martes, 16 de septiembre de 2014

La política ya fue (I, II, III, IV, V y final)

Esta es una serie de seis artículos publicados en el diario La República con el título de La política ya fue, entre el 29 de agosto y el 3 de octubre de 2014, sobre la crisis política del país y la necesidad de una reforma.
La política ya fue (I)
La República
La mitadmasuno
29 de agosto de 2014
http://www.larepublica.pe/columnistas/la-mitadmasuno/la-politica-ya-fue-i-29-08-2014
La política peruana está embotada de palabras y de gestos. Se encuentra igualmente adormecida y ahogada; mientras el mundo, a decir de Giovanni Sartori, experimenta una expansión de la política porque se hace más grande y se politiza, en nuestro medio se acorta, en un proceso que amenaza con diluirla aún más en todas sus acepciones, es decir, la política como gobierno, poder, vocación humana o sistema de organización de lo público.
La mayoría de las críticas de la oposición en el reciente debate por el voto de confianza al gabinete resume una obsesión por la minucia, por los pequeñísimos asuntos y por los grandes olvidos. Esperé una crítica profunda al gobierno pero pocas veces vi a tantos hablando tanto y callando tanto. Algunos abordaron problemas serios aunque como pedazos, sin conexión con el todo y solo se pudo apreciar uno o dos juicios certeros sobre lo que debería estar en juego. Fue penoso, por ejemplo, que quienes enjuagaron el sistema privado de pensiones los últimos 20 años reduzcan su ira al aporte obligatorio de los independientes, el pedazo, y guarden silencio sobre el modelo, el todo. La defensa del gobierno ha sido igualmente lamentable, fijada exclusivamente en la estabilidad, la obra pública y el honor y la valentía.
Es frecuente que los partidos lleven a cabo movimientos tácticos sin estrategia o que posean estrategia pero carezcan de táctica. Pero es poco frecuente que carezcan de ambas cosas, lo que se aprecia en esta etapa signada por movimientos erráticos, duales y plenos de confusión, escondidos en ese lenguaje populista y sobreactuado que ha impregnado a todas las tendencias.
La disputa política ha dejado de ser una confrontación de grandes proyectos y es en cambio una pelea de enanos desorientados; y cuando los partidos no saben qué hacer tenemos una señal inequívoca de crisis y de que otros sí saben lo que quieren y lo que hacen. Es la superficie de fenómenos de creciente visibilidad, como que la oposición partidaria es más débil que el gobierno, que los fuertes son otros, es decir, los que cortan el jamón desde los medios y los grandes poderes económicos (coincido en ello con Carlos Meléndez), y que en la polarización actual solo está en juego la autoridad y no el poder.
En medio de este proceso de cara al vacío la única discusión que parece prometedora es la de los “cornejoleaks”, que pone sobre la mesa la naturaleza de un nuevo poder constituyente, una voluntad particular que ha logrado subordinar con éxito la voluntad general. Este escándalo ha mostrado sus mecanismos oscuros y sus operadores elegantes, las salas paralelas de decisión y los comités de notables, un modelo de distribución de competencias sociales que no está agotado aunque haya sido pillado en falta. Es fuerte y tiene por delante otro cuarto de siglo de vida.
Sin embargo, hasta en este delicado tema no está en juego el problema de fondo. La mayor parte de los actores públicos están dispuestos a cuestionar a un par de ministros (pensar que por menos Rómulo León se fue preso varios años), pero no el sistema de cooptación privada del Estado, la semilla que se vuelve fruto y nuevamente semilla cada cinco años.
Una parte de la academia anota que este proceso es hasta cierto punto natural, que el remplazo en el ejercicio del poder es consecuencia del desplazamiento del espacio tradicional de la política, y que lo sucedido no es una patología sino una evolución. No obstante, nuestra despolitización de la política es más seria de lo que se pensaba; es la más pronunciada de la región y es probable que el origen se encuentre en lo que Max Weber llamó la entrega del poder a plutócratas que carecen de legitimidad democrática.
