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viernes, 27 de abril de 2018

Entrevista en La República: “Ya se ha producido una vacancia simbólica en la mente de la gente”

https://larepublica.pe/domingo/1213366-ya-se-ha-producido-una-vacancia-simbolica-en-la-mente-de-la-gente
Entrevista de Maritza Espinoza
Esta semana, un nuevo intento de vacancia presidencial cobró vida y, otra vez, el país volvió a sumirse en la incertidumbre y la polarización. Entretanto, los ecos de las recientes confesiones de Jprge Barata terminaban de sepultar a casi todos los principales actores políticos. En medio de esas arenas movedizas, donde hasta el corto plazo es difícil de predecir, el periodista y analista político Juan De la Puente, hace un análisis de la coyuntura y ensaya, con audacia, algunas predicciones políticas.

¿Qué es lo más difícil de analizar políticamente una coyuntura como esta, que se mueve cada día?
No sé si se mueve tanto. Quizás hemos tenido grandes acontecimientos hasta diciembre: vacancia más indulto. Esta es una crisis extraña: no tienes agitación política en el sentido clásico. Tienes una especie de disputa muy dura arriba, pero la última marcha en el Perú en relación a los temas de la gran política ha sido a finales de enero. Esta es una crisis sin calle. Es un rasgo muy peruano.
Se ha aprobado el pedido para el debate de la vacancia por 87 contra 15 abstenciones y 15 en contra. ¿Cómo dibuja eso el panorama final?
Un empate de fuerzas, afuera y adentro. Tenemos un país polarizado, no hay centro. Una parte de esta disputa es principista, pero la otra parte es, como decía Maquiavelo, una lucha malvada.
¿Una lucha por intereses?
Sí. En ese contexto, es muy difícil saber cuál es la parte secreta de esta crisis, porque, en la primera vacancia, la parte secreta fue decisiva: la negociación de los votos que se abstuvieron, por los que PPK no fue vacado, y la consecuencia de esto fue el indulto.
¿Y cuál intuyes que podría ser la parte secreta de esta nueva vacancia?
Yo sospecho que la parte secreta de esta segunda vacancia es más grande todavía. Puede ser desde parlamentarios que venden su voto por una u otra opción, a peso, directo, hasta promesas de reelección, cargos públicos, impunidad…
En ese sentido, el gobierno sería el mejor situado para comprar esos votos…
Pero el gobierno no tiene una oferta política más allá de su existencia misma. Tiene vida limitada…
Sin embargo, podría ofrecer priorizar obras en determinadas regiones…
Eso se está haciendo, pero sospecho que acá hay una trama más oscura. Me refiero a que puede haber negociaciones que tienen que ver con futuros gabinetes, con grandes proyectos, con grandes obras y con grandes posicionamientos. Finalmente, las declaraciones de Barata han demostrado que tanto el Ejecutivo como el Legislativo son muy dúctiles a los grandes intereses, no solo a los pequeños y a los medianos.
En el pedido de vacancia se han juntado el fujimorismo con los sectores más antifujimoristas. ¿Cómo se explica eso?
Que suscriban una moción el fujimorismo y el antifujimorismo es la unión del agua y del aceite. Cuando esto sucede, significa que no hay una fuerza capaz de impedirlo y eso revela la debilidad de PPK. En segundo lugar, revela la existencia de intereses superiores a los antis, capaces de juntar a estas fuerzas, y esos intereses no están claros. Están claros en el caso del fujimorismo quieren sacar del poder a PPK, pero lo que la izquierda te ofrece tradicionalmente es un cambio y, en este caso, ni la izquierda ni la derecha ni nadie te propone, más allá de sacar a PPK, un cambio político. Ninguna fuerza política te propone una renovación de la política más allá del cambio de personas y eso me parece abusivo, obsceno, en el contexto de una crisis tan profunda.
¿Hay algún escenario en el que Kuczysnki termine su mandato más o menos en paz?
Lo que es cierto es que PPK está muy débil y solo lo ayuda el hecho de la debilidad de sus adversarios. Y aparece claro que es un problema que se quede, pero también es un problema que se vaya. Pero mientras el otro lado sea solo parlamentario, por más mayoritario que sea para producir una moción de vacancia, no va a lograr sacarlo si no suma los 87 votos. Pero también es cierto que la idea de Vizcarra como un sustituto de PPK para darle estabilidad se ha relativizado en los últimos días.
¿No cabe la posibilidad de que Vizcarra pueda hacer un gobierno de transición eficiente y tranquilo?
Si se quedara PPK, tiene en realidad dos opciones: un gabinete Meche 3.0, mucho más tecnocrático, y quizás un gabinete de ancha base. Si entra Vizcarra, tiene quizás un poco más de opciones. Su principal riesgo sería que, al tener una bancada muy debilitada, porque habría partidarios de PPK que no lo acompañarían, él tendría que construir gabinetes que los italianos llaman “governicchio”. Es decir, gabinetes muy cortos, casi descartables. Otra opción es que haga un gabinete sin parlamentarios con gente de fuera, o de repente un gabinete estrictamente técnico.
¿Crees que el fujimorismo realmente se está preparando para que, si entra Vizcarra, y lo digo a partir de la modificación del reglamento del Congreso, pueda censurarle ministros sin ningún riesgo?
