La República
La mitadmasuno
25 de mayo de 2018
Juan De la Puente
El Perú puede ser
explicado los últimos días por el fútbol, un poderoso sentido común que domina
la escena pública y privada. Los elementos de este fenómeno se han puesto en
movimiento frenético a raíz de la sentencia del Tribunal de Arbitraje Deportivo
(TAS, por sus siglas en francés), abriendo una etapa en la que las pasiones
derriban toda racionalidad, produciendo una hinchada con cólera en lugar de una
hinchada con optimismo, que era lo previsible.
A diferencia de la
politización nacional del fútbol en otros países, aquí se lleva a cabo un
proceso inverso, la futbolización de la política. La precipitación de los
políticos, medios y espacios no deportivos al caso Guerrero, es un hecho
inédito y no solo para lo de siempre –que es aparecer en la foto- sino para
sintonizar con la gente y sus demandas futbolísticas de corto plazo.
El fútbol despierta
la emoción que la política ya no produce y suministra una alta cuota de
optimismo que los peruanos necesitamos hace tiempo; la clasificación al Mundial
de Rusia 2018 agregó certidumbre, otro valor a la baja en la agenda pública al
punto que, estimo, la transición PPK-Vizcarra habría sido tempestuosa sin el
balón corriendo en la mente de los peruanos, entre otras razones.
La macropolítica del
fútbol funciona como un manto que envuelve los temas de estado y un escenario
donde se juegan estrategias publicitarias, influencia pública y el poder de las
élites; el capital social en disputa puede justificar grandes decisiones,
buenas o malas, y como ha sucedido con el caso Guerrero, facilitar la rebaja de
los estándares de objetividad y acaso de justicia. Que los ciudadanos de a pie
solo puedan comprar 18 mil entradas de las 45 mil disponibles para el partido
amistoso Perú-Escocia, demuestra el patrón que han impuesto los intereses en el
fútbol peruano actual.
El caso Guerrero nos
ha restado algo de la certidumbre ganada en los últimos meses respecto de las
posibilidades del Perú en el mundial, y solo con el paso de los días aparece
una rendija que señala que el asunto se ha manejado mal, y no solo desde la
defensa del jugador.
Los que intentaron un
discurso que matizaba o contrariaba la demanda “Guerrero al mundial, como sea”
eran poco menos que traidores a la patria. Esta mayoría aplastante y
aplastadora no ha impedido que se advierta la formación de dos narrativas ahora
más notorias: la de la Federación Peruana de Fútbol (FPF) y el entrenador
Ricardo Gareca, que expresan los cambios de fondo y forma en el fútbol peruano,
que nos han llevado al mundial, y la narrativa tradicional derrotista de gran
parte de los medios, que se resiste al cambio.
En tanto Gareca
colocaba la prioridad en el futuro (expresión de lo cual es el estupendo video
de la FPF, triunfante y no derrotista), insistiendo en el respaldo al capitán,
la macropolítica futbolizada estiraba y especulaba con el caso Guerrero
enviando al resto de la selección el pesimista mensaje de las épocas de los
“cuatro fantásticos” en versión agrandada: con Guerrero somos todo, sin
Guerrero no somos nada.
La política le ha
prestado al fútbol la explicación conspirativa de casi todo, que sirve siempre
como pretexto para no asumir responsabilidades. En el camino se ha perdido de
vista que, a pesar que la resolución contra Guerrero suene injusta, ha seguido
un curso que evidencia la institucionalidad de un sistema deportivo mundial que
hace poco nos fue favorable –los 3 puntos en el partido con Bolivia en el caso
Nelson Cabrera- con un régimen de convenciones, reglamentos y tribunales con un
efecto positivo para todos.
La política también
la ha prestado al futbol, o reforzado, su cortoplacismo; a pocos días del
mundial se fuerzan expectativas y dinámicas de fracaso que no van acompañadas
de pedidos de transparencia de los involucrados o de eficacia procesal (¿para
cuando el recurso al Tribunal Federal Suizo?). Ya tuvimos -y no solo en el
deporte- episodios de fe ciega que terminaron en frustración y hemos
experimentado reveses a causa de endiosamientos que postergaban o sacrificaban a
los colectivos, más humanos y humildes. Que no se repita esas experiencias.
Estamos a tiempo.