martes, 31 de diciembre de 2019

Chile, una crisis a tres bandas

https://larepublica.pe/mundo/2019/12/27/chile-una-crisis-a-tres-bandas-juan-de-la-puente/
La República
La mitadmasuno
27 de diciembre de 2019
Juan De la Puente
Perú y Chile son los países de la Sub Región Andina que echaron mano con más eficacia a sus mecanismos institucionales para encarar la crisis y producir un salto adelante, aunque el proceso chileno ha sido más corto, fulminante y audaz, seguramente por el efecto de las masivas movilizaciones y la autonomía de los movimientos sociales.
El Perú elegirá un nuevo Congreso el 26 de enero y espera una sentencia del Tribunal Constitucional sobre la disolución del anterior Congreso, en tanto Chile acudirá a un referéndum el 26 de abril. La diferencia reside en que el nuevo Parlamento peruano iniciará una etapa incierta, mientras que en Chile las reglas asoman más claras. Es probable que la diferencia se explique, además de la fuerza de la demanda de cambio, en el hecho de que en el país vecino la deliberación es más intensa, en tanto que en el nuestro falta debate y grandes ideas/salidas.
Hay más; en Chile la crisis fue abrupta y violenta, dejando en posición retrasada a todos los actores oficiales, dibujando inicialmente un solo escenario dominado por la calles y el protagonismo del ciudadano anónimo. Desde ese escenario, la recuperación de las instituciones (incluyendo a los partidos políticos) ha sido destacable, con un rasgo nítido: los partidos un paso adelante del Gobierno.
Para el desenlace que se abre en Chile fue decisivo el acuerdo partidario del 15 de noviembre, que forzó y adelantó la salida vía la instalación de un poder constituyente. Desde ese momento se estableció un juego a tres bandas que interactúan y se influyen: la calle, que no ha dejado de expresarse, el factor más vigoroso; el Congreso que se puso rápidamente en modo de reforma, intentando controlar el proceso constituyente; y el Gobierno, aislado de la sociedad, con el oficialismo que lo sostiene dividido, desplazándose a rastras y sin iniciativa política, con pronóstico reservado.
El juego a tres bandas resulta provechoso para la crisis chilena, en un contexto en que las instituciones tienen como principal referente a la sociedad movilizada. Gracias a esta dinámica se ha podido licuar y galvanizar en la conciencia nacional 30 años de frustración acumulada. Y aunque no es seguro que la reforma constitucional -soberana o con participación del Congreso- aborde y resuelva todas las demandas explicitadas, especialmente la relación entre el mercado y la sociedad, el momento constituyente chileno es un momento social. El sistema ya no podrá eludir las cuestión social de salario, jubilación, educación, género, pueblos indígenas, entre otros.
Esta dinámica difiere de la de otros países de la región; en ella, el sistema de partidos cumple una función conectora, con estructuras agrietadas pero vigentes y con capacidad de rectificación -el caso de la apuesta por la paridad de sectores de la derecha- y los medios de comunicación que han renovado vertiginosamente su agenda, y que luego de 70 días de protestas lucen irreconocibles. El mismo Congreso, desprestigiado como en otros países, ha puesto en marcha un consenso de cara a la sociedad, desoyendo el impulso tanático de una obstrucción ”a la peruana”.
Chile delibera sumergido en la disputa por su futuro y ha puesto en marcha un mecanismo de conservación y superación de la sociedad. Eso aún no sucede en el Perú.

Diferencia e indiferencia electoral

https://larepublica.pe/politica/2019/12/20/diferencia-e-indiferencia-electoral-juan-de-la-puente-la-mitadmasuno/
La República
La mitadmasuno
20 de diciembre de 2019
Juan De la Puente
La reciente encuesta del Instituto de Estudios Peruanos (IEP) publicada por La República arroja cifras gruesas sobre la indiferencia electoral de los peruanos, un grupo de datos macizos que alertan de una brecha consistente entre una transición que se suponía viabilizaba el cambio y una sociedad desmovilizada, por lo menos en términos tradicionales.
No se estimaba que esa distancia era tan profunda. De acuerdo a los datos, menos de un tercio de peruanos se apresta a votar el 26 de enero creyendo que ejercerá su derecho a votar, en tanto que el porcentaje restante se fragmenta entre quienes lo harán por no pagar la multa, porque es su deber (obligación) o que es una pérdida de tiempo.
Este dato dialoga con otros; uno de ellos es el bajo porcentaje (18%) de quienes se encuentran un tanto informados de los partidos y candidatos que compiten en estas elecciones, lo que puede tener varias lecturas −escasa campaña, poco tiempo, propuestas que no interesan, malos candidatos− pero una sola conclusión: la falta de sintonía entre la oferta electoral y la demanda política.
Es igualmente baja la seguridad en el voto decidido (16%) frente a 50% que no ha escogido una opción. La referencia de que “así somos los peruanos” no debería ser aplicada a estas elecciones que se suponían son la llave de los cambios. Podría ser que la desconfianza/indiferencia de los peruanos, y no solo electoral, no solo alcanzaba al Congreso disuelto sino por adelantado al que se elegirá, o que la brecha entre alta demanda de cambio y escasa oferta reformista ya se ha resuelto antes de las elecciones con el abandono de la cancha por gran parte de los electores o el amago de hacerlo. Si fuese así, el nuevo Congreso ya nacería “marcado”.
En este punto es donde la desconfianza se puede convertir en mortal para el sistema. Por un lado, parecen estar dadas las condiciones para un alto porcentaje de abstención, a tono con el incremento de los últimos procesos electorales, que llevaron a que, en el referéndum de diciembre del año pasado, solo acudieran a votar el 72.5% de los electores hábiles.
Como se apreció en otros procesos electorales, existe una dinámica entre el voto nulo/blanco y la abstención, en el sentido que reduce la legitimidad de los elegidos, especialmente en las circunscripciones electorales medianas y pequeñas, en cuyos casos, esta confluencia ha sido el preludio de vacancias, revocatorias e ingobernabilidad.
Si estos datos no se alteran el 26 de enero, la salida electoral de la transición, leída como un nuevo Parlamento para hacer un nuevo momento de la política peruana, se habrá bloqueado, y no en demanda de solución rupturista, sino reclamando nuevos actores y propuestas, incluso más novedosas y audaces que las que hoy aparecen como lo nuevo.

