domingo, 25 de marzo de 2018

Parte de crisis 3. Domingo 25 de marzo. 12.40 pm.

Por Juan De la Puente
El Perú se encuentra parado al centro mismo entre el pasado y el futuro. El presente aparece todavía como un espacio corto de tiempo y movimiento. El eco del periodo PPK aún resuena, y la confrontación violenta que implicó esa etapa, antecedida por otra cuyos orígenes podrían situarse en el año 2013, apenas ha cedido. Todavía podemos afirmar que hay una mano invisible que mueve la política en una lógica negativa.
Quienes vivimos los primeros días del período post Fujimori encontramos algunas similitudes con lo que ahora sucede. La más importante quizás sea la convicción de un sector de la elite peruana que no cree en la posibilidad de un cambio y que se sigue manejando con los códigos del pasado, como si no se hubiese producido una recomposición del poder.
Ese es por ahora el principal desafío del nuevo gobierno y de la nueva etapa. La sombra del pasado es todavía fuerte, incluso hegemónica; y produce hechos decisivos que opacan lo nuevo y lo precarizan, como las recientes diligencias judiciales del ex presidente PPK o la renovada lucha entre los hermanos Fujimori.
Vizcarra es por ahora un símbolo, pero la transición que representa se abre paso a través de una cultura que por cinco años recreó el encono. Ni los partidos ni los medios –ya no solo la mayoría de políticos- estuvieron preparados para un momento distinto. Así, procesar el giro desde el modo contra al modo pro, cuesta mucho.
También hay diferencias con el período iniciado en noviembre del año 2000. Ahora, un sector mayoritario de la elite peruana se resiste a considerar que el período iniciado con la caída de PPK es una transición. Con enojo, ponen por delante el aspecto legal del asunto y consideran que Vizcarra solo debe cumplir los 3 años y 4 meses del período por el que fue elegido PPK, que la Constitución no llama a lo que hemos iniciado un Gobierno de Transición -lo que es cierto pero el problema no es el rótulo legal-, que las transiciones no pueden ser “tan largas”, o que solo cabe una transición cuando el proceso se realiza desde un gobierno autoritario, una lectura elemental/lamentable de los profesores  O'Donnell, Linz, Garretón, y Mainwaring, entre otros.
No hay espacio para un gobierno PPK 2.0. Resulta claro que la única opción exitosa de esta etapa es el modelo de una transición a un régimen de mayor democracia, participación, eficiencia publica y transparencia, alcanzada mediante un gobierno amplio, plural y con un sentido de reforma que debe ser, precisamente, objeto de un acuerdo y de una práctica concertada. Tras este objetivo, respirándole al sistema a en la nuca está el 50% de peruanos que quieren que se vayan todos, una de cuyas expresiones –no es la única, no confundir lo político con la viabilidad legal- es el adelanto de elecciones.
El presidente Vizcarra es una garantía del logro de ese objetivo. En él existe un Paniagua que se abre paso, llámese también una forma republicana de encarar el poder con austeridad, y un contenido menos populista y agresivo para las relaciones con los otros.

Por ahora, el sistema tiene pocas armas para esa transición. Luego del posicionamiento del presidente Vizcarra se espera un gabinete a la medida de él y de la etapa iniciada, lo que ha empezado a chocar con el juego de “yo quiero ser ministro” o “nombra al que yo quiero”, en franco desarrollo. La revisión de los gabinetes propuestos, elaborados para que los medios incautos lo difundan para presionar al nuevo presidente –parece algo básico, pero funciona- arroja una visón de la concertación como sinónimo de fragmentación, recojo de estrellas o vigilancia de intereses específicos. Eso es cualquier cosa, menos transición, pluralidad y transversalidad.

jueves, 22 de marzo de 2018

Parte de crisis 2. Jueves 22, 7.45 am.

