martes, 24 de septiembre de 2019

A propósito de notables

https://larepublica.pe/politica/2019/09/13/a-proposito-de-notables/
La República
La mitadmasuno
13 de setiembre de 2019
Juan De la Puente
Uno de los argumentos contrarios al adelanto electoral reza que no es necesario porque el Congreso aprobó la reforma política, es decir, los proyectos priorizados por el Gobierno con ocasión de la cuestión de confianza anterior, y que el actual Parlamento podría hacer aún más cambios. Así, de modo oblicuo, se reconoce la necesidad de la reforma, a contrapelo de la oposición mayoritaria inicial del Congreso a los cambios.
Sería coherente que este argumento venga acompañado de un reconocimiento formal a los miembros de la Comisión de Alto Nivel para la Reforma Política, hostigados incesantemente por la mayoría parlamentaria. Tachados de “notables”, su especialización en la materia devenía casi en un delito, y en ellos se pretendía castigar la demanda de renovación que el sistema político reclama en voz alta y atajar a la crítica ciudadana a la falta de eficacia de las instituciones.
El desempeño de este grupo fue meritorio en la producción y el debate de los cambios en medio del ataque el mensajero y no al mensaje; y a pesar de que estamos en los inicios de la tarea, este paquete tuvo mejor suerte que los proyectos de reforma constitucional aprobados por el referéndum de diciembre pasado, probablemente porque en ese caso la implementación se complejizó y luce incompleto porque no fue aprobada la bicameralidad por un error compartido entre el Gobierno y el Congreso.
De los seis proyectos priorizados en la reforma política, los cuatro que se han convertido en ley renuevan y modernizan la legalización de partidos, poniendo fin a una parte del sistema político cerrado, cupular y plutocrático, aunque este último objetivo no se conseguirá totalmente mientras no se suprima el voto preferencial. En términos de derechos, sin embargo, las elecciones internas y las listas paritarias y alternadas, aún en proceso, son logros que enriquecerán el quehacer político de las nuevas generaciones.
Con o sin elecciones adelantadas, el curso de la reforma no debe detenerse. Quedan las otras dos reformas constitucionales que deben ser votadas por segunda vez y abordar los otros proyectos que no fueron priorizados, pero de crucial incidencia en el cambio político, como la regulación más equilibrada de las relaciones entre el Ejecutivo y el Congreso para mejorar las prácticas de control mutuo, como la cuestión de confianza, la insistencia y el papel de las minorías en el Legislativo; la ampliación del mandato local y regional a 5 años; la elección parlamentaria en la segunda vuelta, entre otros.

El adelanto electoral, cuyo desenlace se posterga y se desenvuelve en cámara lenta, sigue siendo una oportunidad para redefinir actores para el cambio. La pugna alrededor del calendario electoral –si las elecciones son el 2020 o 2021- probablemente impida profundizar sobre la brecha entra la política y la sociedad que esta reforma está llamada a resolver, aunque mientras más demore el sistema en recuperar su legitimidad ante los ciudadanos, será más difícil curar las heridas causadas por la antipolítica y la contrapolítica. No basta que el liderazgo del país no quiera una asamblea constituyente; si desea impedirla, más allá del discurso temeroso deberían producir las reformas necesarias.

jueves, 12 de septiembre de 2019

Vacancia simbólica del poder

https://larepublica.pe/politica/2019/09/06/vacancia-simbolica-del-poder/
La República
La mitadmasuno
6 de setiembre de 2019
Juan De la Puente
El frustrado diálogo entre el Gobierno y el Congreso agudiza la confrontación. La colisión entre poderes se ha producido poniendo sobre la mesa dos dinámicas excluyentes, la disolución vs. la destitución, ambas salidas unilaterales y rupturistas con efectos diferenciados. La disolución del Congreso tendría un trámite jurídico –y jurisdiccional- borrascoso, en tanto que la destitución presidencial tendría un resultado caótico.
Confrontado con los plazos, el Gobierno tiene sobre sí la presión de los resultados inmediatos, una urgencia más exigida que al Parlamento, atrincherado y aislado de la sociedad, pero con una mayoría interna creciente. El comunicado de 7 bancadas en respaldo a Olaechea suma entre 85 y 90 votos.
En la sociedad, la colisión tiene sus códigos propios: 1) los peruanos se expresan mayoritariamente contra la vacancia de la presidencia; 2) rechazan con la misma intensidad al Congreso;  3) creen que Vizcarra debe dirigir la transición; y 4) demandan que se vayan todos. Son cuatro opiniones gruesas que, sin embargo, evolucionan singularmente, de modo que las opciones 1) y 3) podrían girar en sentido inverso. En cambio, no se espera que retrocedan las opciones 2) y 4).
Si bien estos datos son por ahora consistentes, sería incorrecto negarse a apreciar la principal tendencia que emerge de agosto, el primer mes sin salida a la transición: ambos poderes se han debilitado seriamente. De ahí que el efecto del choque de trenes presenta en la sociedad, por lo menos, un doble carácter: 1) nos acerca a una vacancia simbólica de las dos instituciones; 2) y demanda la emergencia de un movimiento, una coalición con una narrativa crítica de ambos contendientes.
Sea cual fuese el desenlace de esta pugna, el comportamiento autónomo de la sociedad es creciente, y en ella cabe tanto las demandas de renovación/reforma, ahora mayoritarias, como las que llaman a la ruptura en tonos más radicales, por la derecha o la izquierda. La puerta está abierta y por ella pueden ingresar ambas opciones, incluso convivir por un tiempo. Esa disyuntiva se aprecia en las movilizaciones en favor del adelanto de elecciones.
Mientras menos condiciones se tengan para un pacto de poderes –el fracasado diálogo reciente no será el último intento- hay más posibilidades de un pacto social contrario al poder. Es decir, el Congreso podría tener los votos para destituir al presidente Vizcarra, pero no hay votos que valgan para sortear la presión social dos años más.
Quienes teorizan sobre esta etapa de la vida nacional como si estuvieran frente a un tablero de ajedrez, creen que bastan los jugadores y el movimiento de piezas. Lamentablemente, esta no es solo una batalla de adversarios y piezas. Hay que recordar que esta es una transición y que “algo” está muriendo.
La pugna de estos años entre corrupción vs. anticorrupción y de reforma vs. inmovilismo, no ha renovado el sistema político, pero sí a la sociedad, por lo menos en términos relativos. Este periodo registra actores sociales nuevos –principalmente mujeres y jóvenes y comunidades territoriales- de modo que la correlación de fuerzas entre el poder y los ciudadanos se ha alterado. Los actores tradicionales han dejado de representar a una ciudadanía que reclama cambios que el poder no es capaz de poner a su disposición.

