La República
La mitadmasuno
31 de mayo de 2019
Por
Juan De la Puente
La
Cuestión de Confianza (CDC) planteada por el Gobierno al Congreso es, para
efectos de este período, un acto obligado de los actores principales de esta
transición trunca. A este acto, ellos van forzados, casi a rastras,
desprovistos de las capacidades para un combate mayor. Sin esta escena, para
ellos no habrá 2021. Aquí unas notas cortas:
1.- El
Gobierno. No tenía otra opción, so pena de
perder los apoyos que hacen buena parte de la aprobación que mantiene el
presidente Vizcarra. Además, la negativa del Congreso a acusar al fiscal
Chávarry fue una provocación demasiado altisonante como para que el Gobierno
aguardara en silencio alguna novedad de la reforma política que compensara la
impunidad.
2.- ¿Gana
el Gobierno con la CDC? Quizás pierde
menos de lo que hubiese perdido si no lo proponía, considerando que le quedan
dos años de gestión. Pero hay dos anotaciones más: la aprobación de la
confianza no garantiza que la reforma sea aprobada, mientras que la
desaprobación implicará una batalla política y electoral de la que saldrá un
Congreso que funcionará 20 meses, sin que sea seguro que apruebe la reforma. En
cualquier caso, el premier Del Solar tiene la oportunidad de construir un
legado, incluso si es derrotado.
3.- El
fujimorismo. Tampoco quería
la CDC. Deseaba proteger a Chávarry (ahora le llaman
blindaje), pero no a costa de ser puestos en evidencia y derrotados, como lo
será de todas maneras si vota por la confianza o si se opone a ella. Hay en Fuerza
Popular una identidad tanática que no se explica solo por la actitud de la
Comisión de Constitución, o parece que se ejecuta un manual para alejarse del
poder en pocos pasos.
4.- La
calle. La CDC es un llamado de la
sociedad, aunque mínimamente movilizada. De eso que no haya duda, con cargo a
confianzas y desconfianzas posteriores. La pobre calle, ninguneada luego del
último servicio prestado en enero, para la destitución de Chávarry,
ha terminado de autonomizarse y se maneja por ahora en dos velocidades, una
donde resurge el “que se vayan todos” y “Asamblea Constituyente”, y la otra que
reclama cambios mínimos, pero cambios al fin.
5.- Derecha
e izquierda. El juego de la
elite cambiará de registro. La sociedad conservadora será llamada a respaldar
una cruzada contra Vizcarra en caso se disuelva el Congreso y se convoque
a elecciones parlamentarias lo cual radicalizará aún más a la derecha peruana.
La izquierda, una parte de la cual tampoco cree en la reforma política, tendrá
la oportunidad de hablarle al país y dejar de hablarse entre sí, aunque no se
sabe si participará en las elecciones para el Congreso de 20 meses.
6.- Sin
coalición. Queda poco
margen de acción en los espacios institucionales. Es cierto que se ha frenado
la dinámica en la que los detentadores del poder tanteaban el terreno, jugando
varios juegos sin salida: el juego del debate de los cambios menos importantes;
el juego del pacto dentro del Congreso; el juego del pacto Ejecutivo-Legislativo; y el juego del
desafío mutuo (ahora le llaman pechar, como en las prisiones). Es cierto que
tendrán que jugar otro juego y encarar cambios que no deseaban, acotados y sin
libreto, sin una coalición reformista. Sin ella, sorry, toda reforma será muy
limitada.