La Mitadmasuno
15 de marzo de 2012
Juan De la Puente
Diego de la Torre acaba de publicar un artículo (EC, 13/3/2012) en el que afirma que César Vallejo influyó de manera negativa en el subconsciente colectivo de los peruanos y que el estilo de su cuento “Paco Yunque” le hizo daño al país. También afirma que Julio Ramón Ribeyro tenía una narrativa que sublimaba y endulzaba el fracaso. El articulista se felicita porque esa percepción pesimista ha trocado en una mentalidad ganadora.
Me acabo de enterar de que alguna vez fuimos un país pesimista y no se quién ha realizado ese estudio tan vasto y concluyente premunido de las tesis de Carl Jung. Fuera de eso, llama la atención una versión tan básica del optimismo nacional construida desde la filosofía del Perú como marca, no como nación, es decir, un producto reluciente al que se debe vender sin fisuras ni arrugas y, si es posible, sin historia. Impactan más las conclusiones facilonas respecto de problemas complejos: la crítica social es sinónimo de pesimismo; la denuncia literaria del feudalismo peruano fue una letanía derrotista; y la Revolución Francesa no fue un salto histórico a la libertad sino una carnicería generada por Voltaire y Marx (este último nació 60 años después). Para ser coherente, esta visión debería sugerir que en los colegios se prohíba a Cesar Vallejo, Mario Vargas Llosa, Guamán Poma de Ayala y Garcilaso de la Vega.
La afirmación del carácter destructivo/constructivo de los pensamientos, no de las acciones, no es nueva ni solo peruana. La ciencia política lleva décadas intentado una respuesta sobre una discusión previa: que si el cambio es impulsado por las ideas o por el interés. Sin embargo, entre la variedad de teorías sobresale la más conservadora, la que niega todo cambio que se propone democratizar el acceso al poder y al bienestar basándose en la desconfianza en el futuro, es decir, desde el pesimismo. Manuel González Prada, el fundador del pensamiento político peruano, y luego Haya de la Torre y Mariátegui, levantaron los ideales optimistas del cambio precisamente contra el derrotismo conservador.
A esa generación perteneció César Vallejo. En él, es un crimen separar su compromiso estético de su compromiso político. Es más absurdo congelar su imagen en el pesimismo. Como afirma reiteradamente el profesor Marco Martos, Vallejo asumió y sumó distintas identidades si bien contradictorias pero que vivieron en perpetua convivencia. Negar y desconocer esa extensión, desde el primer Vallejo de Los heraldos negros hasta el Vallejo universal de España aparta de mí este cáliz y Poemas humanos, y reducir la riqueza de su palabra, es profundamente arbitrario. Es, además, inútil para los fines de la construcción de un país más seguro de sí mismo. ¿Qué puede tener más fuerza que las palabras de un poeta universal, en las que se reconocen los peruanos, incluso aquellos cuya voz aún no se escucha? Desde la gloria nos volverá a decir: “Quizás me han confundido con mi llanto”.http://www.larepublica.pe/columnistas/la-mitadmasuno/muere-vallejo-muere-15-03-2012
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