Ha sido celebrado como un gran acontecimiento el que
el Presidente Ollanta Humala haya roto su silencio de más de 80 días. No sé si
son tantos porque el mandatario ha tenido en ese lapso otras intervenciones. Lo
que no hubo fueron largas entrevistas como otras tres o cuatro anteriores,
concedidas a medios. En todo caso, el silencio presidencial se ha convertido en
un problema de la política.
Es evidente la austeridad verbal del Presidente;
más notorio en un país presidencialista y en una etapa en que sus dos antecesores,
Toledo y García, fueron muy comunicativos. Se agrega a ello el hecho que el
gabinete Valdés fue diseñado para no hablar, porque los ministros son técnicos,
de modo que la política la debería hacer el Presidente. Por ello será que casi
la mitad del gabinete es casi mudo, aumentando el déficit de palabras.
A Humala le ha funcionado el silencio. La verdad
que su silencio es una forma de comunicación y un estilo de su gobierno. Más
que las palabras, no obstante, el déficit está la comunicación, porque de nada
sirve que el Presidente hable todos los días si lo que dice no se encuentra en
los rangos de los temas de gobierno. Advierto en ese tema, mucha más hojarasca de
la que habitualmente existe.
La entrevista de ayer fue muy útil para zanjar
temas cruciales como el de la fragata inglesa y el de Conga. En el primer caso
ha reivindicado su dirección de la política exterior dejando sin piso a quienes
satanizan al canciller, como si los temas en debate no estuvieran en la esfera
presidencial. La palabra más relevante es “soberanía” y allí parece haber un
punto final para la facción conservadora que quería hacer política interna con
la política exterior. Sobre Conga, he advertido una mayor disposición al diálogo
que otros miembros del gobierno y un retorno del discurso “Conga va” hacia
posiciones más tolerantes. Si debo forzar una frase detrás de sus palabras
sobre este caso sería: “Conga no puede ir a cualquier precio”.
El deslinde con su hermano es también destacable,
pero fuera de ello hay un paquete de temas que deberían merecer las palabras
presidenciales: la seguridad ciudadana, la inversión pública y las
repercusiones en el Perú de la crisis financiera internacional.
Yo pediría más calidad y no solo cantidad y en eso la prensa tiene
la mayor responsabilidad: ya llevamos tres semanas con las cárceles Antauro. ¿Será
el modo de hacer oposición por parte de una prensa que estaba preparada para
otro tipo de enfrentamiento con el gobierno y que está más que satisfecha
con el rumbo económico y político del
gobierno?
No hay comentarios:
Publicar un comentario