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viernes, 25 de mayo de 2018

Dos escenarios y dos políticas

https://larepublica.pe/politica/1237074-escenarios-politicas
La República
La mitadmasuno
4 de mayo 2018
Juan De la Puente
La política peruana ha empezado a transcurrir en dos grandes escenarios crecientemente diferenciados, el poder y la sociedad. Eso sucede siempre en periodos agitados cuando las fuerzas son colectivamente débiles y no son capaces de incidir en el sistema que los cobija o en la sociedad. Resuelta la crisis de gobierno –solo esta parte de la crisis– la larga coyuntura post PPK que podría durar hasta el 28 de julio, presenta algunos rasgos que toman su forma completa con la presentación del gabinete ante el Congreso.
Se ha completado el realineamiento de fuerzas. El nuevo gobierno ha generado un nuevo oficialismo parlamentario, más amplio, cuya contraparte es un Ejecutivo más acotado. El resultado de estos giros y ajustes es una administración con más continuidad que cambio; la corta disputa ha terminado y ello significa que la posibilidad de una transición política se ha agotado en la transición de gobierno. La eventualidad de un gobierno con una lógica de cambio y abierto a la sociedad ha cedido a la opción del cierre del poder en las alturas, es decir, un pacto que intenta la estabilidad de una parte del sistema político, sin emprender reformas.
Este primer resultado le favorece al Congreso. A Fuerza Popular le evita la tarea de insistir en una oposición pura y dura y abre la puerta al ejercicio de un compromiso tolerante con el Gobierno, la única alternativa para recuperarse del desgaste que significó la batalla para sacar a PPK del poder y derrotar a Kenji Fujimori. Por su parte, el Gobierno gana oxígeno, pero no movimiento, de lo que se tiene una autolimitación operativa, una capacidad de acción restringida frente al Parlamento que debilitará al Ejecutivo más adelante.
La imagen de un gobierno rehén del Congreso es tan debilitadora como la de un gobierno acosado por este. En el corto plazo, esta paz se verá alterada por una oposición quirúrgica contra algunos ministros incómodos a la mayoría parlamentaria, la ejecución de un guion conservador parlamentario y el aumento de las demandas sociales.
El otro escenario, el de la sociedad, evoluciona en una dirección por lo menos distinta, y quizás inversa. Las encuestas publicadas en las últimas semanas rayan la cancha de la opinión pública. En ella, la señal más clara es la asimilación nada traumatizante de la salida del poder de PPK, un botón de muestra de la fortaleza del sistema, para lo bueno y lo malo. Nos hemos descosido un poco, pero no roto.
Quizás también por eso, las mismas encuestas revelan una baja confianza ciudadana ante la posibilidad de eficacia del poder y, al mismo tiempo, una incertidumbre media sobre el futuro mediato. Este temperamento se combina con una alta demanda de acciones y una mediana expectativa social sobre los resultados. Una lectura fría de este cuadro es que los peruanos han perdido la ilusión a menos de dos años de las últimas elecciones o, si deseamos matizar las conclusiones, que el gobierno tiene una luna de miel arriba, pero no abajo.
La variable que explica estos dos escenarios es el agotamiento de los consensos ya advertido antes de la elección de PPK, y que su fracaso ha agudizado, un fenómeno en progreso del que la elite peruana no ha tomado nota. Volviendo al inicio de esta nota, la brecha entre estos dos escenarios diferenciados –el poder y la sociedad, las instituciones y la calle, la política oficial y la vida cotidiana– depende directamente del grado de atención que el poder les brinda a estos consensos agotados.
El fin del consenso alrededor del crecimiento económico acaba de explotar con las alertas lanzadas por el MEF respecto al déficit fiscal y la baja recaudación, con el aumento de la pobreza como telón de fondo. El fin de consenso político se expresa en una desafección que ha trepado a niveles extremos respecto del sistema y sus representantes.

Por ahora existe espacio para las dos políticas, la oficial que ha logrado un pacto de estabilidad, y la política de la calle que reclama poco e insiste poco. A decir verdad, no hay sobre la mesa grandes ideas de cambio sino una demanda difusa y airada. Por ahora.