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viernes, 22 de noviembre de 2013

Mala política y mala noticia

http://www.larepublica.pe/columnistas/la-mitadmasuno/mala-politica-y-mala-noticia-15-11-2013
La República
La mitadmasuno
15 de noviembre 2013
Juan De la Puente
Colombia debate el futuro, es decir, cómo construir la paz desde un diálogo hereje de enemigos que se han matado 50 años. Sin concesiones militares a las FARC, un gobierno democrático audaz se ha colado por una rendija para intentar una salida que, si no funciona, deberá saldar la guerra con las armas del Estado de Derecho. Importa mucho que a pesar del despliegue de los opositores al diálogo, dirigidos por un ex presidente muy popular, el 64% lo respalde.
Chile también debate el futuro. Luego de las elecciones de este domingo, el vecino país tendrá en un mediano plazo una nueva institucionalidad. El dique pasadista se ha roto desde las calles y desde el sistema político, al punto que las palabras cambio y futuro compartido son las más pronunciadas en la campaña.
Brasil también discute el porvenir. Sobre todo el sentido de su modernización y el lugar de los jóvenes en ella. El sistema asimila la voz de la calle, no la apalea, y debate con fuerza la lucha contra la corrupción, la inversión en infraestructura, la demanda energética, el acceso universal a la educación y salud y la posibilidad de un plebiscito reformista.
El Perú, en cambio, debate el pasado con frenesí devorando el futuro, o debate el presente para evitar el futuro. No es malo debatir el pasado pero el espíritu conservador lo impone como un esquema cuyo objetivo es evitar el cambio. Por ejemplo, importan exclusivamente las ilegales decisiones que permitieron a la Policía custodiar a un operador de Vladimiro Montesinos, pero se elude el tema de por qué sobreviven las prácticas montesinistas en la PNP y por qué fracasaron las reformas policiales a poco de iniciarse.
En el reciente episodio del subgrupo de DD.HH. en el Congreso parecería que el único tema en agenda fuese el cuestionamiento a la CVR, un empeño por lo demás inútil frente a su potente eco en la sociedad peruana que ya lleva una década, y no el compromiso del Parlamento y sus partidos con los DD.HH., las secuelas de la violencia, las reparaciones y, por qué no, el reconocimiento de DD.HH. que hacen cola en el Congreso, empezando por el derecho al agua.
Un elemento que jalona la mala política es el formato de “Esto es guerra” y “Combate” en el que se ha convertido la noticia política, secuestrada en favor de cuatro personajes: Humala, Toledo, García y Fujimori. Este formato segmenta la política en cuatro cajones y deja poco espacio para los temas cruciales del futuro. Es la perfecta cortina que permite la huida de lo que importa, como la documentada denuncia de los malos manejos en APDAYC, que se desliza por el desagüe, o la aprobación de la llamada Ley Antauro.
Al cumplir los medios su función de jerarquizar la noticia, desarrollan este modelo noticioso donde la áspera confrontación no es sinónimo de intercambio de ideas, y donde la frase, la respuesta y la epidermis de la noticia es lo más importante, sobre todo si impide profundizar en los titulares. La mayoría de medios se jalan de las narices a practicar ese modelo informativo, de modo que, por ejemplo, importa si las decisiones las toman Ollanta Humala o Nadine Heredia y no los grupos de poder que sí han tomado las más importantes decisiones los últimos dos años, entre ellas una central: bloquear las reformas.
El hombre político, ya en crisis, sucumbe a ese formato y le presta su voz e imagen, como los concursantes de la farándula que sobreactúan. La política es un espectáculo, cierto, pero es un espectáculo propio; nadie ha dicho que deba ser mediano, engañoso, hiperpersonalizado y antipolítico.
El argumento “solo soy mensajero” tiene límites; también está en crisis el hombre/mujer prensa que construye una jerarquía informativa, acotando la noticia, quitándole sus raíces y frutos y promoviendo una sola mirada y un acercamiento ficticio a la realidad. Es, si se quiere, la piedra angular de este modelo escogido porque, no digan que no, saben lo que hacen. Aunque de vez en cuando finjan indignación por lo bajo que ha caído la política y nos cuenten que hay mala política pero no mala noticia.