La República
La mitadmasuno
21 de agosto de 2015
Juan De la Puente
Un considerable número de ciudadanos cree que las acusaciones contra los candidatos presidenciales mejor ubicados en las encuestas son ciertas y, sin embargo, esa desaprobación se transforma en la aprobación política de su desempeño y por esa vía en intención de voto. Esa contradicción acaba de ser recogida por la encuesta de Ipsos de este mes y es consistente. Expresa un dato básico del escenario electoral en formación.
Esta dinámica de liderazgo precario pero estimulado/premiado por una parte de la opinión pública es explicada desde varios postulados y a ello nos hemos referido en otra oportunidad, revisando la teoría de la elección racional y nuestro populismo nacional construido más allá de la política y del Estado, un proceso en el que las élites y los ciudadanos se influyen mutuamente, un efecto y causa al mismo tiempo.
La dinámica de censura/aceptación de los candidatos más importantes implica también la caída de la ilusión por nuevos candidatos. Este fenómeno lo detectó un sondeo de GfK en junio pasado cuando encontró que mientras que en enero de este año el 49% pensaba que había oportunidad para alguien que no sea del elenco estable de candidatos, ese porcentaje cayó en junio a 39%, es decir 10 puntos. En cambio, los que pensaban que el 2016 se iba a elegir entre Keiko, PPK o García pasaron de 45% a 53% en el mismo período.
Estos cambios operan como una tendencia de cierre anticipado del escenario, un fenómeno que no ocurría en otros procesos en los que no se esperaba mucho a los nuevos aspirantes (Toledo y Pérez de Cuéllar en 1995; Humala y Lay el 2006; y PPK el 2011).
Escucho respuestas automáticas a este cuadro; ellas aducen que falta mucho para el cierre de las inscripciones, que el sistema peruano es de “última hora” y que nuestro país tiene “bolsones” electorales que no pueden ser invadidos por extraños. Estas explicaciones suenan poco convincentes en la medida que no contemplan datos nuevos con seguro impacto electoral, como la desilusión respecto del gobierno de Humala, la irrupción de la inseguridad y de la corrupción como temas básicos de la campaña que requieren de ideas.
Creo que este cierre podría tener por lo menos dos explicaciones añadidas. La más inocente señala que los ciudadanos estarían ejerciendo una resignación razonada habida cuenta de la debacle del centro y la fragilidad de la izquierda. Sospecho no obstante que existe un deseo programado de que los ciudadanos consuman determinado tipo de política o de políticos, un menú tóxico para efectos de la discusión del futuro.
Nótese por ejemplo que sobre la seguridad ciudadana se despliegan campañas que visibilizan los delitos al detalle –incluyendo el conteo de muertos por semana– de modo que no hay canal de TV que no tenga una secuencia especializada sobre el crimen. Este modelo de noticia y de política ha estimulado las promesas populistas y militaristas pero se ha negado a un debate más profundo. Asimismo, sobre la corrupción, cuando se intenta que todo escándalo de financiamiento ilegal de partidos sea seguido de la adopción de medidas de financiamiento público y otras reformas políticas, los medios y los políticos se baten en retirada.
La política que apunta a cerrar el escenario se ha dado maña también para ignorar el reciente lanzamiento de la candidatura de Verónika Mendoza, de modo que opera como un sistema de vetos de determinados temas y de opciones y personas.
Es preciso alertar contra el cierre anticipado del escenario y contra la política tóxica que impone vetos a temas, soluciones, partidos y personas. Si alguien quiere empujar un proceso electoral sin regiones, sin centro político, sin izquierda, sin debate y sin acuerdos, puede irse de bruces.
A la vuelta de este cierre y bloqueo puede estar un país que luego del proceso electoral se le tire al cuello a los elegidos o, más cercanamente, proteste contra la exclusión de opciones personas con un apreciable porcentaje de votos en blanco y viciados, un fenómeno que asomó en las últimas elecciones regionales y locales en Cusco y Arequipa.
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