Si la composición del nuevo Congreso no significa una respuesta diferente a la crisis, la transición peruana se habrá devorado una oportunidad y con ella la posibilidad de cambios impulsados desde el centro político, y las elecciones del 2021 serán más polarizadas que estas, y con programas de cambio aun más radicales. El desafío de los partidos que han salido a la cancha es que también lo hagan los electores.

Memoria y alegato de AGP

https://larepublica.pe/politica/2019/12/13/memoria-y-alegato-de-agp-juan-de-la-puente-la-mitadmasuno/
La República
La mitadmasuno
13 de diciembre de 2019
Juan De la Puente
Fui invitado por el Instituto de Gobierno de la USMP a comentar las memorias del ex presidente Alan García Perez, Metamemorias, junto a los profesores Hugo Neira y David Hidalgo, quienes analizaron enjundiosamente el texto desde la acción de gobierno y la condición humana, respectivamente. En mi caso, me interesó mucho el testimonio de García desde la historia y la actividad militante.
Las de AGP y de José Rufino Echenique –publicadas por Jorge Basadre y Félix Denegri en los años cincuenta– son las únicas memorias de ex presidentes peruanos en un país sin memoria y sin memorias. A ellos se sumarían las que se afirma elabora el ex presidente Francisco Morales Bermúdez, y las que habría dejado el ex presidente José Pardo y Barreda –según me comenta Fernán Altuve– y que sus descendientes habrían preferido mantener inéditas.
Nuestra historia cuenta con las memorias gubernativas de virreyes al terminar sus funciones; las colecciones epistolares de presidentes, ministros, generales y caudillos; los mensajes presidenciales a la Nación; y las memorias gubernativas de funcionarios de menor rango. Agregaríamos a ese bagaje algunos textos en modo de alegatos, como el de los ex presidentes Augusto Leguía (Yo tirano yo ladrón), José Luis Bustamante y Rivero (Tres años de lucha por la democracia en el Perú) o los tres textos sobre la guerra con Chile que salieron del dictado que hiciera el mariscal Andrés A. Cáceres en los años que residió en Berlín, entre otros.
He accedido al libro de AGP con objetividad y respeto, manteniendo obvias diferencias con algunas reflexiones, sobre la izquierda, por ejemplo. Encontré un texto a medio camino entre la memoria y el alegato, escrito de modo épico y directo, y que corresponde a un autor en movimiento, sin reposo. No son las memorias de un jubilado. Es un testimonio que intercala el relato en primera persona con la observación desde lejos, siempre arribando a la política, desde la historia, literatura, filosofía y la política misma.
El texto de 500 páginas y 12 capítulos acompaña la evolución de García desde el aprismo en su versión popular progresista (1977-1987) a su aprismo liberal (2006-2019), a tono del comentario que alguna vez me hiciera Armando Villanueva sobre varios modos de pensar el aprismo luego de Haya de la Torre.
En sus páginas he encontrado algunas notables sorpresas como la interpretación marxista del surgimiento del Apra, con mención de Gramsci incluida, como un esfuerzo de construir una hegemonía social más allá de la fundación de un partido, y una crítica poco velada a la Constitución de 1979 que, anota, concedió al Estado un papel hipertrófico, en parte porque Haya ya estaba ausente por su enfermedad.
La parte que me parece más lograda reúne el relato en primera persona entre los años 1977 y el fin de su primer gobierno: son 120 páginas relatadas desde una autocrítica programática y no ideológica, como se lo ha exigido la derecha desde entonces.
Mención aparte merece su recuento de la campaña electoral del 2016 en el que lista cinco errores, entre ellos basar su candidatura en el recuento de obras y no en el mensaje de cambio, y la referencia a Alberto Fujimori, aliado, enemigo y nuevamente aliado, pero sobre quien decidió no ejercer ni venganza ni escarnio, reconociendo que fue juzgado en un proceso apasionado, público y justo.