Yo creo que lo que el fujimorismo quiere es sacar a PPK y evitar el adelanto de elecciones. Y me parece que en esa parte coincide con el resto de bancadas. Pero para esto, evidentemente tiene que dejar de ser una oposición tan frontal como la que hace a PPK porque un mayor desgaste de Vizcarra podría implicar que la gente adhiera al punto de vista de adelanto de elecciones o elecciones anticipadas, que ellos no quieren.
Se habla de que podría estar habiendo ya negociaciones. ¿Es eso creíble?
Bueno, Vizcarra ha dicho que no y me parece que es cierto, pero yo me refiero a la parte oscura de esta crisis, al hecho de cómo operarían las dos grandes fuerzas, que en este caso son el gobierno y el fujimorismo. Y ahí me parece que Vizcarra es inocente todavía.
Supongamos que no prospera la vacancia, pero que hay mayor indignación en las calles. ¿Hay algún escenario en el que PPK podría renunciar?
Mientras que a la calle peruana le falte calle, no hay una presión que no sea parlamentaria para que PPK abandone el poder. Nosotros ya hemos tenido en el pasado crisis sin gente en la calle, en el siglo XX, y cuando sucede eso en el Perú, solo hay dos opciones de desenlace: la primera, que resuelvan la crisis arriba y siempre a favor de los ricos, y la segunda, un golpe de Estado.
Tú has dicho que hemos llegado a una especie de normalización de la corrupción. ¿Es por eso que no hay indignación?
Son dos cosas: primero, yo creo que ya se ha producido una vacancia simbólica en la mente de la gente. Es decir, en el silencio de sus casas, los peruanos ya han vacado al Congreso y al Ejecutivo.
O sea, ¿en el subconsciente colectivo ya no tenemos presidente?
No tenemos poderes. Y, en segundo lugar, efectivamente tenemos la tendencia a asimilar rápidamente estos estallidos políticos. En un país que ha tenido tantas vicisitudes en los últimos 30 años, se puede entender que se sienta que esta no es una crisis terrible, grave y terminal.
Hay quienes dicen que, con todo lo que está ocurriendo, el país está paralizado. ¿No es así?
Yo pienso que la economía está funcionando. Aunque a una velocidad menor, el aparato del gobierno central está operando. Tenemos un buen momento económico, o no muy complicado. Dios es bondadoso, porque hasta la ministra de economía se apellida Cooper (cobre, parecido en inglés). Entonces, los precios de los minerales andan bien (risas). No se ha juntado crisis política con crisis económica, como en Brasil, aunque en algunos elementos esta crisis ya se parece a la de Brasil.
El develamiento de la corrupción del fujimorismo en el año 2000 hizo que la gente indignada saliera a la calle. La develación de la corrupción de Lava Jato nos deja indiferentes. ¿Qué ha cambiado en el Perú en menos de 20 años?
Yo creo que tiene que ver con el hecho de que no hay un consenso democrático en el Perú. El ideario liberal de los 80 no pudo ser derrotado por Fujimori y por eso regresó la democracia. Desde el 2000, hemos tenido un consenso democrático y ese consenso democrático ha terminado. Y a eso agregamos que no tenemos un consenso económico, o alrededor del crecimiento, que se muere en el año 2012 o 2013. Hoy día, los puntos de unidad nacional son la selección peruana y Gareca.
Después de las últimas declaraciones de Barata, no ha quedado títere con cabeza. ¿A quién vislumbras como opción para el 2021?
Yo sigo pensando que en eso el sistema es fuerte, más de lo que pensamos y de lo que creemos, y quizás de lo que queremos, y ese sistema fuerte demora en producir figuras disruptivas. Tengo la impresión de que varios líderes, aun imputados, podrían tener un resultado electoral interesante en el Perú.
De los imputados están Keiko Fujimori y Alan García, porque Toledo, creo, ya es un cadáver político, ¿no?
Bueno, tienes a Humala también. Pero yo, en general, no jubilaría hoy día a nadie. No sé cuál será el nivel de deterioro que pueda provocarles el caso Lavajato y tampoco estoy seguro de que automáticamente esta crisis provoque la irrupción de modelos antisistémicos, porque podría también empujar la renovación de los mismos partidos.
¿No descartas a Humala realmente?
Hoy día no descarto a nadie. Pero, por ejemplo, la disputa del fujimorismo le deja a Keiko la mesa servida para el post fujimorismo, porque, si Kenji Fujimori quiere ser consecuente con su discurso, tendría que ser, pues, más pícaro, más antisistémico, más payaso, más rudo, y no jugar siempre al Avenger, porque en algún momento ciudad Gótica puede ser aburrida. Uno no puede ser superhéroe todos los días.
¿Puede imaginarse un 2021 con dos fujimoristas compitiendo por la presidencia?
Yo creo que estas imputaciones sí diluyen un poco el horizonte histórico del fujimorismo, porque el indulto de Alberto Fujimori era el inicio de una recuperación del poder por el fujimorismo como tal. Al contrario, hoy día el límite de Kenji y de Keiko es el fujimorismo. O sea, ambos están obligados a buscar otras identidades políticas. El fujimorismo ha expresado un Perú conservador, pero ese Perú conservador también puede rehusar al fujimorismo acusado de corrupción. Es decir, si Keiko no construye un post fujimorismo y sigue peleando la herencia del padre, puede aparecer por su derecha otro líder que realmente encarne el sector conservador del país, que todavía necesita un liderazgo.
¿Keiko todavía puede pelear la herencia del padre a pesar de su confrontación tan radical con él?
Es muy difícil, sobre todo con Fujimori vivo.
Y avalando a Kenji…