La sociedad carece por ahora de fuerzas y mecanismos para recuperar la política; para salvarla de los actuales políticos hace falta más que elecciones; se requiere un vigoroso movimiento de reforma que todavía está en pañales. En tanto, la sociedad se ilusiona con un outsider que está por venir. Yo, espero un político (a).
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La política ya fue (II)
La República
La mitadmasuno
5 de setiembre de 2014
http://www.larepublica.pe/columnistas/la-mitadmasuno/la-politica-ya-fue-ii-05-09-2014
Hace por lo menos 20 años los medios peruanos les arrebataron el protagonismo de la política a los políticos y dejaron de intermediar los programas partidarios para convertirse, ellos mismos, en los hacedores de agendas y alternativas. No lo han hecho solos; este fenómeno formó parte de un descollante proceso de democratización de la opinión pública gracias a la ampliación de las formas de comunicación. Este proceso global ha sido en nuestro caso más rápido y con menos trabas a razón de la debilidad de los partidos, el cóctel explosivo de la crisis económica y la violencia política, y la fuerza de los poderes extralegales.
El balance de la politización de la prensa es complejo, especialmente porque esta no opera como un todo aunque proyecte tendencias generales sobre elementos claves de lo público, como la rendición de cuentas (los políticos les rinden cuentas a los medios más que a los ciudadanos), la denuncia de la corrupción pública, solo de la pública ¿eh?, y la defensa del mercado. No obstante, un dato común a todos es que los medios son objeto de crítica social con una intensidad parecida a la de los políticos, especialmente por su lejanía de la realidad, su entrega menos disimulada a los intereses económicos, su toma de posición partidaria, y el desinterés por sentidas expectativas ciudadanas.
Manuel Castells refuta con acierto el mito de que los medios son el poder y sostiene que son a lo sumo el espacio donde se juega el poder, y que se acrecienta el peso de un contrapoder ciudadano que impulsa una pluralidad informativa de abajo hacia arriba.
Esto se aplica al caso peruano con rigurosidad. Nuestra prensa vive también su crisis política marcada por el agotamiento de procedimientos y actores. Es presionada por los ciudadanos para abocarse a temas que desean eludir por sus compromisos económicos, específicamente los referidos al medio ambiente y a los que reclaman los consumidores y usuarios de servicios. Al mismo tiempo, al grupo de medios que navegan entre el ultraliberalismo y el mercantilismo les es cada vez más difícil operar como partidos y jugar como las últimas dos décadas a medio camino entre la política y los negocios, aunque más cercanos a los segundos.
Los dos perfiles que sobresalen en este escenario, el investigador y el llamado “opinólogo”, son insuficientes para renovar la política mediática. La prensa denuncia más pero investiga menos, las unidades de investigación se están desactivando en tanto se fortalecen otras modalidades que desentrañan la verdad, como el periodismo de datos, pero fuera de los medios tradicionales. Del mismo modo, a pesar de que el “opinólogo” ha ganado más espacio, y escribe más y habla más, también calla más sobre los temas de fondo y, claro, analiza menos; por ejemplo, es común que el “opinólogo” cuestione a los medios que se alinean con los gobiernos pero no a los medios que se alinean con los intereses económicos que presionan a los gobiernos, o que es más importante que Nadine Heredia no ejerza un poder para el que no fue elegida, que ese mismo poder sea ejercido por una coalición de medios y empresas que tampoco han sido elegidos para ello.
No parece haber futuro para la renovación y reforma de la política como un tópico trascendental de los medios porque sus sentidos comunes, salvo excepciones, son persistentes e inamovibles. De algún modo ellos también hacen política desde la antipolítica: subestiman a los partidos, adulan a los independientes, juegan en pared con los poderes fácticos, promueven soluciones antidemocráticas y violatorias de DDHH ante la inseguridad ciudadana, abogan por el voto preferencial y en contra de la reforma política, y desconfían de la descentralización.
En el mediano plazo será imposible que la prensa se renueve y lleve a cabo un giro en la dirección, por ejemplo, del periodismo anglosajón, es decir, prudencia informativa, autonomía de los poderes fácticos, distancia del poder político, independencia económica y separación de lo editorial y lo empresarial.
