viernes, 16 de noviembre de 2012

!No quiero ser mayoría!

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La República
La mitadmasuno
16 de noviembre de 2012
Juan De la Puente
Quienes sueñan con una democracia sin Parlamento estarán felices: el actual se dirige al colapso como resultado de su creciente inmovilismo y el múltiple bloqueo, principalmente político. Los parlamentarios de fila ven como una docena de sus colegas, voceros reales y formales, practican un raro juego, un rito suicida, que consiste en evitar que el Legislativo adopte decisiones o que las que tome sean poco esenciales. Más extraño todavía es que el oficialismo realice con mayor empeño ese juego.
El bloqueo se localiza en las alturas y en algunas bancadas que viven una guerra fratricida. La base del Parlamento funciona con cierto ritmo pero sin rumbo y sin agenda política. Veamos algunos datos; desde el 28 de julio se han promulgado una veintena de leyes, de las cuales 8 nacieron por iniciativa del Ejecutivo. El oficialismo ha convertido en leyes 3 de sus iniciativas, otras 3 de Alianza Parlamentaria (AP), 3 del fujimorismo y una de la Alianza por el Gran Cambio (APGC). El resto son normas que corresponden a proyectos compartidos por más de una bancada. Otras 15 están a la espera de la promulgación.
Las leyes promulgadas no son espectaculares. Algunas recogen expectativas justas como la delegación de facultades legislativas en Defensa e Interior, la expropiación de los terrenos para el aeropuerto de Chinchero, la estimulación del gasto público y la reactivación de los proyectos ferroviarios en el centro del país. No obstante, en esa lista caben otras normas de trámite forzado como la del sector azucarero (una Ley Oviedo más) y el nombramiento de notarios. Entran en la cuenta también dos normas básicas para la sobrevivencia nacional: la Ley del Día de la Marinera y los cambios en la Ley del Colegio de Odontólogos. Eso sí, el Parlamento es fraterno: solo en noviembre se han presentado 160 mociones de saludo.
La mayoría de comisiones cumplen, con un promedio de reuniones de entre 8 y 10 desde agosto; las de Presupuesto (21), Defensa (16) y Educación (16) superan este rango y pocas van a la zaga como Cultura (7) y Energía (7). Con ese ritmo las comisiones han dictaminado 85 proyectos de ley que están atrapadas en la agenda. Pocas de estas, sin embargo, tienen el espíritu de la reforma y las que corresponden a cambios sustantivos sufren dolorosamente. Un caso emblemático es el proyecto de la Ley de la Superintendencia Nacional de Fiscalización Laboral (SUNAFIL) enviada como urgente por el gobierno, debatida cinco veces en tres meses y con textos sustitutorios en cada debate. Así, se augura una vía crucis para la Ley del Servicio Nacional de Certificación Ambiental (SENACE).
La responsabilidad central es del oficialismo, un inédito caso de renuncia al poder luego de ganarlo. Gana Perú se ha empezado a construir desde una posición defensiva y ha renunciado a ser mayoría. Sus movimientos son cada vez más torpes por la lucha interna entre antiguos y nuevos voceros, un resultado natural en una bancada que carece de democracia interna. El azaroso fracaso en la elección del Defensor del Pueblo es la medida exacta del agotamiento de un modelo de gestión sin objetivos, sin agenda y sin medios políticos. En todo Parlamento democrático la disputa y el consenso se organizan en función de mayorías y minorías. En el actual se carece de grandes acuerdos y se mediatizan unos a otros. El principal resultado es el bloqueo.
La clave se encuentra en el modelo de coalición escogido para gobernar el Parlamento. En la elección de julio los grupos y parlamentarios partidarios de las reformas quedaron fuera de la dirección del Congreso y el oficialismo mantuvo el control del Legislativo a costa de reducir su capacidad de movimiento. El error principal de los líderes del Parlamento es subestimar la agenda de cambio, aún mínima, recuperando lazos con sus promotores y dejar actuar por su cuenta a los voceros formales y reales, especialmente a los últimos. ¿Se puede evitar el colapso? Sí, con una agenda política y desarmando el juego inmovilista.

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