(Lima. Campo Fe Huachipa 23/08/2013). Venimos a despedir a nuestra madre Vicenta con mucho dolor. Nuestra resignación se debate entre la esperanza y el desconsuelo porque como decía Antonio Marchado, "Hoy es siempre todavía''.
Nuestra madre se
va como ha vivido, con entereza y humildad. Su sencillez ha hecho que se vaya
con extrema discreción, casi de
puntitas, el corolario de una vida signada por la dignidad y la cautela.
Mujer de varios
pueblos rurales que aprendimos a querer, donde mis hermanos mayores tuvieron la
suerte de vivir, Chaglla, Santa Elena, Muña y Molinos, y de una sola ciudad,
Huánuco, donde ella nos hizo a su imagen y semejanza.
Junto a mi padre
Juan nos construyó un mundo que ya no volverá; un mundo que amamos y añoramos
todos los días; ese mundo, al mismo tiempo cerrado como una fortaleza y abierto
como un libro, fue el de las comidas en casa con leche fresca y pequeños panes,
y el de los platos que solo ella sabía como hacerlos; la tertulia, los repasos de la
escuela, la radio, las noticias, el rito diario del mercado, los crucigramas,
los libros, los juegos y la tienda.
No quiso ni
necesitó conocer el mundo para formarnos como mujeres y hombres libres,
sujetados solo por los imperativos del honor, la generosidad y la honradez.
Nos dio tiempo,
mucho tiempo, todo el tiempo del mundo, y nos siguió dando tiempo en sus
pensamientos y preocupación a quienes estábamos lejos de su regazo. Y su tiempo
fue siempre rico, porque fue amor, dedicación y alegría.
Gabriel García
Márquez ha dicho que "Los seres humanos no nacen para siempre el día en
que sus madres los alumbran, sino que la vida los obliga a parirse a sí mismos
una y otra vez". En efecto, tenemos que empezar hoy día a vivir sin
nuestra madre, sin su presencia física y animados e impulsados con su ejemplo y
recuerdo. La soledad que hoy sentimos sus hijos, yernos, nueras, nietos,
bisnietos y sobrinos, el tío Justo venido de lejos, tiene no obstante el signo
de la esperanza.
Madre, te
despedimos con amor, que será seguro una pequeñísima parte del que tu nos
diste. Unidos superaremos esta prueba y te encontraremos todos los días y en
cada instante.
Puede encontrar más información de esta nota en: https://juandelapuente.com/despedida-la-madre/
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Hermosas y emotivas palabras, Juan. Ahora que conozco algo y contundentemente más de tu madre, sé de qué estás forjado. Efectivamente, tú y los tuyos tendrán que vivir sin su presencia, pero su partida es solo un cambio territorial, como escuché exclamar una vez en un responso al buen Hubert Lanssiers.
ResponderEliminarLas partidas para siempre son tristes, mi estimado, pero los recuerdos constantes de quien fue son una enorme alegría y satisfacción que te harán sentir que Vicenta siempre está contigo y tus seres queridos.
Bendiciones, amigo.
Pepe Clemente
Estimadísimo Juan:
ResponderEliminarRecibe el sentido abrazo de alguien que al leerte ha vuelto a sentir la desolación que tuvo al perder a su propia madre. No hay dolor más grande, pero tampoco ejemplo más grande. Que el Señor, que todo lo puede, la tenga en su Gloria esprando el reencuentro con todos sus hijos. Alfredo Quintanilla