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La política ya fue (III)
La República
La mitadmasuno
12 de setiembre de 2014
http://www.larepublica.pe/columnistas/la-mitadmasuno/la-politica-ya-fue-iii-12-09-2014
No es posible construir un régimen político democrático si 4 de cada 10 ciudadanos, de acuerdo con la reciente encuesta de Datum, está dispuesto a votar por un político que “roba pero hace obra”. No es un humor pasajero; una encuesta de Ipsos-Apoyo de diciembre del 2009 encontró que el 47% de los encuestados estaba de acuerdo con que los escuadrones de la muerte ejecuten a los probables delincuentes.
Las explicaciones más comedidas aducen que este temperamento de la sociedad es responsabilidad de las élites que no han educado adecuadamente el pueblo, el soberano, o que refleja su decepción racional respecto de políticos e instituciones. Ambas me parecen engañosas y cobardes, y que forman parte de la adulación al pueblo que escenifican  políticos, periodistas y académicos, sea para ganar votos, audiencia o por no ir contra la corriente.
La sociedad civil no es ni nunca fue una masa inerme y desorientada a la espera de panaderos sociales que la moldeen y cocinen a fuego lento. Hasta las más opacas definiciones reconocen su autonomía y el dinamismo que la atraviesa; las más avanzadas consideran que es una esfera de interacción intensa compuesta por espacios íntimos, asociaciones voluntarias, movimientos sociales y formas de comunicación pública (Arato y Cohen), de modo que si dejásemos de mimar al respetable pueblo podríamos concluir que lo que sucede “abajo” son fenómenos en los que las personas y su entorno tienen gran responsabilidad.
Desde la filosofía platónica, las sociedades se han movido bajo la idea de una estrecha relación entre la virtud y el conocimiento, de forma que la falta de la primera conduce a la ignorancia, es decir a que las personas tomen como bueno incluso lo que es malo. En ese sentido, la labor formadora de la ética pública no es propia del Estado y de la escuela; es la vida social como espacio de libertad la que señala las conductas y sus límites. Nadie necesita ir a la escuela para ser honrado y en cambio se aprende a robar fuera de ella.
Por otro lado, en el mundo moderno, en la democracia política, el principio de elección permite que el pueblo elija un poder que lo gobierne con la condición de que sea legítimo y eficaz. Tal parece que la antipolítica nacional ha terminado relativizando esa legitimidad en favor de una pretendida eficacia.
Los ciudadanos peruanos deben ser los peores tratados políticamente y los que peor se tratan a sí mismos. Son alabados cada cuatro o cinco años, en cada elección, aceptando un curioso rito donde se asumen ignorantes y frívolos, en tanto los líderes de opinión los aplauden por alejarse de la política. Es el ciudadano más paternalista e hipócrita de la región, acomodaticio y cambiante en sus preferencias, a excepción de los que se agrupan en los movimientos sociales con demandas clasistas o territoriales.
Al  mismo tiempo, es fuertemente populista, sobre lo que se ha escrito bastante, e incoherente en su relación con sus expectativas, fines y medios. Quiere una señal nítida para la telefonía celular pero se resiste a la colocación de torres de transmisión; demanda una reforma del transporte pero no está dispuesto a asumir el proceso; quiere salud universal pero que el Hospital del Niño no se construya en su distrito; exige el respeto a las personas con discapacidad pero que los colegios para niños “especiales” no se instalen cerca de su casa; está contra el cobro de cupos pero paga coimas a los policías; se queja de los políticos corruptos pero vota por ellos; y adhiere mayoritariamente de la democracia pero vende su voto por una camiseta o un helado.
La clave está en la persistencia de la antipolítica, que ni las elites ni el pueblo están dispuestos a superar, un abandono del pacto democrático que a decir de la filósofa española Adela Cortija ha hecho de la cosa pública no una cosa nuestra sino una cosa de mafias, una “cosa nostra” producto de la razón perezosa, cansada, estúpida y descorazonada que dificulta todo intento de justicia (Hasta un Pueblo de Demonios. Ética Pública y Sociedad. Taurus, 1998).