El pacto de los notables

https://larepublica.pe/politica/2019/08/30/el-pacto-de-los-notables/
La República
La mitadmasuno
30 de agosto de 2019
Juan De la Puente
En toda transición, incluida sus etapas críticas, hay tantas dudas como esperanzas. En la que ahora transitamos, la duda es casi todo. Y la debilidad también; en 30 días los principales actores se han consumido en la fricción y juntos han consumido gran parte del optimismo. Entre ambos le han dado forma a un bloqueo –entrampar lo ya entrampado- del que solo saldremos con un movimiento rupturista fuerte. No importará cuál, pero será fuerte o no serán y, lo más probable, con la gente.
La lucha de poderes se ha agravado, bloqueando toda negociación, haciendo de esta transición una experiencia atípica y marciana. El deterioro de las formas alcanza ya a los contenidos. Es cierto que la economía no ha sido contagiada por la crisis, aunque se aprecia el aumento de la desconfianza y que el primer efecto es la caída de la operatividad de la administración pública.
El adelanto electoral es la opción más rentable para el cambio, pero está atrapado por la falta de fuerza de las partes, tanto para aprobarla con rapidez o para ahogarla en la cuna. Cada actor relevante realiza movimientos muy acotados que resumen la idea de una crisis aguda procesada por un lánguido juego de piezas. Es cierto que el Congreso ha logrado formar una mayoría interna cada vez más numerosa contra el adelanto electoral, pero se encuentra fuertemente aislado en la sociedad, inmovilizado por el rechazo. Por su parte, el Gobierno ha perdido apoyos parlamentarios, aunque el presidente Vizcarra es respaldado de modo directo como el garante de la transición.
El aumento de la retórica agresiva viene acompañado por una cadena de vetos. El primero de estos es contra el presidente Vizcarra, contra quien se propone una vacancia que no ha sido oficialmente aprobada, pero que se anuncia informalmente. Podrá fracasar el intento de estos días, pero la mayoría parlamentaria intuye que debe ser destituyente.
La mayoría respalda una salida legal, pacífica, pactada y democrática, y vive con menos angustia que la élite la constatación de la falta de un acuerdo entre los poderes, un acuerdo de gobernabilidad o un acuerdo para las elecciones el 2020.
El bloqueo, no obstante, es provisional; la fricción de las instituciones está a punto de agotarse; en la reunión entre el presidente del Congreso y el presidente de la República se conversará, pero no se acordará. Luego se tendrán las soluciones unilaterales sobre la mesa; no hay espacio para la ilusión, esto no es el Perú en el mundial de fútbol (unida la costa, unida la sierra…).
No estábamos preparados para un proceso en cámara lenta. Pero no nos ilusionemos con un pacto continuista y de notables. La transición evidencia, precisamente, que no hay espacio para un pacto de continuidad en las instituciones. Tanto ha ido el cántaro al río que solo es posible un pacto con la sociedad y que ganará quien lo logre primero.

Vizcarra tiene la primera opción, pero no por mucho tiempo. Es él quien ha sacado la transición a la calle con la inmediata acusación de populista -¡qué horror!- como si este rótulo, polisémico en A. Latina y atravesado por la desigualdad y la ideología, dirimiera un proceso que llama a la participación. Es el viejo sueño del cambio con invierno, sin primavera, sin flores y sin voces, entre cuatro paredes, sin la gente.