La República
La mitdasmasuno
28 de setiembre de 2018
Por Juan De la Puente
Lima no se merece una
campaña electoral como la que está a punto de culminar. Quizás se lo merezcan
sus partidos, líderes, candidatos y hasta buena parte de sus electores,
especialmente los que se han subido a ciegas a los vehículos de la improvisación
conducidos por candidatos con los ojos vendados. Cuando se escriba la historia
de estos días se examinará cómo una ciudad de 10 millones de habitantes
–repleta de necesidades y posibilidades– pudo desperdiciar seis meses en una campaña electoral millonaria, inservible y mediocre.
La capital está
perdiendo por goleada y es probable que el 7 de octubre no se pueda siquiera
empatar el partido. De todo esto saldrá una administración metropolitana que
requerirá mucho respaldo del Gobierno Central, control, investigaciones,
denuncias, depuraciones y sanciones. Que tengan en cuenta esa perspectiva los
“lovers” de los candidatos –los políticos peruanos actuales no tienen
adherentes sino fans– que estos días se aferran a candidatos meme que aparecen
de pronto en la esquina vendiendo chucherías y sacándonos risas. No hablemos de
los municipios distritales la mayoría de los cuales serán asaltados por redes,
conocidas y por conocer, de rápido proceder ilegal.
¿Cómo sucedió esto?
Ya antes del colapso de los partidos, estos se habían encontrado con el
independentismo político, solo que ahora ha cambiado el modo de relacionarse.
Las elecciones del año 2014 ya mostraban el camino; 5 de los 13 candidatos a la
alcaldía de Lima fueron alojados en vientres de alquiler, aunque en el
resultado final, casi el 80% de votos no fueron para los partidos franquicias. Cuatro años después, hemos empeorado; 11 de los 20 candidatos son
alojados por vientres de alquiler, entre ellos tres de los cinco que figuran entre los primeros
lugares en las encuestas.
Si nos atenemos a los
sondeos recientes, descontando la intención de voto blanco, viciado, y los que
no saben/no contestan (40% del total de entrevistados), dos tercios de los que
piensan votar por un candidato lo harán por uno alojado en un vientre de
alquiler o partido franquicia. No es lo único alquilado o tercerizado; también
los planes de gobierno y la disposición de recursos, de modo que se tienen
hasta tres tipos de gastos electorales, los que realiza el candidato, los que
realiza el partido, y de los candidatos distritales, sin que los organismos
electorales tengan posibilidades de supervisar.
¿Qué ganan los
partidos que antes buscaban el poder? La clave es el negocio electoral: los
partidos –o los dueños de las marcas– son los que subastan las listas de regidores metropolitanos y las alcaldías
distritales.
En esta campaña
capitalina, ha muerto la política, o ha triunfado la contrapolítica, la fase
superior de la antipolítica; no existen oferta y demanda electoral e
intermediación, sino una batalla de opciones ultrapersonalizadas en su mayoría
vacías sin grandes proyectos de ciudad y donde nadie regula o controla: ni los
procesos de selección de candidatos, la elaboración de planes, el gasto
electoral y, como se aprecia estos días, ni los debates.
Eso que seguimos
llamando “campaña” a falta de sistematización del fenómeno, transcurre sobre un
escenario precario con hechos que constituyen un desafío para la teoría
política. Un caso es el de Ricardo Belmont, quien, si gana la elección, sería
el único en el mundo que puede ser dos veces outsider, con 30 años de
diferencia, y cuya franquicia es un partido ultraizquierdista que defiende a
las dictaduras de Maduro y Ortega; o el de Daniel Urresti, que puede ganar la
alcaldía de Lima haciendo una “campaña” como si postulara a ministro del
Interior, representando a un partido acusado de inscribirse fraudulentamente, y
acusado él mismo de asesinato de un periodista.
Algo que mucho me cuestiono es la forma como influye el debate en dos partes. Sin duda son favorecidos los del primer grupo, porque tuvieron aunque sea una semana para medir con encuestas su desempeño y como caló en la gente. Los del segundo grupo no, porque ya no se pidía publicar encuestas.
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