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martes, 31 de diciembre de 2019

El síndrome de Moisés

https://larepublica.pe/politica/2019/12/06/el-sindrome-de-moises-juan-de-la-puente-la-mitadmasuno/
La República
La mitadmasuno
6 de diciembre de 2019
Juan De la Puente
El relato del éxodo es el del éxito de Moisés para liberar al pueblo hebreo de la esclavitud egipcia y conducirlo a la Tierra Prometida. Como se sabe, este tránsito desde el sufrimiento hacia el bienestar tuvo un momento crítico, uno de muchos, cuando luego de un tiempo, al no aparecer lo prometido, el pueblo se volvió contra Moisés.
La disolución del Congreso tuvo como principal clave simbólica que habría otro Congreso, y que este sería superior al disuelto. Formaba parte de esa promesa, el entendimiento de que, sin la obstrucción de la mayoría parlamentaria, el proceso político se abría a la renovación de las ideas y de las personas, en el marco de un proceso electoral superior y una gobernabilidad eficiente y no solo estable.
Esta promesa no se está cumpliendo, lo que no hace mejor al Parlamento disuelto sino cuestionable lo que ha sobrevenido luego del 30 de setiembre. De hecho, el proceso político no se ha renovado porque los temas y las voces de la agenda pública -fragmentada y manoseada- siguen siendo las mismas en la forma y contenido. En ese punto, la renovación es un desafío.
No se puede borrar de un plumazo el gran tema de la corrupción de la agenda pública, ni pensarlo. No obstante, esta no se ha ampliado, y daría la impresión de que fuera de los casos Lava Jato y el Club de la Construcción, se progresa poco en la defensa de esa parte de la legalidad democrática.
No se puede afirmar que la campaña electoral es prometedora. La mitad de este proceso ya ha sido “jugado” con la liberación de Keiko Fujimori y las revelaciones del financiamiento secreto de las empresas a Fuerza Popular. La otra mitad ofrece un cuadro de menor calidad que los procesos electorales de los años 2011 y 2016, con dos “grandes” temas que todos repiten, la inmunidad y el sueldo de los congresistas. Al escuchar esas prioridades es imposible no pensar que ambos temas pueden ser tratados la primera semana del nuevo Congreso. ¿Y el resto del tiempo?
Los disparos al pie que el gobierno se da, no son anécdotas. Cada uno le ha costado un ministro y un lento proceso de pérdida de aprobación y acaso de legitimidad. En este punto, las omisiones mayores del Ejecutivo son su falta de compromiso con la campaña electoral, se entiende no para respaldar a un partido sino para movilizar a los ciudadanos poniendo sobre la mesa los asuntos que deberá encarar el país, incluyendo su nuevo Congreso los próximos meses.
Que un gobierno no postule a un partido en las elecciones, no significa que se desentienda de ellas en nombre del buen gobierno, especialmente si vivimos en un vecindario últimamente movedizo que pone a la defensiva al gobernante más reconocido.
Al perderse la escasa movilización en favor del cambio que se había logrado en la etapa de la disolución del Congreso, se pierde también el compromiso de los ciudadanos, con el consiguiente riesgo de que aumente el porcentaje de abstención y de los votos viciados y blancos.

Este resultado sería un revés para la transición y un efecto contrario al que tuvo el referéndum de diciembre del año pasado. Estaríamos, por ejemplo, ante la cancelación temprana de una prometedora transición democrática, con las puertas abiertas a otros fenómenos y experimentos.