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La política ya fue (IV)
La República
La mitadmasuno
19 de setiembre de 2014
http://www.larepublica.pe/columnistas/la-mitadmasuno/la-politica-ya-fue-iv-19-09-2014
Los detalles de la campaña electoral en Lima, de los que son útiles para la gobernanza local, están por escribirse. La competencia se mueve a través de consensos muy generales, el primero de los cuales indicaría la no reelección de Susana Villarán y el segundo el retorno al pasado. Fuera de esto, la campaña no ha fijado ninguna idea específica que sea dominante. Quien resulte elegido tendrá las manos libres y será dueño de un mandato general sin compromisos precisos y podrá hacer en esta ciudad lo que más le plazca. Así, en la capital, la política municipal también ya fue.
Los candidatos se gritan de una acera a otra, se tiran piedras, se tacha a escondidas, firman pactos que no cumplen, pero no debaten sus ideas sobre la ciudad. El cara a cara organizado por el JNE ha sido forzado por algunos partidos para la semana previa a las elecciones, de modo que se tendrá solo una ronda y no las dos o tres que se tenían previstas.
La campaña del año 2010 fue más intensa en propuestas y deslindes, tanto cuando la polarización inicial Kouri/Lourdes como cuando se centró en la disyuntiva Lourdes/Susana. La actual tiene más dinero, más candidatos, más propaganda, más dádivas, y más mercenarios de la pluma y de la palabra; en resumen, más música pero sin letra. Mirko Lauer ha llamado a este fenómeno un bostezo electoral.
Parecería que se enfrentan dos modelos de comunicación, el de la llamada caja negra que apela a los estímulos básicos de los votantes y los que pretenden una decisión política racional de los electores. Solidaridad Nacional, Diálogo Vecinal y Perú Patria Segura apuestan por lo primero (“Regresan las obras”, “ella se atreve” y “ya viene la esperanza”, respectivamente), mientras que los viejos partidos intentan sin éxito lo segundo, colocar en la campaña valores que rescaten la identidad partidaria en los electores y sus emociones sociales y políticas: Lima sin delincuencia (Apra); Lima, una ciudad para la gente (PPC); Lima tiene otra opción (Somos Perú); y Lima necesita un cambio (Acción Popular), a los que se suma Vamos Perú que difunde iniciativas detalladas.
La escena que se desenvuelve ante nosotros no es muda, es ruidosa pero con escaso movimiento y aún más exiguas ideas de gobierno. El libro de las propuestas está en blanco, la prensa misma se preocupa (¡qué novedad!) por lo adjetivo, y hasta la farándula ha retrocedido: los candidatos prefieren entregar dádivas in situ en lugar de cocinar en los sets de TV o hacer el ridículo en los programas cómicos. Los dos grandes momentos de la campaña fueron hasta ahora la ruptura del silencio de Castañeda y el video de Heresi, y ambos fueron gratificados con algunos puntos en las encuestas.
¿Por qué no se mueven los candidatos más allá de haber besado a niños y abrazado a señoras en los mercados? La verdad es que no necesitan moverse, sea porque uno de los postulantes tiene el 50% de las preferencias, porque se presume que hay muy poco en debate o porque se da por sentado que los aspirantes no están a la altura de las circunstancias. La razón definitoria, sin embargo, reside en que los electores tampoco demandan de los candidatos mayores precisiones.
La alabada estabilidad del escenario electoral limeño, a diferencia de otras ciudades, se explicaría entonces no tanto por las certezas en la intención de voto sino por la debilidad de las expectativas o el silencio de los votantes. De ese modo, los críticos de los candidatos mudos parecen haberse quedado cortos; son los ciudadanos los que demandan poco y los que más callan.
Clásicamente, el voto puede ser de adhesión y protesta; el Perú, no obstante, está consagrando un voto nuevo, el de renuncia, una especie de nuevo contrato fisiócrata entre vecinos y aspirantes al gobierno local sin mayores compromisos, un “déjame trabajar” mutuo. Luego de una campaña que les cierra las puertas a los principios de una gobernanza local, es natural que comamos solo cemento por cuatro años, un plato que si viene solo destruye células y que si no viene acompañado de control, las corrompe.
