viernes, 25 de mayo de 2018

El conocido fantasma del pasado

https://larepublica.pe/politica/1244695-conocido-fantasma-pasado
La República
La mitadmasuno
18 de mayo 2018
Juan De la Puente
Se discute sobre la ligera caída en la aprobación del presidente Martin Vizcarra registrada por la reciente encuesta de Ipsos Perú. Los 5 puntos que pierde implican un agujero en luna de miel de la que goza, instalando una plataforma distinta a la esperada.
La palabra adecuada para registrar el hecho quizás no sea “instalando” sino “reinstalando”, es decir, el retorno a un ciclo conocido caracterizado por la reducción del entusiasmo público. Las explicaciones respecto a este dato son dos: 1) La caída se debe al retraso de las señales sobre la identidad de su gobierno; o 2) las señales enviadas, en efecto pocas, no son las que la opinión pública esperaba. En la opción 1) el problema sería coyuntural, y en la opción 2) el problema sería estructural.
Me inclino por lo segundo. Si desagregamos los datos podríamos tener mayores elementos explicativos. En este desagregado se advierte que el Congreso y el Gobierno vuelven a ponerse a la baja luego de un hipo en el mes de abril. El gobierno ha caído 7 puntos y el Congreso 6, en tanto el gabinete de César Villanueva no es objeto de grandes desaprobaciones: sobre el premier, la cifra más contundente es el 37% de “no precisa” contra el 30% que lo aprueba y 33% que lo desaprueba.
Asimismo, el detalle de la aprobación presidencial refiere que ha caído 9 puntos en el norte, sur y en el Perú rural; 6 puntos en el oriente; y que mantiene su aprobación en Lima. Al mismo tiempo, las cifras que más se mueven son las que se refiere a la desaprobación, 19 puntos en el centro, 13 en el sur y 10 en el norte, con distintas rutas: solo en el centro se advierte el trasvase del “no precisa” a la desaprobación, en tanto que, en el norte y el sur, el tránsito de la aprobación a la desaprobación parece directo, sin escalas.
La aprobación presidencial cae y sube la desaprobación fuera de Lima con énfasis en las dos regiones que más ha visitado Vizcarra en sus primeras semanas de gobierno, y a pesar de su demostrada vocación de presidente que no se queda en Lima y el evidente impulso a los mecanismos de trato directo con las regiones y municipios.
Explicando la paradoja, el desafío del actual gobierno es distinto al que tuvo PPK. Cuando inauguró su mandato, el principal reto de Kuczynski eran sus relaciones con el Congreso, en tanto la opinión pública fue muy paciente con su desempeño. Vizcarra parece tener la figura invertida: tolerancia en el Congreso y una opinión pública reacia al respaldo abierto.
El porqué de este cuadro se encuentra en la misma encuesta de Ipsos. En ella, los peruanos no se dan por notificados con los cambios en la gran correlación de fuerzas. Siguen apareciendo como rudos opositores que “buscan en enfrentamiento” (sic) el Apra (55%), Fuerza Popular (51%) y el Frente Amplio (38%), mientras que la bancada PPK, austera en su respaldo a Vizcarra, sigue apareciendo como oficialista (38%).
La opinión pública tiene poco interés en la etapa posterior al antagonismo gobierno/oposición (demostrado en la indiferencia ante el debate de la confianza al gabinete en el Congreso); es cierto que asimiló con facilidad la madura sucesión constitucional, pero parece que no ha dado el paso siguiente: no se ha comprometido emocionalmente con el nuevo curso político, de manera que no premia, necesariamente, la cooperación entre poderes.

La de Vizcarra no será una excepción en el ciclo de presidencias débiles inaugurado el año 2001. Por ello, deberá remar rio arriba con la convicción de que se ha desmontado la confrontación dura pero no el lenguaje y la practica belicosa de la política peruana. Hacerse cargo ahora del componente estructural de esta pequeña caída, lo que en su momento no hizo PPK, implica reconocer que la relación con el Congreso es solo una parte de la gobernabilidad mirada desde el Gobierno, o que las señales positivas –visitas regionales por arriba y franqueza en el diálogo- no son suficientes. Se precisa también de una narrativa nacional que movilice a la sociedad y que la reconozca como el elemento más importante de la gobernabilidad.

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