El sociólogo (abogado) y analista
político conversó con LA PRIMERA sobre la propuesta de diálogo que el gobierno
ha hecho a los sectores políticos y advirtió que la convocatoria no es sinónimo
de debilidad, a tiempo de cuestionar la “oposición irreductible” del
fujimorismo en este y otros temas. También afirmó que la izquierda debe ser
incluida no solo en esta mesa, sino en otras más que debe impulsar el Ejecutivo
y dijo que también deben participar otros actores como los gobiernos regionales
y los movimientos sociales.
—¿Qué piensa de esta iniciativa del gobierno de plantear un diálogo con
la oposición?
—Tengo entendido que la ronda del diálogo empezará mañana con una
reunión del Acuerdo Nacional (AN), en la que se expondrá el pacto por la
seguridad ciudadana, que es uno de los más importantes que requiere el Perú. De
modo tácito, hemos tenido tres pactos: el pacto por la estabilidad económica, que
se produjo en los años 90 y que ha continuado hasta ahora, y los pactos por la
democracia y por el crecimiento económico con distribución, luego de la caída
de Fujimori. Hemos tenido un pacto expreso, que es el AN, un pacto modelo en
América Latina, porque expresa el acuerdo de los partidos y la sociedad civil.
—Además de la seguridad ciudadana, la lucha contra la pobreza y el
crecimiento económico, planteados por el gobierno, ¿qué otros deben tratarse?
—Habría que realizar un pacto por la reforma política. No estamos solo
frente a una crisis de representación, que afecta la legitimidad de los
elegidos, sino que el sistema político peruano está crujiendo. No es solo una
crisis del gobierno, es una crisis que aleja a la gente de la política y la
vuelve contestataria, aún cuando no se manifieste abiertamente en las calles,
en marchas multitudinarias. Tengo la impresión de que hay que encarar este
pacto. Esto es importante porque al Perú le faltan pactos. Es un país donde
pactar es tradicionalmente una cosa mala, fea. Esto es tan cierto, que un
político experimentado en estas negociaciones como Ramiro Prialé (parlamentario
y dirigente aprista fallecido en 1988) tuvo que acuñar una frase denominada
“conversar no es pactar”, que era para esconder el pacto, porque la verdad es
que conversar sí es pactar. Me alegro que se haya establecido en la agenda
política del país la necesidad de pactos para superar esta guerra política de
los últimos seis meses.
—Esos pactos que usted señala, ¿pueden ayudar a trazar políticas de
Estado, como ha ocurrido en algunos países vecinos?
—Los modelos de pactos que hemos tenido en América Latina han sido tanto
de corto como de largo plazos. Los de corto plazo han permitido superar crisis
en situaciones especiales, como el “Pacto por la democracia” de 1985 en
Bolivia. La mesa de diálogo de la OEA aquí fue un pacto muy específico. Pero
también hemos tenido pactos de largo plazo. Necesitamos uno de corto plazo para
defender el crecimiento económico, para que las repercusiones de la desaceleración
de la economía mundial nos afecten menos. Pero también necesitamos pactos de
largo plazo. Creo que lo que se verá mañana en el AN será un pacto de largo
plazo.
—Nos acaba de hablar de la crisis del sistema político. ¿Ésta también no
se origina por el tema de la “narcopolítica” denunciado en los últimos días?
—Son varios problemas. Uno de estos tiene que ver más con las formas de
elegir a los representantes. El problema no está en el Congreso, sino en cómo
se llega allí. Entonces, hay que revisar la conformación de la representación,
sin financiamiento público, con voto preferencial, con los caudillos decidiendo
la conformación de las listas, sin democracia interna, sin elecciones
primarias, sin lista alternada. Tengo la sensación de que por ese camino
estamos matando el sistema político. Todo esto tiene que ver con la etapa
previa, la selección de los candidatos a la representación. Lo que se ve en el
Parlamento es la expresión de esto. El transfuguismo, que es un problema serio
de nuestra democracia, no se origina el día en que los parlamentarios se
sientan en sus curules, sino en toda esta etapa previa.
—Volviendo al tema del diálogo, ¿cree que este llamado del gobierno a
dialogar, en un momento en el que aparentemente se avecina una crisis
económica, es una señal de debilidad o es un buen reflejo político?
—Curiosamente, cuando hay claridad en el poder, el pacto es de los
fuertes y fortalece al poder. No veo la idea de un pacto como expresión de
debilidad. Al contrario. La convocatoria al AN fue en un momento de transición,
cuando el gobierno de Alejandro Toledo todavía estaba fuerte. La reforma
constitucional que se hizo en Argentina en los años ’90, llamada “Pacto de
Olivos”, fue cuando el gobierno (de Menem) se encontraba en un buen momento. Es
cierto que hay otros pactos que se plantean en momentos de debilidad, pero creo
que pactar la defensa económica del país no es sinónimo de debilidad, porque la
economía peruana tiene argumentos que le permiten salir airosa. No usaría la
palabra crisis, porque creo no ayudaría al pacto.
—Le preguntaba esto porque algunos analistas consideran que el gobierno
de Ollanta Humala está aislado y en conflicto con todas las fuerzas políticas.
—Hay un dato real: la caída de 22 puntos de la aprobación del presidente
expresa un desaliento social. Pero también hay un aislamiento de Humala de la
“elite” política. Hay que recordar, sin embargo, que hace unos cinco meses el
presidente tenía 52% de aprobación, e igual estaba peleado con esta “elite”.
Tenía una mayoría social, pero tenía una minoría política. Hoy el gobierno
tiene minoría social y política. Ese es un aislamiento que resulta complicado.