Por Juan De la Puente
El campo donde se ha librado la última batalla de la crisis peruana muestra todavía sus muertos y heridos. Apenas derribados PPK y Kenji Fujimori, aumenta la demanda del adelanto de elecciones que jaquea a vencedores y vencidos. Las lecciones de los últimos 18 meses, y en especial del período
diciembre-marzo, son valiosas para los que quieran asumirlas. La crisis continua, Vizcarra será una estación de ella, espero eficaz y diligente, las partes siguen siendo débiles y nadie se ha apropiado del discurso del cambio, que espera vestido y alborotado.
1.- Los explosivos videos que han terminado en la renuncia de PPK han sido la gota que rebalsó el vaso. Pero fue la última. Ese vaso se había llenado con otros errores, omisiones y estrategias, de modo que sería inexacto atribuir la caída de PPK solo a los videos, e incluso al fujimorismo. En ese punto, al igual que Alberto Fujimori el año 2000, su carta de renuncia es una pieza de exclusión de responsabilidades propias. PPK ha caído no solo porque siendo un presidente débil fue desgastado por un Congreso hostil en más de una ocasión al extremo, sino porque no supo apoyarse en la sociedad para esa batalla, salvo en los dos primeros lances con el Parlamento, cuando el debate de la delegación de facultades y la censura a Jaime Saavedra. También porque abandonó promesas electorales, porque no fue diligente y eficaz en el manejo de lo público y, sobre todo, por dos razones finales: no encaró con transparencia y limpieza el caso Odebrecht que le explotó en la cara (es el primer presidente de A. Latina al que ha derribado el caso Lavajato y eso no habrá que perderlo de vista); e indultó a Fujimori en base a un acuerdo espurio y reprochable, privándose de los últimos apoyos que le quedaban. El caso PPK debería estudiarse como un ejemplo de cómo no gobernar en minoría.
2.- Si nos atenemos a los juegos específicos, no se puede afirmar que la caída de PPK es la victoria del modelo de oposición que escogió el fujimorismo. Es cierto que al final, en un solo movimiento Keiko Fujimori ha pulverizado a Kenji, ha derrotado a su padre proclive a este y ha sacado del poder a Kuczynski. En cualquier caso, esa contabilidad seria exitosa y gananciosa si no fuese por el costo que también es contable: la pérdida de la mayoría absoluta del Congreso (que podría resolver con los desafueros), la división de su partido, el atroz desprestigio del Congreso, y la merma sustantiva de sus opciones políticas.
3.- Fuerza Popular no ha muerto en esta batalla, pero queda seriamente aislada en la sociedad, una rara oposición a la defensiva. Keiko se enfrenta a un terrible desafío; con dos fujimorismos a la vista –el del padre ya no el del hermano, hecho añicos- la estrategia de la retoma del poder a partir del indulto se diluye. La paradoja es que el límite de Fuerza Popular es el fujimorismo mismo, al que le queda muy poca épica y casi ninguna epopeya, valores de una tradición que la guerra entre hermanos ha derretido. El post fujimorismo está servido; si no lo toma, muere. La derecha opera con las mismas reglas que la izquierda, y necesita un liderazgo.
4.- El caso de la izquierda es parecido. Fue la tercera fuerza que obtuvo caso 3 millones de votos. Su temprana división en el Congreso lo condujo a privilegiar este espacio, dejando gran parte de las calles y de la vigilancia de la democracia y los derechos a un grupo de organizaciones y colectivos sociales que fueron los organizadores de las jornadas de los últimos 18 meses. Se produjo entonces, y aun ahora, un fenómeno donde la actividad parlamentaria es subsidiaria o ajena a la sociedad organizada. Cuando la crisis se agravó, en diciembre, una parte de la izquierda, en la calle y en el Congreso, se compró el discurso de que la vacancia era golpe de Estado en lugar de apostar al adelanto de elecciones junto a un programa de cambio político, lo que fue el último servicio a un gobierno casi muerto por corrupción.

5.- Esta izquierda ha sido un actor clave de la segunda vacancia, aunque persiste el principal desafío, que es el cambio. Ahora, cuando el 50% del país no quiere que se barajen las cartas de nuevo, sino que se juegue otro juego, extraña que desde la izquierda no se proponga un programa de cambio con horizonte en el corto y mediano plazo. Si la izquierda se atrinchera en un programa de largo plazo, sin responder a la demanda de elecciones adelantadas, le estaría regalando la crisis a la derecha o al centro que no tarda en articularse. A la vieja consigna de unidad y lucha, le falta lo segundo. Ahora, eso es más rentable que el debate de si se acepta la renuncia o se insiste en la destitución de PPK.

miércoles, 21 de marzo de 2018

Parte de crisis 1. Miércoles 12 m.

