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miércoles, 11 de septiembre de 2013

Chile, la memoria gana el juicio de la historia

En Chile, luego de 40 años del golpe fascista, la memoria ha ganado la madre de todas las batallas, es decir, la del juicio de la historia. Según una encuesta del Centro de Estudios de la Realidad Contemporánea, el 76% de los chilenos considera ahora a Pinochet como un dictador y el 75% estima que aún se mantienen las huellas dejadas por el régimen militar.
Al cumplirse los 40 años, la parte de la sociedad que celebraba el golpe solo lo recuerda; a ese estado de un ánimo culposo se ha dirigido el orgullo ultraderechista chileno, cada año remecido por la creciente indignación de las nuevas generaciones  que no le reconocen al régimen militar ningún mérito y por la docencia viva de un movimiento de derechos humanos, acaso el más vasto y profundo del continente.
La victoria de la memoria es ejemplar para el caso peruano, atravesado desde hace 12 años por un fuego cruzado entre un fujimorismo militarista de fuete aliento conservador que cede solo milímetros al empuje de una exigencia de memoria legitimada por el informe de la Comisión de la Verdad y Reconciliación (CVR). Ese empate ha impedido, entre otros hechos, la reforma de la institucionalidad fujimorista aunque el Perú ha innovado más intensamente que Chile el modelo económico de la década de los noventa.
Una venganza del tradicional pluralismo chileno es que la coalición que encabeza Michel Bachelet cobije un arco que va desde la Democracia Cristiana hasta el Partido Comunista y que la tercera fuerza, la alianza progresista que lidera Marco Enríquez-Ominami no se tiña de un tercerismo centrista sino de reformismo fuerte. Otra venganza de la historia es que la Constitución de 1980, el último baluarte de la institucionalidad pinochetista tenga el consenso social para su cambio.
La derecha chilena ha empezado  a pedir disculpas y ha ensayado nuevos argumentos sobre el régimen; estos ya no giran en torno el imperativo del orden sino sobre su defecto de origen, la falta de libertades. Es que con inteligencia, la derecha ha entendido hace tiempo que hay vida fuera del planeta pinochetista, una conclusión a la que demoran en arribar sus parientes peruanos.


viernes, 23 de noviembre de 2012

Perú/Chile: La Haya, política y dinero

http://www.larepublica.pe/columnistas/la-mitadmasuno/peruchile-la-haya-politica-y-dinero-23-11-2012
La República
La mitadmasuno
23 de noviembre de 2012
Juan De la Puente
Participé en el IV Encuentro de Directores, Editores y Medios de comunicación de Perú y Chile que reunió esta semana en Santiago a los miembros del Consejo de la Prensa Peruana (CPP) y la Asociación Nacional de Prensa de Chile (ANP), con el auspicio del PNUD y de IDEA Internacional, en una jornada de diálogo franco, abierto y maduro que abordó el rol de los medios en el proceso de La Haya que inicia su fase oral en diciembre y culmina con el fallo el próximo año.
Se aprecia en Chile al igual que en el Perú un clima de tensa espera que, sin embargo, no ha reciclado posiciones extremas. Se advierte en la prensa chilena, en público y en privado, un sentido común que sin distanciarse de las tesis oficiales de su país aborda el proceso con cautela, renunciando a la excitación maximalista. Los medios del país vecino hacen un minucioso registro de los movimientos peruanos relevando el tono responsable de las declaraciones de los actores públicos nacionales.
En general, el ánimo jacobino chileno sobre el proceso de La Haya no se localiza en la prensa nacional. Este resultado, siendo provisional, es sumamente válido y expone otros intereses periodísticos que han sido poco percibidos por la prensa peruana. Uno de ellos es el aumento significativo de la inversión peruana en Chile que ha reducido la tradicional asimetría en el flujo de capitales. Las inversiones peruanas en el sur alcanzan ya los $ 7 mil millones frente a los $ 12 mil millones de Chile en el Perú.
En esa dirección opera la acelerada transformación de la cooperación fronteriza; los directores de los diarios Correo de Tacna y la Estrella de Arica revelaron que durante el feriado largo chileno, entre el 14 y 19 de setiembre pasado, cerca de 100 mil personas cruzaron la frontera hacia Tacna. Otro dato, poco conocido es que, de acuerdo con el Servicio Nacional de Turismo de Chile, el Perú se convirtió en el primer destino turístico de los chilenos en el exterior, superando por primera vez a Argentina, 987 mil contra 964 mil.
¿Es dinero? sí. ¿Solo dinero? no. Los datos remiten a un proceso de integración y cooperación en la línea de reconocimiento del papel económico, político y cultural que asume el Perú en la relación bilateral. Se trata quizás de los aspectos más conocidos de una realidad más compleja, que incluye la presencia audaz de 200 mil peruanos en el vecino país, la diáspora más numerosa de nacionales en el exterior.
Por una línea paralela transita, sin embargo, la desconfianza que ahora tiene poco espacio en los medios. La más significativa de ellas, expresada inclusive por tradicionales amigos del Perú, persiste en sostener que la demanda peruana ante La Haya es una pieza y etapa más de un espíritu “revisionista” que no acabará con el fallo de la controversia marítima y que pedirá más y más. Es cierto que se trata de una visión de elite, pero existe y es escuchada.
Los aliados más importantes y definitivos de una opción de paz y de mutuo reconocimiento binacional son, no obstante, los movimientos sociales chilenos, uno de los más activos y avanzados de la región y portadores de un mensaje de cambio que ha jaqueado al sistema político heredado del régimen pinochetista. A diferencia de otros “progresismos” de América Latina, no contienen un nacionalismo desaforado contra sus vecinos. Al contrario, su crítica al establishment parte por recusar la opción neoliberal que ha seguido la inversión chilena en otros países como el Perú, en una suerte de exportación de un modelo de recorte de derechos sociales.
Este programa también cuestiona la carrera armamentista de su país como elemento básico de un modelo de privilegio de gasto militar y privatización de la educación y de los servicios públicos. En esa visión, el Chile democrático, moderno y social no es compatible con una política exterior poco amiga de su vecindad. Marco Enríquez-Ominami, el candidato presidencial del Partido Progresista, ha llamado varias veces a que su país aplique una diplomacia sin vetos y agresiones.