Sin embargo, me preocupa más la minoría social que tiene Humala en este
momento, porque este gobierno llegó con un mensaje de cambio sustantivo para un
sector de la población. Ahora, hay otro dato de la realidad: que es un gobierno
acosado. Hay sectores que quieren desvestir al gobierno, que se quite las
prendas de su programa político todos los días: que Nadine diga que no va ser
candidata, que no compre Repsol. Eso desgasta a cualquier gobierno, por más
fuerte que sea. Hay sectores que quieren que el gobierno pase de ser acosado a
tutelado, y de algún modo lo están logrando. Y así se desgasta.
—¿Cree que esas son las intenciones de la oposición, al querer sumarse al
diálogo?
—Hay dos oposiciones. Una es la del “establishment”, que busca una pugna
para desgastar al gobierno, pero con matices. Por ejemplo, la oposición de
Acción Popular, del Partido Popular Cristiano, de Solidaridad Nacional, es una
oposición distinta, que no quiere sujetar al gobierno. Veo en estos días un
cambio muy importante en el Apra, que ha dicho que participará en el diálogo.
Pero sí creo que hay una oposición irreductible, que es la del fujimorismo, que
no se nota con claridad hacia dónde quiere llegar. Porque hasta en temas de
fondo, como el de La Haya, Keiko Fujimori no quiso ir a Palacio de Gobierno.
También tenemos una oposición social, que reclama el Gasoducto del Sur, el
cumplimiento de las promesas, la modernización de la Refinería de La Pampilla.
En este escenario, me ocuparía de las dos oposiciones, tanto del
“establishment” como la social, que se mostró muy fuerte en julio.
—Hablando del fujimorismo, ¿qué piensa de esta actitud cerrada que tiene el
fujimorismo?
—No le favorece, porque si ellos tuvieran planteada claramente una
perspectiva de gobierno hacia el 2016, deberían proponerse una apertura hacia
otros sectores de la oposición, no aislarse. Siendo oposición dura, podrían
contribuir al aislamiento del gobierno, pero también contribuyen al aislamiento
de la oposición dura, que termina en un “córner” del cual le es difícil salir.
En un esquema de confrontación muy abierto, mi impresión es que en el caso
peruano, pierden los dos extremos. Pierde el confrontado, y pierde el que
genera el acoso.
…..
DEBEN PARTICIPAR
La izquierda y las fuerzas sociales
—Usted acaba de mencionar el tema de la reunión sobre el proceso de La
Haya, en el que Keiko Fujimori no quiso participar. Pero en ese mismo foro no
fueron convocados los partidos y sectores sociales vinculados a la izquierda.
¿Es importante que esté presente este sector político en este diálogo
propiciado por el gobierno?
—De hecho, en el AN hay varios sectores sociales que expresan a la
izquierda. Se supone que por ser un partido legal, inscrito en el Jurado
Nacional de Elecciones, debería estar Tierra y Libertad. También está la CGTP.
Pero tengo la sensación de que habría que incluir en varias formas de diálogo a
lo que denomino la “izquierda social”, que se expresa en algunos gobiernos
regionales, municipales; que probablemente no esté en el “establishment”, pero
tiene una voz importante. En todo caso, al gobierno le corresponde relacionarse
con los diversos espacios de representación del país. El AN no es el único
espacio de diálogo.
—¿Qué otros espacios de diálogo podría abrir el gobierno?
—Tenemos la Asamblea Nacional de Gobiernos Regionales, la asamblea de
municipios rurales, Remurpe. También está la concertación agraria, que es otro
mecanismo. El gobierno debe empezar a usar estos mecanismos, que también
existen, pero que han estado abandonados durante mucho tiempo.
……..
ADVERTENCIA
“Guerra política” desgasta a todos
—¿Este diálogo puede darle algún respiro al régimen, en este momento de
baja aprobación?
—Por lo menos permitirá recentrar la política, porque estos últimos seis
meses hemos vivido una “guerra política”, que ha desgastado a todos los
actores. Creo que no se puede llegar a un escenario del 2016, con una guerra
política tan intensa. Entonces, se reposiciona una agenda con temas
sustantivos, porque hoy importan mucho asuntos como la seguridad ciudadana, que
la desaceleración de la economía mundial no nos afecte, estimular la inversión
privada y el consumo, así como la inversión pública. El uso de las redes
sociales, y hablo aquí de todos los políticos, para hacer política menuda y
darse golpes bajos, en vez de una gran política, no es lo que merece el país;
puede corresponderle a una nación que se está desangrando en una guerra civil,
que no es nuestro caso. En cambio, la concertación a través del diálogo que se
está estableciendo, implica establecer una gran política, es lo que merece un
país como el nuestro, que crece 5% anual, que casi ha duplicado su PBI, que
redujo la pobreza en 30 puntos porcentuales.
……….
Hay dos oposiciones.
Una es la del “establishment”, que busca una pugna para desgastar al gobierno,
pero con matices. Por ejemplo, la oposición de Acción Popular, del Partido
Popular Cristiano, de Solidaridad Nacional, es una oposición distinta, que no
quiere sujetar al gobierno. Veo en estos días un cambio muy importante en el
Apra, que ha dicho que participará en el diálogo. Pero sí creo que hay una
oposición irreductible, que es la del fujimorismo, que no se nota con claridad
hacia dónde quiere llegar.
No
es solo una crisis del gobierno, es una crisis que aleja a
la gente de la política y la vuelve contestataria, aún cuando no se manifieste
abiertamente en las calles, en marchas multitudinarias. Tengo la impresión de
que hay que encarar este pacto. Esto es importante porque al Perú le faltan
pactos. Es un país donde pactar es tradicionalmente una cosa mala, fea.