Por Juan De la Puente
Hasta hace pocas semanas, el problema principal era el desenlace de la pugna por la presidencia. Ahora hay un problema añadido, cómo recoger los pedazos de un sistema que ha estallado, en el marco de un nuevo gobierno. A pocas horas de una probable renuncia del presidente Pedro Pablo Kuczynski, aquí unas reflexiones en contexto.
1.- Los videos de los “avengers” en acción evitan que el acto programado para el jueves –el debate de la vacancia- termine en un bloqueo de fuerzas, con o sin Kuczynski en el poder. Los videos han sacado la crisis del empate de fuerzas, la ausencia de centro y la polarización pura y dura. La apertura de una ventana para que se airee la crisis no se debe a los principios sino, como dice Maquiavelo, a una lucha malvada.
2.- Una amplia mayoría en favor de la salida de PPK del poder es una garantía de evolución de la crisis hacia una ingobernabilidad más manejable. Hay diferencias entre la vacancia por renuncia y la vacancia por destitución. La renuncia permitiría un mejor posicionamiento inicial del nuevo gobierno (conservaría gran parte de la bancada PPK) pero evitaría que el Congreso “se manche de sangre” con la vacancia, de modo que, sin ejercer voto alguno, el Congreso se sentiría más libre de compromisos con el nuevo gobierno. Al país, a la bancada oficialista y a las bancadas opositoras les conviene la renuncia; a PPK (presidente vacado, un poco perseguido) y a Martín Vizcarra les conviene la vacancia.
3.- La crisis en su parte presidencial, se desbocó entre diciembre y enero, pero llegamos a marzo con incertidumbre, pero sin agitación. Los videos de esta semana, traen a esta crisis la calle, que había estado silenciosa desde la última semana de enero. La calle viene con su opción propia, que es el adelanto de elecciones reflejada en la consigna “que se vayan todos”. Esta opción ha llegado para quedarse, salvo que el Congreso y el Gobierno realicen una gestión fina y de calidad de la crisis que le quiten oxígeno a esta alternativa. Parece que así no serán las cosas. Creo que, en el silencio de sus casas, los peruanos ya vacaron a los poderes del Estado; esta vacancia simbólica hace que para ellos no sea muy importante el juego de las vacancias reales.
4.- Es cierto que el adelanto de elecciones es una opción de la calle y no de la élite y que su legalidad es compleja. Hace falta que para eso renuncien o sea vacado el presidente, renuncien los vicepresidentes y que el presidente del Congreso asuma la presidencia de un gobierno de transición para llamar a elecciones, quizás en 8 meses, quedando pendiente la decisión si son solo presidenciales o generales, incluido el Congreso. A pesar de esta complejidad, la idea está instalada en la conciencia de los peruanos, y ya las encuestas nos dirán con qué porcentaje. La transición que se ha iniciada será jalonada por estas dos tendencias, el calendario constitucional vs nuevas elecciones.
5.- El de Vizcarra será un nuevo gobierno que cumpla el resto del período para el que fue elegido la plancha presidencial PPK-Vizcarra-Araoz, es decir 3 años y 4 meses. Un nuevo gobierno necesita nuevos ministros y, considerando esta crisis, un programa de gobierno renovado, con ideas fuerzas nuevas, recuperadas y prestadas. Este nuevo gobierno tendrá una luna de miel no muy larga, y bajo el principio del realismo es obvio que no será fuerte y que de él se desmarcarán las bancadas parlamentarias en un momento más o menos cercano.
6.- Por esa razón la idea de Vizcarra gobernando con el Congreso es muy relativa. Es cierto que habrá mayor cooperación que con PPK, pero no es menos cierto que las dinámicas de los partidos representados en el Congreso no pasan por el cogobierno o por un compromiso fuerte y duradero. Eso no impedirá que, como ha sucedido en los dos últimos años del gobierno de Humala, haya más cooperación económica que política. Vizcarra, otra vez el principio de realidad, será una estación de esta crisis y no será su solución, incluso si su desempeño es aceptable.

7.- Hace falta saber cómo evolucionará el Congreso. El golpe contra el grupo “avenger” es muy duro, casi una liquidación, en tanto que las bancadas pro vacancia, especialmente Fuerza Popular, puede respirar un tanto aliviadas porque y no serán vencidas en la votación por una segunda vacancia como parecía inminente hasta antes de los videos. Sin embargo, el Congreso queda más desprestigiado y fragmentado. El grupo de Kenji será un pelotón de zombis con voto, y hace falta saber quiénes reemplazarán a los tres legisladores que seguramente serán vacados. Si no es posible un pacto duradero con el Ejecutivo, tampoco parece posible un pacto hacia adentro, un elemento que favorecerá la consigna de que se vayan todos. Es una pena, pero el Congreso no está en condiciones de producir un giro político del país hacia adelante o acaso una discusión republicana. Hay una renuncia a la renovación de las grandes ofertas y de la ilusión democrática.