domingo, 30 de junio de 2019

La rebelión ha terminado

https://larepublica.pe/politica/1443792-rebelion-terminado/
La República
La mitadmasuno
5 de abril de 2019
Juan De la Puente
El 2021 acaba de empezar. La rebelión de los últimos meses, el desafío que supuso la lucha contra la corrupción –vivida como un periodo turbulento e inconexo de crítica radical al sistema, y que empoderó al presidente Vizcarra– ha terminado.
Contando inclusive los avances institucionales que supondrían la nueva Junta Nacional de Justicia y los nuevos órganos de control de la fiscalía y el Poder Judicial, debe reconocerse que el sistema ha resistido bien y está ganando la partida.
El referéndum, que ya luce irreconocible, resolvió la disputa entre el Gobierno y el Congreso, e inició una transición signada por la incertidumbre sobre el cambio que sobrevendría al liderazgo político descabezado. Esta incertidumbre duró muy poco; la idea del cambio ha perdido peso, especialmente la madre de las reformas, la política.
Vizcarra se dirige a ser un presidente convencional y las instituciones tocadas por la rebelión, el Congreso, el Poder Judicial y el Ministerio Público, se regeneran con códigos contrarios a lo nuevo. No necesitaron reconstruirse.
No es la primera transición trunca de nuestra historia y hay varias respuestas que buscar. Por ahora me parece que la clave es la debilidad de la coalición vizcarrista que estaba llamada a generar un gran movimiento en la sociedad. Esta coalición es muy débil arriba, no se ha construido entre la gente, se ha desmovilizado y no ha podido transformarse en un plebiscito constante. ¿Un ejemplo?, el premier se reúne solo con las bancadas parlamentarias mientras que una marcha de la sociedad civil que demanda derechos llega al Congreso.
En esas condiciones, la reforma en democracia no será posible. El Gobierno ha perdido su capacidad decisoria e ilusoria y no sé si podrá recuperarla. Es un revés serio que la aprobación presidencial caiga 12 puntos en un mes, pero es más peligrosa la convicción de que el presidente no tiene un plan claro para el desarrollo del país, que se dispara al 54%. Es duro reconocerlo, pero ambos datos implican la pérdida de la mayoría política en manos de una oposición sin cabeza y sin piernas.
Conjurando el pesimismo habría que reconocer que estos meses, y desde el período anterior, inclusive, ha crecido una conciencia social sobre aspectos cruciales de la agenda pública, como la transparencia, la rendición de cuentas y las libertades. El liberalismo de los derechos ha tenido mejor suerte que el liberalismo de las instituciones.
Los dos años que vienen no serán como el 2018, largo y tumultuoso, sino cortos y bochornosos, una sucesión de coyunturas livianas. Nos aprestamos a una alta rotación de cargos públicos y al aumento del reclamo de soluciones radicales, persuadidos la mayoría de peruanos de que el primer dato de esta etapa es la resistencia al cambio.

La cancelación de esta transición tendrá efectos en el fortalecimiento de la coalición conservadora, y acaso en la formación de una nueva coalición populista, autoritaria o no (es casi de manual que la frustración reformista arrastra propuestas experimentales), en tanto es un misterio el camino que tomará la coalición constituyente, lesionada desde el encuentro de Huancayo del 26 de enero pasado.