Sospecho que a eso se debe el silencio de Alberto, que es un silencio de ya varias semanas, porque en su contabilidad probablemente no estaba que, a su salida, el fujimorismo se divida en dos sectores.

domingo, 25 de marzo de 2018

Parte de crisis 3. Domingo 25 de marzo. 12.40 pm.

Por Juan De la Puente
El Perú se encuentra parado al centro mismo entre el pasado y el futuro. El presente aparece todavía como un espacio corto de tiempo y movimiento. El eco del periodo PPK aún resuena, y la confrontación violenta que implicó esa etapa, antecedida por otra cuyos orígenes podrían situarse en el año 2013, apenas ha cedido. Todavía podemos afirmar que hay una mano invisible que mueve la política en una lógica negativa.
Quienes vivimos los primeros días del período post Fujimori encontramos algunas similitudes con lo que ahora sucede. La más importante quizás sea la convicción de un sector de la elite peruana que no cree en la posibilidad de un cambio y que se sigue manejando con los códigos del pasado, como si no se hubiese producido una recomposición del poder.
Ese es por ahora el principal desafío del nuevo gobierno y de la nueva etapa. La sombra del pasado es todavía fuerte, incluso hegemónica; y produce hechos decisivos que opacan lo nuevo y lo precarizan, como las recientes diligencias judiciales del ex presidente PPK o la renovada lucha entre los hermanos Fujimori.
Vizcarra es por ahora un símbolo, pero la transición que representa se abre paso a través de una cultura que por cinco años recreó el encono. Ni los partidos ni los medios –ya no solo la mayoría de políticos- estuvieron preparados para un momento distinto. Así, procesar el giro desde el modo contra al modo pro, cuesta mucho.
También hay diferencias con el período iniciado en noviembre del año 2000. Ahora, un sector mayoritario de la elite peruana se resiste a considerar que el período iniciado con la caída de PPK es una transición. Con enojo, ponen por delante el aspecto legal del asunto y consideran que Vizcarra solo debe cumplir los 3 años y 4 meses del período por el que fue elegido PPK, que la Constitución no llama a lo que hemos iniciado un Gobierno de Transición -lo que es cierto pero el problema no es el rótulo legal-, que las transiciones no pueden ser “tan largas”, o que solo cabe una transición cuando el proceso se realiza desde un gobierno autoritario, una lectura elemental/lamentable de los profesores  O'Donnell, Linz, Garretón, y Mainwaring, entre otros.
No hay espacio para un gobierno PPK 2.0. Resulta claro que la única opción exitosa de esta etapa es el modelo de una transición a un régimen de mayor democracia, participación, eficiencia publica y transparencia, alcanzada mediante un gobierno amplio, plural y con un sentido de reforma que debe ser, precisamente, objeto de un acuerdo y de una práctica concertada. Tras este objetivo, respirándole al sistema a en la nuca está el 50% de peruanos que quieren que se vayan todos, una de cuyas expresiones –no es la única, no confundir lo político con la viabilidad legal- es el adelanto de elecciones.
El presidente Vizcarra es una garantía del logro de ese objetivo. En él existe un Paniagua que se abre paso, llámese también una forma republicana de encarar el poder con austeridad, y un contenido menos populista y agresivo para las relaciones con los otros.

Por ahora, el sistema tiene pocas armas para esa transición. Luego del posicionamiento del presidente Vizcarra se espera un gabinete a la medida de él y de la etapa iniciada, lo que ha empezado a chocar con el juego de “yo quiero ser ministro” o “nombra al que yo quiero”, en franco desarrollo. La revisión de los gabinetes propuestos, elaborados para que los medios incautos lo difundan para presionar al nuevo presidente –parece algo básico, pero funciona- arroja una visón de la concertación como sinónimo de fragmentación, recojo de estrellas o vigilancia de intereses específicos. Eso es cualquier cosa, menos transición, pluralidad y transversalidad.