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lunes, 1 de julio de 2019

Lecciones españolas

https://larepublica.pe/politica/1465893-juan-puente-mitadmasuno-lecciones-espanolas/
La República
La mitadmasuno
9 de mayo de 2019
Juan De la Puente
El resultado de las elecciones generales del 28 de abril pasado en España supone varios efectos combinados y concurrentes, el más importante de los cuales es la frenada en seco de la ofensiva ultraderechista por parte del Vox, que había logrado imponer un escenario electoral dominado por la política brutal, alineando en ese discurso al Partido Popular (PP). En España, la derecha no pudo ahogar al centro político.
Los españoles votaron contra el extremismo, y léase también y por lo mismo por derechos y libertades, contra la disrupción conservadora que tuvo éxitos en varios países de Europa, y gracias a una intensa movilización democrática en la que jugó un papel significativo la sociedad y los partidos que denunciaron el riesgo de empoderar a quienes se propone, más allá del odio, dañar la convivencia.
Los resultados confirman, sin embargo, un cuadro que proyectaron las elecciones del 2015 y 2016, con tres realidades que se alimentan entre ellas: el fin del bipartidismo, la fragmentación de la derecha, y el aumento del peso político de los partidos territoriales.
En el contexto de estas tendencias, los resultados no dejan de ser provisionales en un país que desde hace años carece de una mayoría política.
La debacle electoral del PP, la derecha gobernante en el periodo 2011-2018, es resonante, por originarse en la corrupción y en su huida hacia adelante en manos de un liderazgo débil y chambón que creyó que la autocrítica podía ser reemplazada por la derechización. Carcomido por Vox y Ciudadanos (Cs) el PP ha quedado con escasa capacidad de movimiento, tanto para el retorno a la centroderecha como para proseguir una ruta radical. De hecho, el liderazgo de la derecha española está en disputa.
España tendrá un gobierno progresista, en solitario o en coalición. El triunfo del Partido Socialista Obrero Español (PSOE), adueñado del centro político (compartido en algunos segmentos con Ciudadanos), resume una apuesta por la moderación y el diálogo, que es la principal identidad del corto gobierno de Pedro Sánchez. En ese sentido, debe reconocerse sin complejos que una parte de los electores ha votado por el miedo a que las “tres derechas” se repartan el poder con fines regresivos. El imperativo de la moderación fue tan crucial que fue levantada por Pablo Iglesias y su grupo unidas Podemos en el tramo final de la campaña, impidiendo la debacle de la izquierda.
La larga coyuntura crítica española guarda lecciones para el Perú. Una de ellas es la valorización creciente de la movilización democrática que ya operó aquí en las elecciones generales del 211 y 2016 y en las municipales del año pasado en Lima. En España, el auge de la ultraderecha movilizó al centro, a la izquierda y a la sociedad civil, es decir, la activación conservadora fue proporcional a la reactivación de las libertades, un proceso que ya asoma entre nosotros.
Queda asimismo la lección de que la deriva radical de la derecha no tiene que ser seguida por una explosión ultra de la izquierda sino por una propuesta de cambio y unidad nacional. Los electores suelen ser más racionales de lo que piensan ciertos estrategas.

viernes, 3 de noviembre de 2017

Cataluña, España y la izquierda

http://larepublica.pe/politica/1140023-cataluna-espana-y-la-izquierda
La República
La mitadmasuno
3 de noviembre de 2017
Juan De la Puente
El proceso independentista catalán, en caída luego de la intervención del gobierno autonómico (la Generalidad y sus órganos, el gobierno, el parlamento y la presidencia) por el gobierno español, en aplicación del artículo 155º de la Constitución, le pasa la factura a Podemos, la nueva formación de la izquierda española que junto con sus aliados obtuvo el 21% de votos en las elecciones del año pasado, y que –también juntos– ocupan 67 de 350 escaños en el parlamento.
Presionado por expectativas regionales, especialmente de sus bases y sus aliados en Cataluña, Podemos exhibió un extraño discurso neutral pero inclinado hacia el proceso separatista catalán impulsado por una coalición de grupos conservadores, liberales y de izquierda. Mientras el proceso estaba en curso, antes de la declaración unilateral de independencia y de la respuesta del gobierno de Mariano Rajoy, ese discurso pudo servir para administrar la falta de una opinión resuelta y organizadora sobre la cuestión catalana, pero no fue suficiente.
El grupo que revolucionó y modernizó la movilización en España y Europa, legítimo heredero del movimiento de los indignados del 15-M del 2011, se vio atenazado por una estrategia sin táctica. Por primera vez desde su fundación fueron “otros” los que ganaron la iniciativa de la calle. Los separatistas los llevaron de las narices, estableciéndose entre ellos y Podemos una distribución de roles perjudicial para el partido nacional: Los primeros aceleraban la separación de España vía el ilegal referéndum del 1º de octubre, y los segundos atajaban al gobierno de Rajoy, defendiendo el derecho a decidir del 48% de los ciudadanos sobre el 52% restante.
Ese fue el primer error del profesor Pablo Iglesias, líder de esa formación, que se sabe de memoria las lecciones de estrategia, pero al que le faltó la primera lección de táctica: tener una línea propia en el terreno de los hechos, y llevarla adelante. A Podemos de estos meses le sobró Gramsci, pero le faltó Lenin, De Gaulle y Churchill.
En principio, es seductor el modelo de organización más plural para España, es decir, un desarrollo mayor del modelo de autonomías instalado por la Constitución de 1978. La idea de esta alternativa fue plasmada en la propuesta de un nuevo pacto territorial y democrático por la vía del federalismo. No obstante, esta alternativa no puede enarbolarse relativizando la unidad nacional, un error frecuente de las formaciones nacionales radicales de derecha o izquierda. Razón tuvo hace días la profesora Carolina Bescansa, una de los tres fundadores de Podemos, al lamentar que su partido no tenga un proyecto político para España y en pedir que se le hablase más a España y a los españoles y no solo a los independentistas, recordando que Podemos es un partido español y estatal.
Ese segundo error no fue leve. La idea de llamar fascista a todo aquel que defienda la unidad de España –o si queremos aplicarlo a cualquier país, la unidad nacional– no se justifica siquiera en las disputas en las redes sociales; más aún si se tolera, como ha sucedido en Cataluña por parte de grupos de la izquierda regional, que se llame traidor (botifler en el argot catalán) al que se muestra contrario a la secesión. Al contrario, no enfrentarse al nacionalismo secesionista creyendo que tenía la marca de izquierda, y que eso era suficiente, implicó sentar las bases del actual conflicto entre la dirección nacional de Podemos y sus bases catalanas que solo tiene una ruta de solución: la salida de los que pierden.

El tercer error fue priorizar su oposición al gobierno, y subestimar el valor moral de la Constitución, inclusive si en el gobierno se encuentra un grupo cuestionado como el Partido Popular (PP) protagonista de sonados escándalos de corrupción. Allí hubo un equívoco más que político, que es no tomar en cuenta que la Constitución es más que un gobierno. Eso sucede cuando desde la Ciencia Política se subestima el Derecho Constitucional. Ahora, tendrán que hacer otra incoherencia: participar en un proceso electoral que consideran ilegitimo.