Política zombie y colectivos errantes

https://larepublica.pe/politica/2019/11/08/politica-zombie-y-colectivos-errantes-juan-de-la-puente-la-mitadmasuno/
La República
La mitadmasuno
8 de noviembre de 2019
Juan De la Puente
A varias semanas de la disolución del Congreso, y a menos de tres meses de las elecciones de enero, no existe una tendencia que convertirá el hecho del 30 de setiembre en el cambio. Contra lo esperado, la posibilidad de la elección de un nuevo Congreso como impulso de la renovación del sistema languidece en el curso de un proceso electoral que escenifica el final de las reglas, instituciones y líderes de los últimos años, sin que emerja su reemplazo de cara a los ciudadanos.
El primer rasgo de la etapa posdisolución es que la normalización de la crisis ha impregnado a todas las partes, resultado de lo cual se tiene un sonoro silencio de ideas. Prisionero de un atontamiento generalizado, el país se dirige a unas elecciones donde lo más importante son los fichajes de candidatos, el traslado de partidos y los ajustes de cuenta partidarios.
Me temo que esta sequía no se debe exclusivamente a la estrechez del calendario electoral sino también a la falta de una oferta nacional integradora de quienes sostienen −o dicen sostener− lo nuevo, capaz de movilizar a los ciudadanos para el futuro. Lo “nuevo” luce extremadamente precario y casi irreconocible. ¿Se ha disuelto el Congreso y vamos a nuevas elecciones parlamentarias para que las principales promesas sean que los congresistas ganen el sueldo mínimo y que se suprima la inmunidad parlamentaria?
Una de las razones que impiden la irrupción de lo nuevo, en términos de mensajes y personas, es que las normas electorales aprobadas recientemente no se implementarán en este proceso, por lo que las reglas-tapón siguen cumpliendo su objetivo. Quizás por ello, la mayoría de voces que dicen identificarse con la denuncia del viejo orden realizaron la misma operación que los representantes de ese orden rechazado, es decir, negociar su ingreso a listas de dudoso origen y gastadas y convivir en ellas con personajes nada recomendables. Si eso ya es preocupante en Lima, en las regiones es escandaloso.
Luego de ese canje no habrá campañas de listas sino de personas, de modo que lo que viene será una etapa de pequeñas promesas, un festival populista que no toca el centro de la transición, que es cómo definir una ruta para nuevos principios, reglas de juego e instituciones. Por ejemplo, he leído que un candidato que lidera una de las listas de la izquierda en Lima promete elevar el salario desde el Congreso.
Las posibilidades de una coalición democrática nacional, con un liderazgo transversal de grupos y programas que impulsen la agenda social de la transición y logren producir consensos para profundas innovaciones de orden político, se diluyen al compás de una lucha por sobrevivir, ubicados cada cual en un rincón del tablero.
Nos adentramos a una política zombie, a cargo de colectivos errantes, incapaces de pactar hacia dentro y en el espacio democrático un discurso diferenciado de los sectores conservadores e inmovilistas, un recuerdo de que existen transiciones traicionadas o que viajan hacia la repetición o hacia la nada. Qué ironía, el segundo rasgo de la etapa posdisolución es que las elecciones han desmovilizado a la sociedad. Creo que el profeta Mesía −Carlos Mesía− tiene razón: al pueblo no se le hace caso en el Perú.

viernes, 18 de octubre de 2019

Una nueva mayoría democrática

https://larepublica.pe/politica/2019/10/18/una-nueva-mayoria-democratica-juan-de-la-puente-congreso-del-peru/
La República
La mitadmasuno
16 de octubre de 2019
Juan De la Puente
Desde el año 2001 la elección del Parlamento ha seguido dos reglas concurrentes. La primera, la de la continuidad, permitía que los partidos del llamado elenco estable mantuviesen posiciones, y la segunda, la regla de la novedad, que reflejaba en los congresos la presencia de nuevas formaciones. Aun cuando la regla de la continuidad fuese más acusada (elecciones 2006 y 2016), o la de la irrupción (2001 y 2011), ninguna aplastó a la otra, de manera que el Perú no tuvo en los últimos 18 años parlamentos totalmente novedosos.
En el Congreso a elegirse el 26 de enero, estas reglas persistirán y se condicionarán mutuamente; su principal signo no será la absoluta novedad de los partidos por si alguien cree que estos comicios servirán para fundar un nuevo sistema de partidos. En este punto, el sistema seguirá funcionando como un proveedor de representaciones que no se proponen alterar disruptivamente las reglas de juego. En el mismo sentido, si se indaga sobre si el próximo Congreso será pleno de un momento constituyente, la respuesta más probable es no.
La corta duración del nuevo Parlamento se contrapone con las exigencias de un proceso que tendrá como competencia de fondo las elecciones del año 2021. Esta realidad corresponde a dos elecciones seguidas a la mitad del ciclo de recomposición del sistema de grupos políticos, donde predominan actores débiles, y en el que se registran todavía más defunciones que nacimientos. De la elección emergerá un Parlamento con algunas características: 1) fragmentado; 2) inexperto; y 3)autolimitado. Será entonces, un Congreso de transición dentro de la transición, lo que no impide que sea, si se lo proponen los grupos más avanzados que lo integren, un instrumento de mucha utilidad para el futuro.
El papel más relevante del nuevo Congreso es la reforma, y en este punto se juega su trascendencia. Ese también fue el imperativo del Congreso disuelto, una hoja de ruta cantada por la realidad que fue cambiada por la confrontación, un error descomunal, de esos que solo pueden cometerse una vez en la vida, con los resultados conocidos.
El nuevo Congreso deberá fomentar con rapidez una coalición reformadora y hacer de ella su mayoría parlamentaria. Para ello, la reforma debería ser el eje de la corta campaña electoral que se ha iniciado. Lamentablemente, la mayoría de grupos pretenden encarar esta nueva etapa con otros códigos: de cara a la disolución del Congreso y con un discurso que recrea la dinámica de los últimos tres años. En quienes resulta más insólito este emplazamiento es en la izquierda, que ha vuelto a agitarse con el fantasma de una unidad en base a un programa maximalista.
De la derecha peruana, trancando la puerta para que no se toque nada de nada, no se puede esperar mucho, de manera que con la derecha e izquierda unidas -una inmovilista y la otra maximalista- sería ideal que los grupos que adscriben al centro y a las posiciones progresistas y liberales levanten un programa de reformas puntuales que atiendan ahora, no mañana, la cuestión política y social de esta transición: territorio, derechos, empleo, infraestructura, género, universalización de la salud y educación, por ejemplo.