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viernes, 6 de noviembre de 2015

#Lapolíticaen140caracteres

http://larepublica.pe/impresa/opinion/716130-lapoliticaen140caracteres
La República
La mitadmasuno
6 de noviembre 2015
Juan De la Puente
La ONPE en alianza con la Asociación Civil Transparencia e IDEA Internacional realizaron esta semana el Seminario Redes Sociales, Democracia, Política y Participación Ciudadana, una interesante discusión sobre un fenómeno que es crucial en la campaña electoral en curso. El rasgo de esta reflexión ha sido una saludable desmitificación de su carácter mágico-sanador de la crisis política enriquecida con las exposiciones de Agustín Frizzera (Argentina), Dag Petter Svendsen (Noruega) y Mario Riorda (Argentina).
Es cierto que las redes sociales son abrazadas por la política peruana con sumo entusiasmo y su uso intensivo forma parte de toda receta que aspira al éxito. Este aprovechamiento no es necesariamente extensivo, de modo que ahí también los partidos y líderes se mueven con un marcado minimalismo. La idea de la convergencia como el principal elemento de la utilidad de las redes (Riorda) no es una tendencia peruana, donde en cambio se afirma una divergencia. Los grupos políticos y líderes que operan con cierta eficacia en las redes sociales exhiben otras carencias; inclusive en el manejo mismo de las redes se aprecian vacíos de los actores políticos 2.0. Por ejemplo, ningún líder relevante o partido combina con cierta continuidad el uso del Facebook, Twitter y un canal de TV digital. ¿Tenemos algún político youtuber?
Las redes sociales están ordenando y organizando la política peruana, un efecto insospechado hace pocos años aunque en el seminario se señaló (Frizzera y Riorda) que se ha trasladado a la ciber-política los vicios de la política tradicional, como la emisión de mensajes sin atender a las respuestas, la falta de transparencia y de rendición de cuentas, y la evasión de los contenidos.
El dinamismo de nuestra ciber-política no se asienta sobre un sistema de partidos mínimos sino sobre la antipolítica y el antipartido. En algunos casos, como en la campaña electoral de Pedro Pablo Kuczynski (PPK) en el año 2011, las redes reemplazaron virtualmente al grupo político, en una suerte de partido digital o partido software, y en otros, como en la campaña No a Keiko, sustituyó de algún modo a la movilización. Estas experiencias fueron exitosas –PPK estuvo cerca de pasar a la segunda vuelta– pero no operaron como elementos de una comunidad integrada y cohesionada sino como la comunidad misma o la sustitución crítica y audaz de una comunidad ineficiente y dormida, como fue el caso de No a Keiko.
Desde el 2011 hasta ahora, pasando por la campaña regional y local del 2014, las redes expresan las limitaciones de la política y quizás su fracaso porque se les atribuye un poder sanador ante la falta de democracia interna, organización y programas. Eso conduce a la formación de comunidades políticas fragmentadas y representaciones difusas, donde se informa más y se comunica menos, se combate cuerpo a cuerpo pero no se rinden cuentas, y se envían mensajes pero se rehúyen los compromisos. La ciber-militancia es sugestiva porque nos facilita exteriorizar la adhesión, pero al fin y al cabo es una militancia muy limitada si no forma parte de una estructura, o la evita o la niega. El seguidor o fan político (PPK dixit) no es obviamente un militante si el líder no lo quiere.
El formato de la campaña electoral en curso se adivina consistente con esta tendencia. Es muy probable que sea una campaña tuitera, centrada en el combate diario y en el predominio de frases efectistas, golpes directos y respuestas duras, sin ánimo de trascender hacia mayores contenidos. Es el mismo formato de la guerra política librada los últimos tres años y que ha empequeñecido a la mayoría de partidos y líderes. El rasgo central de este modelo de competencia es la prescindencia del fondo y la absoluta suficiencia de los símbolos y de las frases cortas, sin proyección y compromiso.
Es cierto que es poco para lo que el país necesita, pero es lo que nos pueden dar los que aspiran a gobernar los próximos 5 años. La política peruana cabe en 140 caracteres. Y a veces estos sobran.