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La política ya fue (V)
La República
La mitadmasuno
26 de setiembre de 2014
http://www.larepublica.pe/columnistas/la-mitadmasuno/la-politica-ya-fue-v-26-09-2014
Las últimas décadas, las regiones fueron las más insistentes portadoras del cambio y la renovación de las ideas y programas. Ellas alumbraron la reforma política más importante y legitimaron la necesidad de un nuevo Perú que integre el oficial y el “otro”. Desde la crítica y la demanda, una parte del país en contraposición a Lima y al Perú formal construyó fecundamente un imaginario de cambio.
Esa fertilidad ha concluido. El primer dato de la nueva política regional y local es el estallido de los movimientos sociales que ausentes de objetivos y agendas de mediano y largo plazo fueron desbordados y en varios casos subordinados por el fulminante fenómeno del emprendimiento político personal. El uso del rótulo “emergente” para calificar esta forma de política es equívoco y abusivo en la medida que esconde sus elementos esenciales, la antipolítica y el dinero ilegal.
El haz de movimientos sociales que articularon la política nacional/regional la última década con sus demandas por equidad, ambiente, agua, servicios básicos, salario y competencias regionales y locales, que tensionaron la democracia y la desarrollaron, también ya fue y no va más. Se ha transformado en una multitud de espacios inconexos, generalmente vacíos y fuertemente fragmentados. Se tiene, por ejemplo, sin más explicación inicial que la ultrapersonalización de la política, que en Tumbes se presentaron 20 listas para el gobierno regional, 19 para Tacna, 16 para Ica y Puno, y 14 para Cusco, Huánuco y Piura. El resultado se avizora: será muy difícil que se repita lo sucedido en los comicios del 2010, cuando 15 presidentes regionales fueron elegidos en primera vuelta.
El segundo dato es la brecha entre el crecimiento económico de buena parte de regiones, incluso por encima del promedio nacional, y su eficaz ejecución presupuestaria, versus el escaso desarrollo de la agenda pública regional y la corrupción. Esta brecha no se origina, para disgusto del centralismo, en el fracaso de la descentralización sino en el agotamiento del impulso del proceso iniciado el 2002 y que ahora se encuentra suspendido en el aire. Esta brecha entre buena economía y malísima política se expresa en una pérdida del imaginario al extremo de que la discusión regional de las últimas semanas gira sobre las hojas de vida de los candidatos, salpicada por promesas de puentes y carreteras.
Sin agenda regional, el nuevo imaginario es aún más populista que en los inicios del proceso y especialmente distributivo, matizado por  un radicalismo regional más de forma que de contenido. Las propuestas extremistas se relacionan con políticas de identidad que esconden hondos vacíos de proyecto en tanto que los escasos programas descentralistas despiertan poco interés. El caso de Puno es significativo; candidatos como Alberto Quintanilla (Poder Democrático Regional) proponen un nuevo proceso de descentralización, una iniciativa realmente audaz, en tanto que la sorpresa electoral, Walter Aduviri, tiene como bandera más alta el cierre de la Sunat y Aduanas para favorecer obviamente al contrabando y a la minería ilegal.
El tercer dato es la corrupción, un movimiento social vasto y sólido que ha ganado la batalla entre la tolerancia y la censura. Es la misma corrupción de Lima y el Perú oficial, la de los grandes salones y reprimida por el secreto y por las buenas formas, aunque en las regiones es más intensa y plural, desplegada a través de redes que operan en centenares de municipios y en casi todas las regiones beneficiadas de la tradicional impunidad, la lejanía, la falta de control y la corrupción de la prensa. La generalización del diezmo, la coima con reminiscencia religiosa, indica que este movimiento, el más importante de todos los que agitan a las regiones, ha pasado a una nueva etapa y se presenta a cara descubierta, un estilo far west donde los malos ya no se preocupan por parecer buenos. El caso del Cusco es emblemático: solo 4 de los 13 candidatos habilitados para competir por la presidencia regional no tienen investigaciones o procesos judiciales por corrupción.
