepcional y lo utópico.
La etnohistoria ha respondido más creadoramente a este desafío en base, por ejemplo, a las hipótesis planteadas por el profesor Jhon Murra; él sostiene que se trató de una estructura poco común, parecida en su originalidad a la dahomeyana (el Benin actual) o la hawaiana, donde la clave era la relación del a etnia con el Estado, la creación de la renta indispensable y los mecanismos usados para que el sistema perdurara.
Esta discusión es relevante porque está a la base de la razón jurídica y moral que permite construir el Estado colonial gobernable en el largo plazo y dotarlo de una legitimidad más solida que el de otros virreinatos. Frente a la tesis que afirma que el Virreinato del Perú fue el más completo en términos coloniales porque aquí estaba el centro del Tahuantinsuyo y por ello se mantuvo aquí la vocación de imperio, se levanta otra que explica lo mismo desde una razón distinta: aquí fue más eficaz el proceso de desestructuración, una dinámica donde la demolición de la estructura pre hispánica se conjuga con la conservación de prácticas e instituciones sacadas del contexto original inca y, sobre todo, pre Inca. El profesor Tantaleán cita en el libro (página 131) trece elementos de desestructuración.

Las otras gobernabilidades
En cualquier caso, incluso para los partidarios de las tesis de la destrucción de las Indias, la gobernabilidad instalada con Toledo, no es un orden clásico impuesto sobre otro completo, hegemónico y superior socialmente. La arqueología ha demostrado ya que no es cierta la versión del caos Inca y pre Inca. Más aún, uno de los grandes aportes de Guaman Poma de Ayala es la afirmación de que la civilización en el Perú es pre Inca. La gobernabilidad toledana sucedió entonces a dos gobernabilidades.
El libro del profesor Tantaleán es abundante en datos que resuelven los vacios de lo que denomino una historia institucional de la Colonia, sin la que es imposible, por ejemplo, un estudio más riguroso del pensamiento político colonial. La Colonia sigue siendo vista como solo como un punto de ruptura, un período plano donde las ideas y la política era una externalidad.
No obstante, llegando nomás España, América, desde América y por América se fundó un pensamiento político enraizado en Europa pero convenientemente recreada. No solo me refiero al pensamiento de los tres grandes, Garcilaso de la Vega, Guaman Poma y Bartolomé De las Casas. Me refiero sobre todo a la ingente producción de normas para la aplicación de las Leyes de Indias, a la justificación del dominio colonial, a la visión de los vencidos nativos o a la de los súbditos criollos.
Un libro de 806 páginas, en dos tomos, como el que nos convoca hoy, es un delicioso abuso literario que hay que leerlo con calma. Imposible leerlo en lo que se llama una o dos sentadas. El profesor Tantaléan ya nos tiene acostumbrados a esos ataques bibliográficos. El Fondo Editorial de la USMP que dirijo tuvo el honor de publicarlo, gracias también al aporte de la Agencia de Cooperación Española.
Juan De la Puente
Lima, julio 2011


Actualización 4 de agosto

Sobre lo mismo, y haciendo un resumen de este texto, publique el 28 de julio mi columna en La República, titulada "Dilemas del buen gobierno". Verlo aquí.

miércoles, 22 de diciembre de 2010

Javier Tantaleán y la gobernabilidad. 7/12/2010

Con Javier Tantaleán, Hugo Neira y Jaime Palacios en la presentación. 7/12/210. Instituto de Gobierno de la USMP.

Participé junto a Hugo Neira y Jaime Palacios, director del Instituto de Gobierno de la USMP, en la presentación de la segunda edición de su libro Gobernabilidad Democrática, Económica y Social, un clásico peruano sobre esta temática, cuya primera versión fue escrita por Tantaleán y Pierre Vigier, ya fallecido. La cita fue en la sede del Instituto de Gobierno de la USMP.
En la presentación del texto valoré el esfuerzo del autor por sistematizar los conceptos y la ejecución de las tareas de la gobernabilidad. Señalé que sobre el libro tenía tres coincidencias y una discrepancia. Las coincidencias: la primera, el pensar la gobernabilidad no como el sinónimo de estabilidad, de paz y ausencia de conflictos, es decir de limitación de las disidencias; la segunda, intentar proponer un sistema de gobernabilidad que puede resultar agresivo en el buen sentido de la palabra y medir la calidad de la democracia en el país; y por último, el estudio de la condición humana del gobernante, donde Tantaleán establece una relación muy directa entre la naturaleza del buen líder y el buen gobierno.
Mi discrepancia residía, señalé, en la crítica que hace el autor a la sociedad civil, un tema con el que con Tantaleán venimos debatiendo amistosamente los últimos 15 años.
Se trata de un buen libro, de harta utilidad.

El relato del acto puede verse aquí.