sábado, 18 de septiembre de 2010

Política social municipal

La mitadmasuno
La República
Sábado 18 de setiembre 2010
Juan De la Puente
En los pequeños espacios que los insultos y el espionaje telefónico permiten, incluido el debate del jueves 16, asoman en las principales candidaturas a la alcaldía de Lima elementos de una política social municipal como tendencia a la apropiación de un quehacer que el imaginario tradicional reserva al gobierno central. Se han escuchado referencias a subsidios condicionados, solidaridad, exclusión, violencia familiar, empleo, discapacidad, salud y vivienda, vocablos que denotan un razonamiento que la glotonería de la palabra obras no permite desarrollar.
No me ilusiono con que nos encontremos frente a la moderación de las ofertas faraónicas de cemento y fierro con sabor populista.
Eso le gusta al respetable y varias de ellas, particularmente en relación al transporte masivo, son reclamadas con urgencia. Es relevante, no obstante, que los habitantes de Lima dejen de ser un todo empaquetado e inerte al que se alude con el nombre de vecinos y sean reconocidos como mujeres y hombres cuyos derechos no se agotan en el ornato y la baja policía.
En la cultura del municipio constructor la ciudad es un conjunto de avenidas y parques y el eje de la gestión municipal tiene que ser, en el mejor de los casos, la organización de la ocupación del espacio urbano. En esta idea, el bienestar se asocia a las facilidades para el desplazamiento y la recreación. Este muro de contención ha sido escasamente perforado en los últimos 30 años por experiencias como las del Vaso de Leche, los clubes de madres, los hospitales de la solidaridad, la titulación de Cofopri (cuando dependía de los municipios), las escaleras en los cerros, ente otros.
En estos casos la regla fue y es la falta de coherencia y financiamiento, es decir, impulsos en el marco de la ausencia de una política pública social municipal. Una muestra de ello: en Lima Metropolitana, la Gerencia de Desarrollo Social es muy marginal y sin correlato en los distritos, en cuyos organigramas se sigue confundiendo el desarrollo social con el servicio social plano.
Estamos a tiempo: ojalá que esta vez las obras no se devoren a los pobres. No olvidemos que 6 distritos limeños albergan a 700 mil pobres, más de la mitad del millón 600 mil que tiene la ciudad. Sería inmoral decir, en pleno proceso de descentralización, que esa es una responsabilidad exclusiva de la política nacional.

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