La mitadmasuno
La República
Sábado 11 de setiembre 2010
Juan De la Puente
El Informe Regional del PNUD de desarrollo humano 2010, presentado esta semana, trae novedades que introducen nuevos elementos al debate sobre la calidad del servicio del Estado en la lucha contra la pobreza y la relación de esta con la desigualdad.
El informe valora la caída de por lo menos 20 puntos de pobreza en la presente década y revela que a pesar de que el Perú se encuentra en el grupo de los países con menor desigualdad en la región, nuestro continente es el de mayor desigualdad en el mundo.
El informe es muy audaz al proponer incorporar el elemento desigualdad a mediciones del desarrollo humano, convirtiendo en obsoleto el modelo estimativo en base a ingresos, salud y educación. La premisa de esta propuesta es agresiva: la suma aritmética de estas variables no incide necesariamente en la disminución de la desigualdad. En esa visión, la reducción de la pobreza es importante pero no origina, necesariamente la cohesión social, la conexión de la sociedad y el desarrollo de las capacidades humanas.
El informe genera de hecho problemas ideológicos y políticos. En lo primero, coloca sobre la mesa el destino de la riqueza nacional, presionando sobre los idearios ultraliberales que ya habían sido objeto de cambios a inicios de la década, aceptando a regañadientes la necesidad del crecimiento con equidad, este último concepto en su acepción aristotélica básica, es decir, como sinónimo de justo. En la visión del informe, como en otros trabajos en la región, la equidad es la negación de la desigualdad y un impulso vigoroso de la justicia distributiva, ideario reflejado en la tesis de John Rawls sobre la teoría de la justicia y el consenso entrecruzado.
Es aún más incisiva la propuesta política. Sugiere debatir el pasado y presente de las políticas sociales con preguntas incómodas como: ¿Por qué somos pobres y desiguales, desde cuándo y por qué no superamos ambos estadios como lo hicieron otros pueblos en los últimos 50 años? A la vista de los datos, las políticas de oportunidades serían insuficientes o por lo menos relativas en beneficio de un proceso de universalización de derechos, en dependencia de la calidad sistémica de las privaciones. Eso tampoco gustará, sobre todo porque obliga a un Estado más promotor y regulador y a un mercado más inclusivo de derechos. En atención a este análisis, lo primero que habría que revisar es la calidad y la finalidad de los subsidios.
El informe valora la caída de por lo menos 20 puntos de pobreza en la presente década y revela que a pesar de que el Perú se encuentra en el grupo de los países con menor desigualdad en la región, nuestro continente es el de mayor desigualdad en el mundo.
El informe es muy audaz al proponer incorporar el elemento desigualdad a mediciones del desarrollo humano, convirtiendo en obsoleto el modelo estimativo en base a ingresos, salud y educación. La premisa de esta propuesta es agresiva: la suma aritmética de estas variables no incide necesariamente en la disminución de la desigualdad. En esa visión, la reducción de la pobreza es importante pero no origina, necesariamente la cohesión social, la conexión de la sociedad y el desarrollo de las capacidades humanas.
El informe genera de hecho problemas ideológicos y políticos. En lo primero, coloca sobre la mesa el destino de la riqueza nacional, presionando sobre los idearios ultraliberales que ya habían sido objeto de cambios a inicios de la década, aceptando a regañadientes la necesidad del crecimiento con equidad, este último concepto en su acepción aristotélica básica, es decir, como sinónimo de justo. En la visión del informe, como en otros trabajos en la región, la equidad es la negación de la desigualdad y un impulso vigoroso de la justicia distributiva, ideario reflejado en la tesis de John Rawls sobre la teoría de la justicia y el consenso entrecruzado.
Es aún más incisiva la propuesta política. Sugiere debatir el pasado y presente de las políticas sociales con preguntas incómodas como: ¿Por qué somos pobres y desiguales, desde cuándo y por qué no superamos ambos estadios como lo hicieron otros pueblos en los últimos 50 años? A la vista de los datos, las políticas de oportunidades serían insuficientes o por lo menos relativas en beneficio de un proceso de universalización de derechos, en dependencia de la calidad sistémica de las privaciones. Eso tampoco gustará, sobre todo porque obliga a un Estado más promotor y regulador y a un mercado más inclusivo de derechos. En atención a este análisis, lo primero que habría que revisar es la calidad y la finalidad de los subsidios.
Link del Informe Regional sobre Desarrollo Humano para América Latina y el Caribe 2010
Link del especial del Informe del diario El País de Madrid, con opiniones de especialistas y personalidades
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