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miércoles, 21 de abril de 2010

La prensa y los criminales

La mitadmasuno
La República
Sábado 17 de abril
http://www.larepublica.pe/la-mitadmasuno/17/04/2010/la-prensa-y-los-criminales
Por Juan De la Puente
Fuera del expediente Fujimori, no hubo caso judicial reciente que mostrara abismal diferencia entre los medios como el asunto del espionaje telefónico por la empresa BTR. Para unos Giselle Giannotti es, en sí misma, un elíxir de la verdad a revelarse, para otros es una criminal, teatrera, portadora de mentiras y ejecutora de un operativo de inteligencia.
No estamos ante el clásico episodio policial/judicial donde la prensa pasa por alto los delitos y novela de la vida del delincuente, de su niñez perdida y de sus espectaculares atracos. En el caso BTR algunos periodistas han tomado decisiones cruciales: 1) aceptar como ciertas tanto las imputaciones como las exculpaciones de la procesada; 2) seguir la línea de esta, de cuestionar a sus captores y, sobre todo, a sus fiscales y jueces; y 3) dejar de seguir la pista del dinero, es decir, no averiguar quién pagó por el espionaje.
Estas decisiones no parecen originarse en Giannotti como procesada, sino en los intereses que llevaron a varias empresas a pagar para espiar a sus competidores, violando la ley. En otras palabras, la santificación de Giannotti es una vía para la impunidad de sus clientes, una ruta mediática profana, con probable correlato judicial. Los problemas no acaban allí, porque esta impunidad terminará acarreando otras decisiones: 1) que el sector pro Giannotti deje de exigir justicia, la exija tibiamente o solo para algunos; y 2) que queden en la impunidad otras empresas del mercado del espionaje comercial y los mafiosos estudios de abogados, crecientemente todoterrenos. En ese sentido, es increíble que en las entrevistas a Giannotti no se haya insistido en la pregunta del millón: ¿Quiénes le pagaron?
La metamorfosis de la prensa en el caso BTR no queda allí. Por algunas notas aparecidas esta semana se puede concluir que ha surgido, o legitimado, un nuevo paradigma noticioso y ético: que la corrupción pública, la de ministros policías y alcaldes, debe ser apuntada con el dedo pero no la corrupción privada, la de empresas y ejecutivos mafiosos. En ese paradigma, un caso de corrupción debe terminar en la renuncia del político y su procesamiento, que es lo correcto, pero la responsabilidad del empresario que delinque se difumina en la corrupción policial y en la lentitud de los jueces. Extraño giro de la justicia mediática peruana.