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La política ya fue (final)
La República
La mitadmasuno
03 de octubre de 2014
http://www.larepublica.pe/columnistas/la-mitadmasuno/la-politica-ya-fue-final-03-10-2014
Las elecciones de este domingo volverán a colocar en la agenda la precariedad del sistema político, las brechas entre la capital y las regiones y la división entre la formalidad y la emergencia política informal. No es posible estimar la intensidad del remezón aunque algunos datos se deslizan de los sondeos e informaciones: 1) que pocos presidentes regionales serán elegidos en primera vuelta; 2) que la mayoría de alcaldes de provincias capitales de departamentos no serán reelegidos; y 3) que los partidos nacionales serán superados largamente por los movimientos regionales. Negando el pesimismo, el Perú no se romperá, aunque podría descoserse un poco más.
De la intensidad de lo que suceda en los comicios regionales y locales dependerá el modo y la profundidad con la que se aborde la reforma política, una expectativa que va sumando demandas, tres de ellas significativas y a debatir: la prohibición de la reelección de presidentes regionales y alcaldes, la regulación limitativa del financiamiento privado y el aumento de requisitos para la postulación a cargos de elección popular.
Aunque desde hace una década afirmamos en cada elección que hemos tocado fondo, los actuales indicadores de la crisis de la política, específicamente de los partidos, son más ineludibles. De cara a las elecciones del 2016 será más difícil voltear la mirada a la crisis de los valores tradicionales partidistas, es decir, la organización, el liderazgo, la adhesión a los programas y la movilización.
No estamos ante el fin del agrupamiento de la política pero sí de las comunidades políticas del modo conocido. La derrota del Apra en La Libertad y las autoderrotas de la izquierda en el Cusco y del PPC en Lima no fulminarán a estos partidos y corrientes pero ponen en debate los límites de la recuperación de las estructuras partidarias en el sentido tradicional, al condicionarla a decisiones que el sistema no ha tomado en una década y que no se sabe si las tomará.
Nuestra crisis de legitimidad partidaria es singular; depende de procesos corrosivos como el voto preferencial, la supresión de la democracia interna y el auge del emprendimiento partidario ultrapersonalizado, una dinámica en la que la formación de la representación es más nociva que el ejercicio mismo de esa representación. No obstante, el sistema solo se espanta de las consecuencias sin abordar las causas, un círculo vicioso que corre el riesgo de extenderse otros diez años.
Pagamos un costo histórico por el sentido equívoco con el que se encaró la regulación de los partidos en la década pasada, con laxitud para el financiamiento privado y los modelos de democracia interna, resistencia al financiamiento público y apertura al ingreso de formaciones independientes, regionales y locales. Si se quiso para el Perú, siguiendo la clasificación de Giovanni Sartori, un sistema de partidos de pluralismo moderado, se consiguió en un primer momento uno atomizado y ahora un sistema que ha dejado de ser tal.
Esa política ya fue y es tarde para el pasado. Las nuevas formas de identidad social y política ya están aquí. Hay más líderes fuera de los partidos que dentro de ellos y más “partidos” que no lo son pero que operan como si lo fuesen, con programas y liderazgos propios, y formas también propias de movilización. Llamar al partido mediático, empresarial o digital, por citar algunos ejemplos, con el rótulo cerrado de “poderes fácticos” es una verdad incompleta.
El reemplazo de la antipolítica por la política es un desafío serio. El país tiene un nuevo relato social del que deben hacerse cargo las nuevas y viejas formaciones. El retorno de la política es una necesidad impostergable que cada sacudón nos recuerda. El de ahora es crucial porque nunca tuvimos elecciones junto a un estallido vasto de corrupción. Así, es probable que la política retorne en otros cuerpos, a través de movimientos sociopolíticos que con distinto signo impactan América Latina, o nuevos liderazgos con menos militancia, en contra de militancias tradicionales sin liderazgos.