Un apretado perfil del ex Presidente de Brasil que publiqué en La República a propósito de su visita a Lima.
La República 5 de junio de 2013
Juan De la Puente
En 1980, luego de ser liberado tras permanecer 31 días preso, Luiz Inácio da Silva, el líder sindical metalúrgico del cordón industrial de Sao Paulo, se dirigió a su casa y lo primero que hizo una vez en ella fue abrir la jaula de los pajaritos que tenía en una habitación. Este doble acto de libertad fue el colofón de la histórica huelga de más de 100 mil obreros de Sao Bernardo do Campo e Diadema a favor de la jornada laboral de 40 horas semanales que consolidó el prestigio de Lula y lo catapultó a la política.
En 1980, luego de ser liberado tras permanecer 31 días preso, Luiz Inácio da Silva, el líder sindical metalúrgico del cordón industrial de Sao Paulo, se dirigió a su casa y lo primero que hizo una vez en ella fue abrir la jaula de los pajaritos que tenía en una habitación. Este doble acto de libertad fue el colofón de la histórica huelga de más de 100 mil obreros de Sao Bernardo do Campo e Diadema a favor de la jornada laboral de 40 horas semanales que consolidó el prestigio de Lula y lo catapultó a la política.
No fue la única ni la primera gesta de “Lula” (diminutivo de Luiz, vocablo que uniría luego legalmente a su nombre). Pero tanto en los pequeños como en los grandes actos de su vida sobresalen su vocación colectiva y su solidaridad, como su ingreso al sindicalismo en 1968 luego de que su hermano Frei Chico, dirigente sindical, fuera arrestado por el gobierno militar; o la fundación del Partido de los Trabajadores (PT) en 1980, luego de que se hiciera patente la necesidad de una organización socialista democrática que reúna a los nuevos movimientos sociales del Brasil que empezaban a empujar a los militares a sus cuarteles; o la creación de la Central Única de los Trabajadores (CUT), en 1983, luego de que las huelgas y otros movimientos sindicales de la década anterior produjeran un sindicalismo independiente que superara a las antiguas centrales burocráticas, llamadas en Brasil “pelegas”.
La vida de Luiz Inacio Lula da Silva es la de un incansable movilizador de conciencias. Nació en 1945 en Garanhuns, en el estado de Pernambuco, en el nordeste brasileño, la región más pobre de Brasil. La suya era una familia de agricultores. Fue el penúltimo de ocho hermanos. Su familia cultivaba frijoles, maíz y mandioca para su propio consumo. A los siete años la familia viajó durante 13 trece días en un camión hacia Guarujá, la tercera mayor isla del litoral de Sao Paulo y finalmente al barrio popular Villa Carioca del mismo Sao Paulo. Según el teólogo Frei Beto sus primeras vivencias en la ciudad más poblada de Brasil fueron en extrema pobreza: vivía en un cuarto, al fondo de un bar. Lula empieza a trabajar a los doce años como limpiabotas, ayudante de una tintorería y vendedor de frutas. A los catorce años se hace obrero en una fábrica de tornillos cuando el gobierno de Juscelino Kubitschek iniciaba su política de apertura y desarrollismo. En 1966 se traslada a Sao Bernardo do Campo, donde desde entonces vive y se inicia luego en el sindicalismo.
Candidato a la presidencia de Brasil en cinco ocasiones, ésta le fue esquiva en las segundas vueltas electorales donde, se dice, no se vota a favor, sino en contra. En la primera postulación, en 1989, compitió contra Fernando Color de Mello. Obtuvo 31 millones de votos, cuatro millones menos que su rival. Otras dos veces compitió para la primera magistratura contra Fernando Cardoso, en 1994 y en 1998, siendo derrotado. El 2002 fue elegido presidente con 57 millones de votos, el 62%, siendo el primer obrero elegido para ese cargo en América Latina. Antes, en 1986, fue elegido diputado e integró la Asamblea Constituyente que restableció la votación libre y directa del presidente de la República.
Lula gobernó dos períodos, entre el 2002 y el 2010. Ejerció un gobierno alejado de las recetas del llamado Consenso de Washington, aunque en su primer mandato tuvo fuertes cuotas de continuismo respecto de Cardoso. Sin embargo, en sus ocho años de gobierno incentivó la demanda interna aumentando los salarios, incrementó el gasto público y amplió los programas sociales en una perspectiva de universalización de los derechos, fomentó el crédito para el consumo y para la producción. Lula se resistió a una política agresiva de privatizaciones y en cambio fortaleció el papel del Estado. En su gobierno, Brasil se convirtió en un actor global en lo económico y político.
Los resultados de su gobierno son tangibles. En ocho años salieron de la pobreza 28 millones de brasileños, se crearon más de 15 millones de empleos, el consumo creció siete veces, sobre todo en los sectores populares; 45 millones se bancarizaron y se redujo la desnutrición en 73% y la mortalidad infantil en un 45%.
Lula no está retirado. Es un actor decisivo, un garante de la gobernabilidad y propulsor de la integración de América del Sur. Su centro de operaciones es el Instituto Lula ubicado en el distrito de Ipiranga, al sudeste de Sao Paulo. Superada la dolencia detectada el 2011 ha retomado su agenda y, sobre todo, su activismo internacional.
Su estrella está intacta. En marzo realizó una gira por África, que lo llevó a Guinea Ecuatorial, Ghana, Benin y Nigeria. En noviembre estuvo en Sudáfrica, Mozambique y Etiopía, y en abril en Chiapas (México) y Londres. Esta semana inicia una gira que lo llevará a Colombia, Perú y Ecuador.
Habla del mundo, de Brasil y de América Latina con profundidad; es un hombre global que se expresa en clave de mediano y largo plazo. Sus preocupaciones son la integración y la gobernanza mundial.
Lula recibió a La República en Sao Paulo hace poco pero fue él quien primero indagó por el Perú en una amena charla. Recordó a su entrañable amigo Javier Diez Canseco y comentó con cifras en la mano los logros y desafíos de la relación Brasil/Perú que fomenta desde su visita en agosto del 2003, y sus relaciones con los gobiernos de Toledo, García y Humala.
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