domingo, 31 de marzo de 2019

Vizcarra, la escalera sirve también para bajar

Por Juan De la Puente

La aprobación del presidente Martín Vizcarra ha caído 17 puntos desde diciembre pasado, 12 de ellos el último mes según la encuesta de IEP que publica La República, ratificando una tendencia compleja, donde se mezcla lo coyuntural con lo estructural, como lo habíamos advertido hace semanas (https://larepublica.pe/politica/1426514-baja-vizcarra).
La misma encuestas entrega razones y efectos diferenciados de esta caída. La lucha contra la corrupción sigue siendo el principal atributo de Vizcarra, pero ha dejado de movilizarle apoyos, en tanto el efecto del referéndum del 9 de diciembre se ha diluido. El 71% cree que Vizcarra debe seguir luchando contra la corrupción, pero le exige una conducta estratégica en la lucha contra la inseguridad ciudadana y la prestación de servicios públicos, sobre todo salud y educación.
El pedido de gobernar a dos manos es directo. Una caída de 12 puntos en un mes es un empujón fuerte que abre a su vez varias tendencias. Vizcarra parece embestido por dos oposiciones que se relacionan pero que son distintas. Unos le piden que se dedique a lo que se llama la gestión de gobierno (comunicación, obras medianas, éxitos contra el delito), pero los otros reflejan –y le refriegan- problemas estructurales (grandes proyectos, abandono, empleo, reducción de la pobreza y anemia, solución de viejos y nuevos conflictos, sistema político).
Vizcarra parece tener agenda solo para los primeros, pero no para los segundos. Y también parece que el problema ya no es solo de mensaje –que sí lo es en gran medida- sino de programa, calado y voluntad política. Es fácil que la gente sienta que la fuerza con la que el Gobierno se enfrentó a los Cuellos Blancos sea usada contra todos los cuellos.
Lima ha empezado a abandonar a Vizcarra, pero los sectores A y B aún se resisten a hacerlo. La débil coalición Vizcarrista –ciudades y capas medias- que el mismo presidente no quiso ampliar mediante el diálogo social, cruje. El centro y el sur pasan a la oposición firme (59% y 46% de desaprobación) y los sectores D y E. De ahí a la oposición populista, el que se vayan todos o el reclamo de la mano dura, solo hay un paso. Ya lo dijimos, si no quieres en Bolsonaro, haz reformas democráticas.
La encuesta se realiza a 15 días de la designación de un nuevo gabinete y pone en entredicho el nuevo tiempo que el premier Salvador del Solar anunciara. Obliga a redefinir esa nueva etapa y señalar sus atributos. Es cierto que el gobierno está en el centro del escenario, pero a diferencia del año pasado, es un centro inmóvil que pierde apoyos sociales. Tiene que moverse.

viernes, 29 de marzo de 2019

Minimalismo otra vez, no

https://larepublica.pe/politica/1439516-minimalismo-vez
La República
La mitadmasuno
29 de marzo de 2019
Juan De la Puente
El informe de la Comisión de Alto Nivel para la Reforma Política es la iniciativa más prometedora de los últimos años para cambiar nuestro sistema político. A diferencia de otros estudios, varios de los cuales se recogen en sus 400 páginas, se propone ser una hoja de ruta ordenada para acometer una reforma que el país ya no puede evitar sin que en ello se juegue la destrucción del capital social acumulado los últimos 18 años.
Un primer valor del informe es su aspiración a transformar el sistema político más allá de las reformas electorales, el tópico específico que fue la aparente prioridad de los cambios desde el año 2009, cuando empezó a cerrarse el sistema político, al elevarse a 450 mil el número de firmas para inscribir a los partidos. La idea de cambiar al mismo tiempo el sistema de gobierno, el sistema de partidos y el sistema electoral es seductora y posible, en la línea de la experiencia de otras reformas democráticas en la región, de las que emerge una tendencia: los cambios integrales, pactados y en poco tiempo tienen más posibilidades de éxito.
Sería un error repetir el minimalismo y aprobar solo las reformas de corte electoral. Las 12 iniciativas, cuatro de reforma constitucional y 8 de orden legal, se anuncian eficaces. Un rápido cálculo de resultados indica más de un centenar de efectos directos de carácter institucional y no solo político en el sentido estrecho del término. Para estimar con más certeza estos efectos sería ideal definir las etapas del cambio, el mismo que debe empezar indudablemente con la aprobación urgente de las iniciativas, y desarrollar escenarios de casos específicos a guisa de ubicación de indicadores de éxito, un aspecto omitido en el informe, probablemente por el escaso tiempo para su elaboración. Por ejemplo, sería muy útil apreciar cómo la reforma contribuiría a “curar” el sistema político en Áncash, el foco más resistente de corrupción regional.  
La visión del informe en relación a los partidos es claramente liberal; recoge el estándar universal vigente que se distancia tanto del esquema del centralismo democrático de las formaciones de la izquierda ortodoxa, como la deformación plutocrática de los partidos que cifran sus esperanzas en el financiamiento privado.
La apuesta por las listas paritarias, el financiamiento público de las campañas, la eliminación del voto preferencial y las elecciones internas obligatorias a cargo de la ONPE persiguen el propósito de fijar un punto de partida general, único y uniforme, superando la desigualdad del sistema de partidos.

La apertura de los mecanismos de entrada al sistema es una buena noticia, así como las reglas para permanecer en él. En el debate se podría precisarse mejor la gradualidad del proceso, pero nada más democrático que cimentar el sistema en la capacidad de convocatoria de los programas y los líderes, y la disposición de sus afiliados a la competencia. Es el desafío de partidos nacionales de verdad y de militantes empoderados, con un mínimo de carrera política; menos partidos limeños y partidos cascaron, más vida partidaria y militantes con más poder, dueños y no inquilinos de los partidos.