La República
Jueves 17 de marzo de 2011
Juan De la Puente
http://www.larepublica.pe/17-03-2011/la-democracia-portatil
Estas elecciones, las primeras de la democracia sin partidos, ya cobraron una víctima; en realidad son millones: los ciudadanos. Nunca se había visto un nivel tan alto de desmovilización de los electores. Es también inédita su marginalidad del proceso electoral y su poca importancia para los candidatos y para los medios.
Los mítines concentran, en el mejor de los casos, pocos cientos de personas, en tanto que la campaña se reduce a recorridos por las calles en un modelo carnavalesco, es decir, carros alegóricos, saludos desde lejos y el arrojo de regalos. Lo más cercano a un contacto directo son la visitas relámpago a los centros de concurrencia diaria. Por eso la mayoría de candidatos ha visitado los mismos mercados, ha cargado a los mismos niños y ha besado a las mismas mujeres.
El eje de las campañas anteriores, en línea decreciente, eran los militantes de los débiles partidos que pugnaban por ganar las calles, hablar con la gente, abrir locales y distribuir propaganda. En esta etapa, han sido reemplazados por las llamadas “portátiles”, grupos de tarea rentados para toda actividad electoral y que pueden servir a destajo a uno o más postulantes.
Albricias, hemos tercerizado la militancia política y las emociones partidarias y hemos canjeado a los adherentes por barras bravas.
Lo más cercano al diálogo entre candidatos y electores es el que se produce desde la publicidad en radio, TV y diarios en un formato genérico que no diferencia a los emisores. La otra aspiración de diálogo son los paneles publicitarios, espantosa expresión de la Torre de Babel que es la política peruana: muchos mensajes, gran confusión y harto dinero. Es paradójico que, en ese contexto, algunos candidatos digan que su campaña se basa en escuchar a la gente.
Estos fenómenos agregados están produciendo cambios cruciales. La formación de un escenario con cinco candidatos principales evidencia una alta fragmentación y, al mismo tiempo, la baja legitimidad de los postulantes. En perspectiva, es un aviso de la dificultad de nuestro sistema para formar una mayoría política. Desde la sociedad, el mensaje es también directo, la fragilidad de la opinión pública, es decir, la poca cohesión de los juicios compartidos por los peruanos. Entre los peligros de una democracia débil como la nuestra, uno de los mayores es el espiral del silencio. Toda incertidumbre tiene un precio.
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