La República
La mitadmsuno
20 de abril 2018
Juan De la Puente
Acopio información sobre la política fuera de
Lima y soy portador de malas noticias relacionadas a las elecciones regionales
y municipales que se llevarán a cabo en menos de 6 meses.
Los datos que arroja la campaña que se inicia
son: 1) está en marcha la operación repliegue, es
decir, la decisión de la mayoría de partidos nacionales de abstenerse de
participar en por lo menos el 50% de circunscripciones, sobre todo municipales
o, en su defecto, “participar” fichando candidatos independientes,
convirtiéndose en vientres de alquiler; 2) el
retorno de ex gobernadores regionales y ex alcaldes, investigados o procesados por
corrupción, recargados con dinero y alianzas locales; 3) el despliegue anticipado de campañas
millonarias; y 4)el ingreso a la contienda de las actuales
autoridades que si bien no pueden reelegirse, buena parte de ellas utilizan los
recursos públicos para respaldar a candidatos que les cubran las espaldas o se
disponen a participar en otras circunscripciones.
El cuadro mostrado resume la profundización de la
crisis de la oferta nacional que, sumada a la extrema debilidad de los
movimientos regionales y locales ahora gobernantes, abre un gran vacío que será
llenado por opciones más precarias e improvisadas, agravando la
ingobernabilidad de una parte importante del país. De hecho, se constata que el
financiamiento público entregado a los partidos desde al año 2017 ha tenido un
alcance limitado en lo que concierne a fortalecer los procesos de organización
partidaria.
Habría que profundizar más en las razones del
agravamiento de la debilidad partidaria. Por lo pronto, se confirma que la
mayoría de grupos nacionales atraviesan una larga etapa de división interna
local/regional, al punto que varios candidatos debieron renunciar a sus
partidos para postular por otros o por movimientos nuevos; y la pérdida de
mínimas formas de actividad partidarias fuera de las grandes ciudades.
No obstante, el mayor problema reside en el
fichaje. Desde hace meses las calles y carreteras del país presentan publicidad
de candidatos sin partido a la espera del cierre de los plazos para las
elecciones internas (25 de mayo) o la inscripción electoral (19 de junio). En
ese lapso se tejen alianzas inimaginables y rocambolescas, cuyo resultado serán
listas encabezadas por independientes fichados a última hora, pero integradas
por militantes de un partido, o candidaturas distritales y provinciales de un
movimiento que se trasladan en masa hacia otro de alcance regional. En ese
contexto en varias regiones, como Ancash, Junín, Cusco, Ayacucho, Huánuco,
Loreto o Puno, por citar regiones que presentan una mayor incidencia de estos
enjuagues, se están formando auténticas alianzas mafiosas y experimentadas para
asaltar regiones y municipios. Es la hora de las coaliciones corruptas a cara
más o menos descubierta.
Es obvio que ese parámetro de la política
regional no exige agenda, de modo que en un buen número de lugares del país yo
no se tienen ni promesas. Este fenómeno, el pospopulismo regional, produce modelos
de campaña electoral absolutamente vacías, centradas tanto en la denuncia entre
oponentes, el ajuste de cuentas judicial, y la apatía generalizada de la
sociedad. De allí que entre los elegidos y los electores luego de los comicios
de octubre, no habrá ningún vínculo o algo que reclamar.
La constante del proceso electoral regional/local
en curso es la indiferencia ciudadana, convertida ya en nuestro problema de
fondo y para todos los asuntos políticos. Es evidente que se cumplirán los
plazos, se inscribirán casi 15 mil listas con más de 100 mil candidatos, y los
ganadores de los comicios asumirán sus funciones. Ello no implicará,
lamentablemente, la renovación de la democracia en estos niveles del gobierno
del Estado a causa de una muy baja legitimidad de origen. Lo que se ha
experimentado a escala regional/local desde el 2015 –salvo excepciones muy
escasas- y en el ámbito nacional desde el año 2016, se reproducirá en cuotas
más intensas.