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martes, 6 de agosto de 2019

La incertidumbre y los inseguros

https://larepublica.pe/politica/2019/08/02/la-incertidumbre-y-los-inseguros/
La República
La mitadmasuno
2 de agosto de 2019
Por Juan De la Puente

La propuesta de adelanto electoral ha generado el uso desprevenido del concepto “incertidumbre”, especialmente aplicado a la economía, adjudicándole de plano, abusivamente, un significado concluyente solo por razones del debate público.
Desagregando nuestro modelo de desempeño institucional desde el año 2000, este presenta elementos a tomar en cuenta a la hora de apreciar los conflictos, como: 1) un riesgo país bajo para la región (considerando que el Índice Global de Riesgo, IGR, le da generalmente al Índice Político un 35% de peso); 2) una marcada separación entre la política y la economía, resumida en la imagen de las “cuerdas separadas”; y 3) una sostenida insatisfacción social sobre la economía, incluso a pesar de sus logros, lo que Latinobarómetro bautizó como “la paradoja peruana” hace 15 años, reportando en su última medición (2018) solo 9% de satisfacción por debajo del promedio regional de 18 países (16%).
Una definición abierta de incertidumbre sería que es un periodo en que los tomadores de decisión carecen de certezas sobre el resultado de sus movimientos y, por lo tanto, no pueden estimar sus logros o pérdidas debido a la falta de información sobre el curso de los hechos. Bajo esta premisa, es un exceso designar como incertidumbre los indicadores clásicos de riesgo, inestabilidad, desconfianza o conflicto, o, peor aún, ignorar la interacción de estas variables, especialmente cuando se agregan o desagregan en las coyunturas críticas.
En el caso peruano, hablaríamos de, por lo menos, tres tipos de incertidumbre, dos puras y una general o mixta. La económica “pura” fue muy escasa, y quizás la más significativa haya sido la de los efectos internos de la crisis financiera internacional (2008) con baja afectación de la economía debido al liderazgo del gobierno. Luego, tuvimos varias coyunturas de incertidumbre política “pura”, entre ellas las asociadas a las campañas electorales del 2006 y 2011 y la actual, la más larga, que dura desde diciembre del 2017. Estos episodios tampoco fueron decisivos en los resultados económicos. Hasta ahora.
En este periodo no hemos experimentado coyunturas de incertidumbre general, en la dimensión de los años 80. Es probable, sin embargo, que su ocurrencia en esta etapa vaya asociada a condiciones, como: 1) una larga disputa violenta, sin salidas, entre el Gobierno y el Congreso, que comprometa decisiones económicas públicas, como la aprobación del presupuesto, por ejemplo; 2) paralizaciones expresas y sostenidas de sectores claves de la economía o de regiones, produciendo una agregación de conflictos que escalen en intensidad; o 3) la irrupción de alternativas que desborden los cauces legales y promuevan salidas extralegales con cierto respaldo ciudadano.

De las posibilidades señaladas, la primera podría estar en ciernes, de modo que se impone una negociación para adelantar las elecciones, un pacto renovador de la democracia, propio de una transición política en la que ya tenemos experiencia. Por lo mismo, no existe una incertidumbre general, automática y obligatoria, menos un riego de recesión o de grandes pérdidas materiales, en un proceso que hasta ahora es esencialmente político. No invoquemos al diablo por gusto.

Una embestida al sistema

https://larepublica.pe/politica/2019/07/29/una-embestida-al-sistema/
La República
29 de julio de 2019
Por Juan De la Puente

A quienes creíamos que la rebelión había terminado, el presidente Vizcarra nos ha respondido y desmentido. En un acto intrépido y generoso respecto a sus prerrogativas en el ejercicio de su cargo, ha hecho girar la escena de las reformas anémicas que debilitaban el cambio, transformándola en un rapto terminal. De cómo acabe su apuesta de adelanto de elecciones depende la etapa que se verá afectada, si el ciclo iniciado con la victoria de PPK el año 2016 –un conflicto sostenido de poderes- o el largo periodo que empezó con la caída del gobierno de Fujimori, hace 19 años, de democracia de baja intensidad, de crecimiento económico sin partidos y sin programa político.
Lo más importante de su anuncio es la embestida al sistema que se negaba a cambiar y que se había mostrado impasible y fuerte con los movimientos telúricos sucedidos entre el 2017-2019, soportando una sucesión constitucional, un referéndum, tres cuestiones de confianza y la liquidación del CNM. Por lo mismo, el proceso que se inicia tiene una disyuntiva: si deriva en una recomposición tradicional del poder en las condiciones que hemos conocido; o si desemboca en una reforma más profunda de las instituciones, liderazgos y de nuevas reglas del sistema.
En la nueva escena, como sucede con las crisis que evolucionan en saltos sucesivos, el pasado ya importa poco, aunque enseña. El fujimorismo y sus aliados se preguntarán por qué no pactaron con Vizcarra reformas mínimas para llegar a la orilla del año 2021 en mejores condiciones, y el presidente se preguntará por qué no disolvió el Congreso en las dos cuestiones de confianza anteriores.
La guerra entre el Gobierno y el Congreso se hará violenta en las siguientes semanas y será resuelta de conformidad con la fuerza de poderes sociales y/o extralegales. Ambos bloques serán demandados para forjar alianzas a todo nivel, aunque el presidente tiene por ahora –solo por unos pocos días- la posibilidad de reconstruir con éxito la coalición vizcarrista que se había diluido en los últimos meses. El Congreso no es manco, aislado de la sociedad, tiene para la explotar la narrativa de la economía y una relación sensible con los gremios empresariales que podrían agitarse ante el largo interregno que se abre.

El adelanto de elecciones acelera el desenlace del proceso político y acaso cambia la hoja de ruta a una crisis que parecía embalsarse de cara al 2021, sin aparentes salidas racionales. Planteado el itinerario, es probable que la discusión central de los próximos meses –además de las formas para llegar al adelanto electoral- sea sobre la renovación de las instituciones, facilitando la irrupción de líderes y programas centristas y convocantes. El adelanto electoral podría evitarle al Perú la emergencia de un extremismo de derecha o izquierda.